No podemos atrapar una historia en un tiempo determinado, es como entender la música teniendo acceso solo a dos o tres acordes. Son suficientes para una canción, pero no transmiten el sentido de la música misma.
La emoción de un migrante judío llegando a Israel en 1948 puede ser similar a la alegría de un palestino del momento logrando una cosecha digna en una región árida. El temor de un habitante de un kibutz al verse atacado desde todas las fronteras posibles puede ser parecido a la angustia de una familia palestina cristiana al perder sus tierras a manos de esos mismos kibutz durante la nakba. Todo esto según un relato u otro, sucediéndose unos tras otros en una trágica calesita de escaladas hasta nuestros días.
Todas las emociones, todos los sentimientos profundos de patriotismo, fe religiosa, aspiración militar o simplemente vocación de vivir en paz, encontradas y enfrentadas en los anales de la historia vuelven cada tanto a nuestro presente. La vocación del conflicto había impregnado la región. La siembra de un país prefabricado en una región sin consulta ni a sus habitantes fue muy chocante para toda la realidad regional y Occidente debe reconocerlo. Pero la historia sigue su cauce y la dinámica se entrelaza con las particularidades del presente. Vayamos por partes.
Israel fue acunada u arrullada por la cosmovisión occidental. Llegaba a la tierra prometida con toda la potencia económica, militar y tecnológica de su mentor estadounidense y construyeron un país de avanzada en varios rubros convirtiéndose a su vez en tierra prometida para cualquier integrante de la diáspora en las malas. Tal la fuerza del relato del lobby de las universidades de Boston, Filadlefia o Baltimore, los think tanks de New York o de los más bohemios escritores californianos.
La historia palestina no fue la misma. En primer lugar, por tener el peor de los defectos: no tener una identidad delineada para el consumo de los valores occidentales. Bajo el término palestino se acogían árabes tanto cristianos como musulmanes o drusos. La persecución, expulsión y hasta masacres del primer momento han sido reconocidos por Tel Aviv en su momento. Pero el daño estaba hecho. Millones se convirtieron en refugiados en su propia tierra.
Los momentos históricos engendran sus propias miserias y grandezas. El yihadismo en su forma más salvaje se anido en esas almas con el agravante de la impotencia: no podía torcer el curso de la historia.
Los árabes
La rápida alarma en el mundo árabe, las operaciones militares en conjunto contra su vecino judío en un comportamiento de manada finalmente solo alimentaron el caudal de la ayuda occidental. Un compromiso moral con los palestinos era una bandera creíble y sentida por el mundo musulmán, más que árabe. Pero también era una excusa para una cruzada moderna contra el hegemón cultural euro estadounidense.
Camp David mediante, el viento comenzó a cambiar cuando las tristezas y desventajas de la guerra empezaron a hacer gemir las estructuras de poder de las autocracias musulmanas de la zona. De pronto varios querían la paz. Egipto empezaba su decadencia casualmente mientras daba un paso fundamental tendiendo un puente a Israel.
La caída de un muro en Berlín y los pasos firmes de la globalización dieron sentido a una búsqueda de perspectiva de las naciones árabes. El petróleo se acabaría y el dinero en caja (enorme) debía dirigirse a sustentar riquezas perdurables más allá de los obscenos lujos. Occidente se convertía en un socio conveniente bajo su doctrina de defender intereses sin hacer preguntas sobre valores, principios o formas de gobiernos, sobre todo luego de las guerras del Golfo. Los árabes curiosamente y gracias a una operación militar, se encontraban más cerca de Wall Street que del Potomac. Eso se convirtió en su zona de confort.
Paradójicamente, se engendraban los grupos yihadistas más evolucionados que se convertirían en el azote de dios para los infieles.
Israel fue un enemigo común muy conveniente por su capacidad de dar cohesión a la sociedad árabe del golfo, sobre todo, pero también al islam de la región, manteniendo a Irán en la vereda de enfrente, pero en el mismo vecindario. Otra vez, la construcción del otro da sentido a la existencia de casi cualquier cosa. Los palestinos, para muchos, son solo una excusa y las ayudas destinadas a ellos jamás han sido suficientes.
Irán estaba impregnada de una matriz cultural diferente, llevando al presente una estructura de gobierno teocrática chiita que debe algunos aspectos a la herencia persa y se mira a un espejo diferente que los reinos autocráticos del Golfo. Israel funge como un objetivo útil para poder apropiarse del problema palestino y mediante sus herramientas armadas (Hezbolá en el Líbano y Hamas en Gaza), posicionarse como un rival antisemita no alineado con el Golfo y con vocación de influencia propia en la región. Sus enfrentamientos con Occidente por su búsqueda de cierta soberanía nuclear (con clara vocación militar) y las sanciones que casi le ahogan económicamente no afectaron su compromiso con Gaza y sus intentos de influir en Fatah (Cisjordania).
