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EN ESTE PROGRAMA
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- Bielorrusia empujada al lado oscuro
– Rodrigo Melgar
- El trilema judío
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BIELORRUSIA EMPUJADA AL LADO OSCURO
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Un avión que no llega a destino, un pasajero detenido, una crisis internacional.
Los nombres de Roman Protasevich (periodista independiente) y de Alexander Lukashenko (presidente de Bielorrusia) quedaron ligados en los titulares y como tema de debate y tratamiento diplomático en estos días.
Según los gobiernos occidentales, el vuelo de Ryanair procedente de Atenas y con destino a Vilna, Lituania, fue desviado a Minsk con la excusa de una amenaza de bomba, con el objetivo de detener a Roman Protasevich, un periodista disidente de 26 años.
En un video publicado por el gobierno, confesó haber participado en la organización de “disturbios masivos” el año pasado, pero sus amigos dicen que la confesión se hizo bajo amenaza.
Rodrigo Melgar nos da una perspectiva geopolítica de esta crisis y el momento de decisiones que se esta viviendo en Europa Oriental.
Rodrigo Melgar
Licenciado en Relaciones Internacionales.
Aspirante a Profesor Adscrito de Historia de las Relaciones Internacionales, culminando como Magíster en Historia.
Postgrado de Historia Cultural.
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ISRAEL Y EL TRILEMA JUDÍO
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Israel debe su existencia como nación institucionalizada y viable a varios factores: mitos fundacionales, una empatía generalizada con un destino trágico, un lobby político innegablemente eficiente, el apoyo logístico sin límites de las élites estadounidenses y fundamentalmente, una vez en funcionamiento es experimento etatico, un nivel de capacidades militares y tecnológicas muy superiores a las de sus adversarios.
La expansión es, en la lógica de la guerra, la consecuencia inmediata al triunfo militar sobre el terreno. La expansión será de facto, militar y en presencia física o por medio de una influencia política sobre los territorios en disputa.
El Imperio ruso es un buen ejemplo para distinguir ambos matices. Su consolidación implicó la conquista y ocupación física de una vasta geografía y la “herencia” que los bolcheviques recibieron de Nicolás II fue una amalgama de naciones y etnias unificadas a la fuerza bajo un poder centralizador.
Sin embargo, el final de la Segunda Guerra Mundial implicó el dominio político manteniendo la institucionalidad de una serie de países, barridos hacia adentro de la cortina de hierro.
Israel aterrizó en territorio palestino en guerra desde el primer minuto, amenazada de muerte por los cuatro costados. Su superioridad militar, trasplantando infraestructura desde Estados Unidos, le permitió defenderse, lo que le permitió triunfar, lo que le permitió conquistar, lo que le permitió dominar.
Pero al existir como potencia regional, al estar en disputa su dominio en forma permanente, Israel no puede escapar a las contradicciones y dudas existenciales de un estado moderno. Los dilemas del deber ser de los Estados.
El primero de ellos es su diseño. El carácter de democrático de los países parecía un anhelo común hace cuatro décadas. Hoy tiene defensores, pero también detractores con cierta fuerza en ciertos círculos de poder y lo dicen públicamente. China, por ejemplo, la desechó explícitamente en 1976 como herramienta. Si la estructura democrática es la elegida, se da vuelta la pirámide de decisión y entonces los poderes del Estado tiene sobre sí la autoridad soberana popular.
Allí se expresa el segundo dilema. ¿Cómo integramos ese "pueblo" que en última instancia es el decisor? El ejemplo griego de una democracia selectiva limitada a ciudadanos categorizados nos marcará siempre. Los primeros tiempos de Israel fueron fáciles en ese sentido, no era necesario ni prioritario. Las puertas del país se abrieron de par en par, otorgando a todo judío el derecho a ser ciudadano. El que bajaba del barco era ciudadano. En 1952, luego de la guerra árabe-israelí del ’48, Israel tomó la decisión de conceder la ciudadanía israelí a los árabes que permanecieron dentro de fronteras y tienen, sobre el papel, los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro ciudadano de Israel, aunque en la práctica afrontan una importante discriminación institucional. Musulmanes, drusos y cristianos se sumaron sin integrarse al colectivo israelí. Hoy son el 20% de la población intra-israelí.
Un tercer dilema es siempre constitucional. Cómo se define un estado desde el punto de vista filosófico, político, religioso y hasta moral es un dilema importante para cualquiera. Estados Unidos, matriz fundacional de los estados democráticos modernos, respondió a su realidad multinacional (inglesa, francesa, territorios ex-españoles) pero no multiétnica.
Un trilema se da cuando tres elementos no pueden existir al mismo tiempo. Israel lleva viviendo en uno de esos trilemas desde hace más de medio siglo. A pesar de la aparente complejidad del conflicto entre israelíes y palestinos, el fondo se reduce a una explicación simple: Israel no puede ser al mismo tiempo un Estado judío, tener un carácter democrático y mantener el control sobre todos los territorios y poblaciones que ahora domina. La segregación etnorreligiosa, los recurrentes estallidos de violencia y el deterioro de la imagen internacional de Israel son resultados directos de la irresolución de dicho trilema.
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ABRELATAS: LOS BUENOS Y LOS MALOS
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En casi todos las grandes y pequeñas narrativas que le dan forma a nuestra manera de ver el mundo hay una fuerte bipolaridad. Las cosmovisiones más difundidas entre las civilizaciones de todos los tiempos contienen la afirmación de que nuestras vidas y nuestras sociedades, están inmersas en una lucha permanente entre el bien y el mal. Mitos, leyendas y religiones cuentan de mil maneras ese eterno conflicto. Dios y el diablo, Ying y Yang, Eros y Tanatos, Batman y el Joker.
