Concurso de Cuentos

Cuentos sobre emergencias y desastres en Uruguay: Conocé a los nominados por el jurado y votá por tu favorito

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El Concurso de Cuentos de En Perspectiva te invita una vez más a ser parte del jurado y votar para definir el “premio de los oyentes”. Aquí están publicados los cuentos enviados bajo la consigna “Emergencias y desastres en Uruguay” nominados por el Jurado. Al final de la página se encuentra el formulario para votar.

La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 22.10.2020 a las 12.00 hs. Muy pronto daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

Edición: tercer llamando, octubre de 2020
Consigna: Emergencias y desastres en Uruguay
Jurado: Juan Grompone, Alcides Abella, Gonzalo Pérez del Castillo, Alejandro Abal y el equipo del programa Oír con los ojos.

 

Cuentos nominados

Título: Sin título
Seudónimo: Paulista

Ni el Covid tuvo tanto impacto. La realización fue gradual. La conclusión, inexorable. ¿Cómo
seguir adelante?

Cinco largos, larguísimos meses desde aquel fatídico día 0, llegó la noticia; finalmente, se iba a
poder restablecer la importación de yerba mate.

***

Título: 23 de agosto
Seudónimo: Saiara

Enorme desastre. El viento parecía la mano de un gigante enojado aplastando lo que se interponía a su paso.

Árboles arrancados de raíz tirados en el medio de la calle. Techos sin casas rodaban como trompos.

Se oían explosiones secas de vidrios rompiéndose. Los edificios parecían moverse de un lado al otro, como diciendo “no”.

El aullido del viento rebotaba en los nubarrones cetrinos. La lluvia acostada pegaba como látigo a los transeúntes desorientados.

Yo, aferrada a una palmera enana intentaba no volar. Casi no pensaba, solo reaccionaba a estímulos.
Un taxista me vio y paró, hizo señas para que subiera, así lo hice. Arrancó enseguida. Por momentos la galerna nos elevaba unos centímetros del asfalto, como a una cometa antes de ser remontada.

Pudimos entrar a un estacionamiento, allí nos quedamos sin emitir sonido, apenas se escuchaba nuestra respiración fragmentada.

Afuera se oían los truenos rugiendo, las nubes escupiendo lluvia y el viento que ululaba tragándose la vida..

Título: Abril 1959
Seudónimo: Lluvia

Las inundaciones de abril 1959. Lluvias torrenciales, desbordaron ríos y arroyos, la peor catástrofe del Uruguay.

Paso de los Toros acatando con verdadero estoicismo, como si fuera una guerra, la gente, con algunos petates imprescindibles abandonaron sus casas, en tren hacia el sur o carretera para Tacuarembó.
Mamá envolvió a mi hermanito en una frazada, tomó mi pequeña mano y subimos al tren.

Estábamos llegando a Montevideo, mamá salió a buscar algo de comer, no regresó.

Llegamos a la estación. Me obligaron a bajar del tren, el bebe lloraba, yo también.

Yo diminuta entre aquella multitud enardecida. ¡Mamá!, gritaba con todas mis fuerzas. De pronto la veo, nos abrazamos, sentí que el alma se me llenaba de alegría

Fuimos a casa de la tía Irma. Comimos y nos dio una habitación. No había luz, solo una vela. Encontré un cuaderno y un lápiz. Escribí mi primer cuento.

-Había una vez una madre y sus dos hijos…

***

Título: Aquel año
Seudónimo: Olga

El viento golpeaba los postigones con fuerza, Luis seguía en el sótano inmerso en un silencio sepulcral. Yo afanada con detenerlos, negando que estuviera ahí. La lluvia entraba hasta la puerta cancel colándose por el piso.

Ellos gritaban "¿dónde estás?, salí cagón". Rompieron, pegaron y lo encontraron.

Esa noche del 75 fue la peor tormenta que viví. A Luis nunca más lo vi y todavía hoy desde la tele me preguntan "¿hasta cuándo voy a buscarlo?" o "¿hasta cuándo los juzgaremos?".

Hasta siempre lo voy a hacer, ¡hasta siempre!

***

Título: Ciclón
Seudónimo: Árbol

Hace unos años yo era un limonero, hasta que vino un terrible ciclón que me destrozó, y me dejó apenas con un tronquito de unos pocos centímetros.