Cambia, todo cambia
Hubert Humphrey decía que "La política exterior es una extensión de la política doméstica, no su antítesis.". y una sucesión de vientos nuevos empezaron a generar una dinámica que trajo estas realidades a la región. Los constructivistas de las teorías de relaciones internacionales están de fiesta.
Estados Unidos empieza a despegarse de su tutoría sobre los israelíes con Barack Obama. La expansión territorial inocultable y la flagrante violación de las sugerencias y disposiciones de la ONU sobre la legalidad de los asentamientos no dejan opción y Tel Aviv empieza a preparar su auto sustentabilidad militar. Donald Trump, convencido de la necesidad de aislarse y minimizar las intervenciones, busca la gloria con un acuerdo definitivo para el Medio Oriente. No es posible con los palestinos, pero si es posible con los árabes. Los saudíes siguen presos de la palabra dada por su rey Salmán bin Abdulaziz, pero los demás están abiertos a convivir con los judíos, por un precio. Trump suma Marruecos a los del Golfo y paga el precio del Sahara occidental. Sudán está en la firma, pero sus guerras internas le impiden jugar el juego.
Los Acuerdos de Abraham sacudieron al mundo. Países árabes pactaban una normalidad diplomática con su enemigo de siempre. Seguía en pie la palabra del rey saudí pero los demás se alinearon. Se abren embajadas, las líneas comerciales y turísticas funcionan y las empresas empiezan a interactuar. La bandera del comercio parece ser el estandarte correcto para la paz.
La dinámica se desboca. La guerra de Ucrania acelera la gestión de influencias chinas, solo que más al sur de la nueva Ruta de la Seda. El Golfo, el corredor Iraq-Irán-Siria-Líbano y por otro lado África empiezan a poblar agendas. Un Irán resiliente pero dolido por las sanciones recibe aire fresco del eje Moscú-Beijing y olvida a Israel por presión de Putin (quien mantiene una acuerdo con Jerusalén de no agresión a cambo de que no apoyen a Ucrania).
En Riad, el príncipe heredero Bin Salman se impacienta y en seis meses centraliza el poder que le faltaba. En ese momento, controlando el precio del petróleo, con Occidente aislándose a si mismo, razona linealmente. Biden los ha tratado de asesinos y estado paria, ha descompensado el mercado de energía y ha intentado minar su influencia en la OPEP. Recibe a Biden con un apretón de manos, sólo y lo despacha en 48 hs.
Semanas después, toda la familia real recibe a Xi y firma un acuerdo energético a 25 años con China. Arabia Saudí cambia de bando, no está cómodo con un mundo de valores basado en reglas que propone Anthony Blinken luego del cambio de poder en Washington. Prefiere la ley de la selva de los intereses que propone el Nuevo Bloque. Eso cambia su perspectiva sobre Jerusalén, quien bien visto es un socio tecnológico de enorme potencial para el dinero que sigue apilándose en las bóvedas y busca destino.
¿Demasiados cambios? Esto recién empieza.
Netanyahu es un político consciente de las virtudes y defectos de su país. Sin demasiadas ataduras éticas según sus opositores, sin dudas es reconocido por todos como un conocedor de la política judía. La palabra estadista se utiliza mucho en estos casos. Estuvo en el poder y solo pudo ser separado de el por una coalición imposible de parches ideológicos disimiles que no sobrevivió por una razón obvia que es la razón de ser del Estado hebreo: el peligro existencial.
Israel no debate hace décadas su futuro, si bien trabaja por él. Israel debate, lucha y sufre su presente porque no sabe si existirá en la década siguiente. Esto implica una prioridad de la seguridad por encima de cualquier otro tema, de cualquiera. El análisis geopolítico plantea siempre un trilema con la peripecia israelí, debe decidir entre tres posibles objetivos: ser un estado judío, mantener el dominio real sobre el territorio desde una perspectiva de seguridad y ser un país democrático. Dos cosas a la vez, no tres.
El crecimiento de facciones políticas árabes en la política de Israel ha sido constante. La tentación del pluralismo, igual que en la dimensión occidental ha estado muy presente, pero constantes conflictos por maltrato a minorías árabes, enfrentamientos en los asentamientos de colonos con residentes árabes o incluso corrupciones endémicas han torcido siempre la balanza hacia lo seguro: mano dura y encierro ideológico-religioso.
Esa fue la razón de la caída de la coalición y el retorno de Netanyahu al poder a caballo del extremismo ortodoxo judío.
