En un día como el de hoy, hace 67 años, una señora tomó su bebé en brazos y se dispuso a recorrer varias cuadras de rodillas; tenía que cumplir su promesa.
Por ese entonces, las calles eran de balastro y por eso su esposo, pensando en el daño que aquellas piedras del camino podrían hacer a aquellas rodillas, le había pedido que optara por un trayecto más corto. Ella respondió que tenía que cumplir aquella promesa. Y lo hizo.
Cuando se enderezó, al pie del santo, su esposo tomó el algodón y el alcohol, dispuesto a mitigar un poco lo que él creía eran sus rodillas sangrantes. Solo encontró piedrecillas y alguna arenita. Las rodillas estaban intactas.
Ella era mi madre, mi hermano el bebé que llevaba en sus brazos y yo la acompañé de su mano aquellas cinco cuadras de balastro.
Graciela, desde Florida.
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