Pero al tiempo, del tronco empezaron a brotar nuevas ramas, y pensé, ah, voy a volver a crear limones. Pero no, cuando aparecieron los frutos, ¡eran naranjas amargas! Es que, como naranjero amargo soy un árbol indestructible y ¡me habían injertado un limonero!

En otras palabras, el ciclón no me destruyó sino que dejó lo mejor de mí.

***

Título: Climateo
Seudónimo: Pedrense

No había hombre más baquiano para el clima que don Climateo Garifo Gurméndez.

Gaucho oriundo de Paso de los Toros.

Lo llamaban para pronosticar el clima y así ordenar los quehaceres de la estancia.

En general acertaba.

Un día le pregunté cómo hacía y me contestó con elegancia:

-Por mirar nomá.

Se mojaba el índice y tanteaba el viento, calculaba la leche que daban las vacas, las abejas en el panal, los perros con las patas al cielo, los pájaros alejándose del pago y ahí nomás, te lanzaba su pronóstico.
Por mediados de marzo, estuvo varios días inquieto, oteando el horizonte, siguiendo a las abejas, conversando con los perros y nos dijo:

-Es al ñudo que me aquerencie, voy pal norte pa las tierras altas.

-No es por flojo, pero va a caer agua a baldes.

Nadie lo comprendió realmente, pero el 24 de marzo comenzó a llover y no escampó hasta el 23 de abril.

Evacuaron Paso de los Toros por temor al derrumbe de la presa Rincón del Bonete.

Fueron las inundaciones del 59, las más terribles del Uruguay.

***

Título: Colita
Seudónimo: Colita

El niño montó su caballo para ir a la Escuela. Lo acompañaba su perro Colita, como siempre. Pero al llegar al arroyo, este no daba paso. Bajó para mirar el torrente entre la baranda del puente, provocando un bramido que asustaba. De golpe ve a su perro queriendo nadar en el río y llevado por la corriente. Dejó su mochila a un lado y se tiró desesperado para alcanzarlo. Creyó imposible la hazaña, pero el perro quedó enredado entre las ramas de unos Sarandíes. Llegó hasta él y lo apretó con fuerza. Al rato oyó el andar de un caballo y pidió ayuda gritando desesperado. Era un peón de la estancia cercana. Le tiró una cuerda y con todas sus fuerzas trepó entre las ramas hasta alcanzar la orilla.

Casi, casi –le dijo el peón.

Esta es una pequeña historia de héroes anónimos, de tantas de esas inundaciones del 59 y que nunca nadie contó.

***

Título: Contrarreloj
Seudónimo: Sasha

Me agarró del pelo con fuerza mientras me tiraba sobre la mesa, con la mezcla justa y excitante de fuerza, enojo, pasión, y miedo.

Me arrancó la blusa mientras yo araña su espalda, éramos como dos adolescentes descubriendo nuestros cuerpos, saboreándonos. Con mi lengua recorrí su cuerpo sintiendo la adrenalina en todas sus formas.

Cuando finalmente nuestros cuerpos fueron uno, cuando nuestros movimientos acompasados nos llevaban al final, sonó la segunda alerta, ya no había tiempo de evacuación, habíamos decidido ignorar la primera, que podía darnos alguna posibilidad de llegar a los refugios.

La suerte ya estaba echada, así que seguimos como si nada, disfrutando de nuestra pequeña muerte, mientras la definitiva nos encontraba.

***

Título: Crónicas de invierno
Seudónimo: Femaz

Don Palmiro fue conocido en el barrio como “Viejo Bastión”. Había trabajado toda su vida de albañil y se jactó siempre de la calidad insuperable de sus construcciones, pero sobre todo de lo invulnerable de su casa, un pequeño rancho rodeado de murallones al mejor estilo colonial. El apodo se lo habían puesto en el Café, donde se reunía una tarde si y otra también a jugar al truco, una forma de pasar las horas de jubilado y de escapar a las quejas de su esposa. Cuentan que la enfermedad de Doña Amelia y su posterior fallecimiento lo afectaron al punto que poco se lo veía salir. En la madrugada de un 22 de junio cesó su tragedia, pasó de un sueño a otro y su nombre a ser parte de la historia del lugar; un avión con 58 pasajeros se vino al suelo destruyendo varias casas en su caída, entre ellas la de Palmiro donde terminó frenando contra su muralla. Decenas fueron víctimas pero el gran murallón redujo considerablemente los daños. Todavía hoy se habla de que Amelia lo mandó buscar.

