Fernando Medina recorrió el paseo de librerías de la calle Tristán Narvaja, entre 18 de julio y Paysandú. Se detuvo en dos, en particular, a conversar con sus propietarios: Minerva, donde lo recibieron los hermanos Nicolás y Alexis Vaz; y librería Montevideo, atendida por Juan Pablo Rodríguez.
La pregunta era bien simple, y el contexto actual parece justificarla: ¿cómo les está yendo? Se habla de crisis, venimos de meses de "quedarse en casa", las facultades —tan importantes para esas librerías, en esa zona de la ciudad— están cerradas. Por otro lado, el cierre momentáneo de los shoppings produjo, acaso, un desplazamiento de la demanda, un nuevo mapa para la relación entre los barrios y las librerías.
Aparecieron distintas apreciaciones. Una valoración general del libro como un objeto muy resistente y adaptativo —y "una balsa" para salir del momento difícil, según la metáfora de Juan Pablo Rodríguez, de librería Montevideo— y algunas sorpresas, como el aumento de la venta de libros de cocina, algo de lo cual había quedado reflejado también en la conversación de Rosario Castellanos con Leticia Ciuffo de Instituto Crandon.