La larga sombra de Ariel Sharon y Menachem Begin alimentó la percepción de un destino manifiesto del estado judío para dominar la región y expandirse. La clase política judía había resuelto el trilema: serán un estado judío por definición y la seguridad es prioritaria. Desde ese momento las formas democráticas solo serían eso: formalidades.
La prohibición de partidos árabes, limitación de libertades a minorías, carta libre a expansión de colonos tomando tierras palestinas, tutoría del poder judicial, estarán en el menú, más temprano que tarde. Muchos conocidos judíos en la diáspora ensayan una resistencia ética, pero la fuerza del viento es muy fuerte cerca del desierto.
La perspectiva palestina
Ahora miremos todos estos cambios desde Ramala o Gaza.
La potencia amiga de los judíos se retira. Las nuevas potencias solo hablan de comercio y convierten en socios a Israel con los árabes que les protegían.
Solo quedaba Riad , pero en la última semana de setiembre Mohamed Bin Salman lanza al aire la noticia de que estaría listo para un acuerdo de paz con Jerusalén. El precio a la paz que el bloque árabe había puesto era el retiro militar judío y un Estado palestino viable. Todo eso de rompió con los Acuerdos de Abrahán y ahora terminaba en el fango con Riad sumándose.
Irán sigue suministrando lo necesario, pero también hace acuerdos con Riad (su enemigo vital) y se transforma también en una incógnita. Teherán mantiene su pulso positivo con Gaza, pero la autonomía de decisiones de Hamás es un hecho. No creo en el relato de un acuerdo previo entre ellos, por más que los hilos de poder del Ayatollah Ali Jamenei y la Guardia republicana se mueven en niveles distintos que el Gobierno de Ebrahim Raisi.
Además, creo que el mayor enemigo está dentro mismo. La sociedad de Gaza, durante décadas se ha construido en base al entrenamiento del odio religioso y político, viviendo en una económica fallida, al límite de la subsistencia. Esto ha provocado una disociación del mundo exterior evidente, incluso de Cisjordania. Una población embrutecida, sin perspectivas, con una cosmovisión que no va más allá de las vallas de separación con Israel. Con niños convirtiéndose en hombres antes que en adolescentes y la imagen de Alá esperándoles cuando asciendan luego de hacerse matar por él. Parece simple, y lo es.
Israel los ve como animales que solo saben ejercer la violencia. Es cierto que eso no es culpa de Israel y es una perfecta excusa para una operación de aniquilación en toda regla, pero tampoco de ellos, a decir verdad, si queremos analizar en profundidad.
Todos los países árabes han dicho al firmar sus acuerdos que no se olvidaran de Palestina, pero lo han hecho.
Entonces me pregunto sobre Gaza y Ramala … ¿Que tienen que perder?, ya están solos
Si alguien filmara una película explicando todo esto, su guion no sería fácil de spoilear.
Habría que decir … es la historia de un pueblo que no pudo entender el mundo, sin futuro, a la espera de ser engullido por otro que se cree destinado a eso en su lucha por defenderse, mientras un príncipe oportunista que asalta el poder de un rey anciano, un ayatolha ambicioso en rio revuelto y media docena de vecinos egoístas y corruptibles aceptan su precio y miran para el costado. Fuera de escena, una potencia se retira cansada de no conseguir nada mientras otras dos buscan su pedazo de la torta en mundo nuevo que les promete un caos ventajoso.
Llego al final y me doy cuenta que no he escrito sobre el pueblo palestino, sobre su historia, sus sueños, su porfiada búsqueda de existir. Tampoco de lo que una madre esperaría que su hijo fuera cuando grande en un mundo hostil.
No he escrito sobre los sentimientos reales de judíos de a pie, que viven de su trabajo y sus noches se pueblan de aspiraciones de futuro. Del detalle de que la distancia entre Jerusalén y Gaza es de apenas 76 kilómetros, así que es seguro que los enamorados de ambos lugares suspiran con la misma luna.
También me doy cuenta de que nadie más lo ha hecho.
Gustavo Calvo
Analista internacional.
Conductor de La Hora Global.
Formándose en Relaciones Internacionales
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La Hora Global: 60 minutos para comprender el nuevo desorden mundial
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La Hora Global:
Este nuevo programa de Radiomundo busca analizar los hechos internacionales, no solo las noticias. Es un momento de profundos cambios de índole social, político y económico en todo el planeta, que incluyen desde la presidencia de Donald Trump en EEUU, el Brexit y la crisis de los refugiados en Europa y el viraje ideológico en América Latina, hasta una China protagonista como potencia mundial. Nada surge de la nada: la objetividad y un enfoque descriptivo serán en este programa buenas herramientas para llegar a conclusiones, entendiendo causas y consecuencias.
Conduce: Gustavo Calvo. Con Leo Harari
Emisión: Martes y jueves de 15 a 16 hs.
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