Título: Cuento
Seudónimo: Campo

Hace cinco días que la Jacinta no da leche y María vuelve al rancho sin alimento para sus hijos. La negrura que sube del monte le recuerda la última granizada, y apura el paso.

Antonio la ve también; clava el arado y corre, hundiendo sus pies desnudos en la tierra desguazada.

Granizo, murmura ella.

¡No! jadea él, hincando sus ojos en la mancha oscura que avanza, reptando como una crucera gigante, mientras opaca el sol y oscurece la tierra.

Sin aliento, lanza un grito sordo y breve ¡Rápido, todos al rancho! Y aunque no podamos oírlo, su grito estremece hasta el fondo de los campos.

Pero no ve a la Francisca.

Sus otros hijos señalan el monte y se acurrucan junto a la madre.

María los besa y los aprieta contra su falda.

¡Al rancho, carajo!, grita Antonio, ya desde el borde del ramaje.

María alza a sus hijos y obedece. Cierra la puerta y pasa la tranca.

Su última mirada le devuelve la camisa cansada de Antonio que se pierde en la espesura del monte, allá en el fondo de la barranca.

***

Título: Deluge
Seudónimo: Equis

Apagó el televisor. Las imágenes en los canales de noticias eran siempre las mismas. Cambiaban el escenario – Estados Unidos, Europa, un país andino – y el acento de los corresponsales. Lo demás parecía inmutable: agua, agua y más agua. Como si el mundo de finales de siglo se empecinara en ahogar las palabras de Heráclito repetidas por centurias. Ciudades sepultadas bajo ríos desbocados, la lluvia que caía desde hacía meses sin explicación posible. Tan sólo un océano cayendo desde el cielo y avanzando de norte a sur, de oriente a occidente.

Aquí se esperaba la llegada del diluvio en cualquier momento. Pero aunque hubieran pasado décadas desde la última pandemia, la gente de este país seguía recordando cómo el impacto había sido menor que en el resto del mundo. No tenía por qué ser diferente ahora. La gente esperaba confiada, distendida.

Al apagarse, el televisor sumió la casa en el silencio. Un silencio que se quebró con las primeras gotas, esféricas, enormes, golpeando el cielorraso.

***

Título: El loco Anselmo
Seudónimo: Iguazú

El loco Anselmo era el loco de nuestro pueblo. Edad indefinida, vestía siempre de negro, era evidente que no le gustaba la gente, vivía en un montecito al lado de la laguna. Su única posesión era su barca. Con ella salía a pescar todos los días. Muy de cuando en cuando, iba al almacén del pueblo. Los niños teníamos la orden de no acercarnos a él. “No sabemos lo que puede hacer”, decían nuestros padres.

Cuando subieron las aguas, hubo que evacuar. Había que ponerse a salvo. Salvar primero la vida y luego, las pertenencias. No éramos suficientes para rescatar a todos. Y en el medio de la lluvia torrencial vimos al loco Anselmo con su bote, remando contra la correntada, ayudando a transportar a una familia. Todo el día, su figura oscura estuvo ayudando a la gente.

Una vez que pasó lo peor, el loco Anselmo volvió a su vida solitaria de antes, pero nosotros ya lo vimos con ojos diferentes.

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Título: El parto
Seudónimo: Coherencia

Todo estaba tan bien que no habíamos pensado en un posible adelanto del parto. La gruesa tormenta se había venido durante la noche con todo su poderío de rayos, truenos y ese viento arrechado que no dejaba de mojar todo ser que encontraba sobre la tierra.

No fue fácil prender el charre al asustado caballo. Cargar los bolsos, que aunque eran dos, no se debían mojar. Sara con las dos manos en su vientre al mirarme, apretaba sus labios con los dientes en señal de que todo estaba pronto.

Así salimos por el trillo tapados lo mas que podíamos por el viejo poncho patria y los sombreros de paño grueso. Al llegar al río, todo era un torbellino de agua que corría con gran fuerza. No daba paso. En la otra orilla, el pueblo y el calor de la casa de la partera. Poco le importó a Máximo cuando oí las palabras: ¡¡¡ya viene!!!