Otra característica de nuestra especie, también presente en todas las épocas y civilizaciones es la atracción por la simetría. La simetría va a asociada a la belleza, al orden, al equilibrio. El artista menos conformista que culmina su obra de arte, rompiendo todos los cánones aceptados, termina en general encuadrándola en un marco rectangular y por lo tanto simétrico. Es, en el aspecto formal, la traducción de la bipolaridad con la que vemos el mundo: la simetría se organiza a los dos lados de un eje. En éste tipo de simetría que estamos hablando, ambos lados se corresponden, hay un equilibrio. También hay un equilibrio entre el bien y el mal, es dinámico pero interminable. El fin del antagonismo está siempre proyectado en el futuro. Después de la muerte, en el juicio final o después de alcanzar la inalcanzable sabiduría. Entretanto el combate continúa.
Esas dualidades reflejan nuestra doble naturaleza, biológica y cultural. No existe el ser humano despojado de toda socialización. Ni siquiera Tarzán.
La base material de lo que venimos de decir, el órgano de nuestra bipolaridad, es el cerebro. El mismo es relativamente simétrico y bipolar, con dos partes fuertemente conectadas pero diferentes en cuanto a sus funciones y capacidades. No se trata de un hemisferio del bien y otro del mal. Se trata de un todo resultado de la supervivencia, perfeccionado por la supervivencia y dedicado a la supervivencia. Miles de siglos en que algunas características biológicas útiles para vivir y reproducirse se transmiten de generación en generación. Simultáneamente se transmite también la capacidad de darle nombres a las cosas, fabricar explicaciones, inventar rituales, crear mundos hechos de palabras, imaginar y desarrollar técnicas y herramientas para modificar lo que nos rodea.
El resultado parece paradójico, porque tenemos la capacidad de actuar de manera egoísta o altruista, constructiva o destructiva, ambas conductas son humanas y potenciales en cada individuo. Ambas conductas tienen a la vez una base biológica y una social, que llamamos cultural o ideológica.
Si estas rápidas afirmaciones contienen algo de verdad, la dualidad con que ordenamos nuestra visión del mundo y la idea de un combate entre el bien y el mal están ancladas en la condición de nuestra supervivencia. Nos ha servido para llegar, como especie, hasta hoy. Seguirá sirviéndonos en el futuro?
Estamos viviendo cambios que son cada vez más rápidos, profundos y que parecen inevitables. El tiempo biológico, el tiempo tecnológico y el tiempo ideológico no son iguales. Estamos en una situación límite donde nuestra capacidad de comprender el mundo va más lento que nuestra capacidad para modificarlo.
Así como un martillo sirve indiferentemente a clavar un clavo o romperle la cabeza a alguien, la tecnología conlleva la capacidad del bien y el mal. Estamos rodeados de armas de destrucción masiva. No solo las armas nucleares, o los gases tóxicos. La capacidad de destruir economías enteras transfiriendo, en lo que lleva tocar una tecla, miles de millones de dolares, o de hacer circular a la velocidad de la luz mentiras que lleven un pueblo al caos, o a consumir lo innecesario o a despreciar la naturaleza o la salud privilegiando la acumulación de capital. Gracias a la tecnología
podemos hacer mucho más de lo que comprendemos, somos demasiados arriba del planeta, las grandes decisiones y el poder están en manos de pocos y sobran versos para abrumarnos con lo que es el bien y el mal.
Los cambios en las narrativas que explican el mundo en que vivimos siguen reglas diferentes a las biológicas. Es en nuestra limitada visión del mundo que las cosas se complican y en donde puede jugarse nuestra eventual supervivencia. Lo que puede hacer la ciencia en pocos meses le lleva milenios a la filosofía. Nos hacemos las mismas preguntas desde hace al menos 3000 años. Eso no es grave, lo grave es que seguimos dando las mismas respuestas.
La resistencia que tenemos para cambiar nuestra visión del mundo obedece a tiempos donde la estabilidad y la continuidad tienen su premio, y donde quienes se aprovechan de la situación usan todos los medios para conservarla. La dualidad no alcanza para describir un mundo complejo, esa misma dualidad lo hace complejo. Tenemos el egoísta y el altruista dentro y fuera de nosotros. Tenemos un combate entre lo bueno y lo malo dentro y fuera de nosotros.
¿Existe una narrativa capaz de conciliarnos? ¿Una explicación que sea útil para nuestra supervivencia?
LEO HARARI
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La Hora Global: 60 minutos para comprender el nuevo desorden mundial
Este nuevo programa de Radiomundo busca analizar los hechos internacionales, no solo las noticias. Es un momento de profundos cambios de índole social, político y económico en todo el planeta, que incluyen desde la presidencia de Donald Trump en EEUU, el Brexit y la crisis de los refugiados en Europa y el viraje ideológico en América Latina, hasta una China protagonista como potencia mundial. Nada surge de la nada: la objetividad y un enfoque descriptivo serán en este programa buenas herramientas para llegar a conclusiones, entendiendo causas y consecuencias.
Conduce: Gustavo Calvo. Con Leo Harari
Emisión: Martes y jueves de 15 a 16 hs.
Escuchar también…
La Hora Global: Archivo de programas anteriores
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Foto en Home: Bandera Israel (Pixabay)