El llanto llenó la improvisada tienda hecha con el poncho y una vieja frazada. Nada se detuvo, ni el advenimiento… ni los truenos, ni la crecida del río.

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Título: En clase de astronomía
Seudónimo: Hubley

-Profe, ¿nos podría explicar el asunto ese del asteroide?

-Sí. En 1998 un grupo de astrónomos detectamos un cuerpo de gran tamaño con trayectoria hacia la órbita de la tierra. Pudimos determinar que la colisión ocurriría en el día de ayer.

-¿Entonces…?

-Informamos a las agencias espaciales americanas, europeas, rusas, chinas que resolvieron enviar una andanada de misiles para desviarlo.

-Se salvó la tierra entonces…

-Sí, pero, por un error de cálculo el asteroide cayó en la luna y desviaron su plano orbital.

-¿Y…?

-Resultó que ahora veremos la luna unas horas en el solsticio de verano, muy bajita en el horizonte, y sólo si no es luna nueva…

-¿Qué pasará ahora?

-Eso será su tarea para la próxima clase: un ensayo estudiando las consecuencias para Uruguay en, por lo menos, el clima, la economía y el arte.

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Título: La última misión
Seudónimo: Desértico

Los trasbordadores se alejaban de la nave nodriza a toda velocidad, los Tripulantes se dirigían a su última parada.

La misión “controlar los avances científicos para no destruir la naturaleza”.

Al finalizar regresarían a casa.

Son pocos los planetas con humanoides inteligentes como ellos. Se mezclan con los lugareños y hacen las recomendaciones pertinentes.

Ská y Tí estaban entusiasmados, hacia 48 años galácticos que estuvieron en el tercer planeta azul y querían ver los avances. Repasaron las bitácoras de las reuniones realizadas con un grupo humanoide llamado “SINAE” que estaban preocupados por la Reducción del Riesgo de Desastres.

Ajustaron las coordenadas.

Antes de llegar a la atmosfera, pudieron distinguir el estuario “del Plata” por su color marrón.

Al observar más detenidamente, ese mismo color cubría una gran extensión del territorio que llegaba hasta la desembocadura de un fabuloso río.

Recordaron la zona de selva que había allí, su asombro fue mayúsculo.

Había desaparecido.

Título: Le Voleur
Seudónimo: Icarus

Aquel 23 de agosto me agarró en la cumbre del Cerro Pan de Azúcar junto al tranquilo de mi viejo.

Lo cuento rapidito porque me limitaron los caracteres.

De pronto una ráfaga de 150 k/h nos embolsó a ambos y salimos volando por los aires. Al principio gritaba, después me entró a gustar.

No todos los días uno vuela.

Recorrimos parte de Maldonado, algo de Lavalleja, Canelones y al final Montevideo.

Nos llevó 14 días el periplo, menos mal que teníamos sándwiches en las mochilas y una botella de Fanta.

Un día apareció un pollo asado y un tupper de puré que pudimos cazar al vuelo cuando ya no quedaba nada de comida. Muchas cosas volaban alrededor y el viento no paraba.

Al final llegamos y caímos justo en la azotea de la casa de mis abuelos en Villa Biarritz.

Contentos fuimos a avisar a toda la familia pero nadie nos creyó.

El viejo estaba furioso por eso, pero al final se calmó cuando supo la noticia que había terminado la pandemia de Covid. Increíble la suerte.

Ah, y los ladrones no vuelan.

***

Título: Los niños y la lluvia
Seudónimo: Aliagus

Martín se tiró en el sillón y apoyó una de sus piernas en el posa brazo, mientras miraba el celular.

Desde la cocina, un aroma a carne asada llegaba hasta él.

Llovía a cántaros, hacía casi una semana que no paraba. “¡Que embole!, ¿Cuándo podré salir?”, pensó.

Su madre entró cargando a su hermana. “Vichala un ratito así termino la cena”.

La apoyó en la alfombra frente a él. La niña llegó a donde estaba su hermano y se paró. Extendió la mano intentando tocar el celular. “¡Salí Julieta, no seas pesada!”.

Otra vez la sentó y prendió el televisor. En ese momento el informativo anunciaba las acciones del SINAE frente a las tormentas que asolaban al país.

La niña, que jugaba tirando de los hilos de la alfombra, levantó la mirada hacia la pantalla cuando sintió llorar a un bebé. Su madre lo llevaba en brazos y atrás se veía una casa ruinosa. Gateó hasta el televisor, se sacó el chupete y se lo ofreció al niño.

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Título: Polanco-Barriga Negra
Seudónimo: Sapo

Fue la primera vez que un mapa tuvo sentido para mí.

Corría el año 1959, tenía ocho años, y Papá se preparaba, como cada temporada, para salir de caza con un grupo de amigos.

Escopetas, colchones, alimentos, tres o cuatro damajuanas de vino y “el Duque”, primero en subir a la caja de la Fargo, por miedo a que lo dejaran.

La lluvia se desencadenó a los pocos días, y lo que era una semana en un principio, comenzó a estirarse tanto, como mi corazón, angustiado por la ausencia.

No entendía, no tenía consuelo.

Así fue que mi hermana mayor, tomó su libro de geografía y me mostró un mapa diciéndome: “¿Ves?, acá es Polanco, y este hilito azul es el arroyo Barriga Negra.

Cuando pare de llover, el arroyo dará paso y entonces Papá volverá.

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Título: Primera pesca
Seudónimo: Majufra

Dicen que la inundación del cincuenta y nueve fue la más grande en la historia del Uruguay. La ciudad donde yo vivía tuvo que ser evacuada y los libros de la biblioteca, gracias a una ventana mal cerrada, navegaron por las calles de la nueva Venecia.

Cuando cesó la lluvia mi padre me llevó a pescar a la orilla de la ciudad. Él atrapó tres y yo uno sólo, grandote. Recuerdo que en el refugio lo sequé en la estufa y comencé a saborearlo lentamente, pero me gustó tanto que esa misma tarde devoré totalmente mi primera pesca: “Veinte mil leguas de viaje submarino”.

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Título: Que no venga
Seudónimo: Juan

Este cuento supera el límite de 1.000 caracteres requerido para participar del concurso. Fue incluido entre los nominados por un error del jurado y una vez constatada dicha equivocación se procedió a eliminarlo de la competencia. Pedimos las disculpas del caso.

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Título: Rancherío
Seudónimo: Dalmas

Mientras la luz de una cerilla alumbraba tenuemente la densidad del monte, allí nomás, un alambrado oxidado y laxo fungía de frontera entre la espesura y el pueblucho que se estiraba adormilado en cuatro manzanas de calles de tierra apisonada. Cincuenta ranchos de adobe y quincho, daban cobijo a trescientas personas. Pedro se despertó a las cinco, y con la tenue luz de los rescoldos de la estufa, encontró su ropa y se vistió. El perro paseaba nervioso, calibrando con su hocico la humareda. Cuando abrió la puerta las llamas habían arrasado medio rancherío. En trágica procesión de hijos y bienes, la gente corría levantando polvareda hacia la cañada cercana. Al mismo tiempo, los tirantes de madera ardían como yesca y los techos cedían cayendo con estrépito sobre objetos y personas. A lo lejos, los sonidos de una sirena de bomberos y el estruendo de las aspas de un helicóptero. Mientras, los albores de un nuevo día, delineaban en el horizonte la silueta de un fugitivo.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Catula

¿Me escucha? Una voz lejana entre sirenas y llantos trata de despertarme. "Lo llevaremos a un Centro de Salud, no se preocupe, va a estar bien".

Abro los ojos, hay mucha luz, los vuelvo a cerrar. Un sonido entrecortado y penetrante me torna a la realidad, estoy en un CTI.

Trato de recordar… mitad de la noche, golpes en la puerta, voces gritando "¡fuego, tienen que salir, hay que evacuar el edificio, ascensor no, por las escaleras!".

Voy bajando con dificultad y un empujón me derriba, seguido de un "¡salí de mi camino viejo!", luego oscuridad, hasta ahora. De esto hace un año. Hoy viernes en el hogar para discapacitados, como todas las semanas, espero a Pablo, el chico del empujón.

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Título: Solidaridad
Seudónimo: Doña Anselma

Puedo recordar esa tarde sin mayor esfuerzo; hasta la hora puedo recordar, pues coincidió con el tren de las tres. Y cuando creímos oír el estruendo de la locomotora, alguien gritó:

¡No es el tren, es el cielo!

Debo decir que solo esa vez en mi vida mis ojos vieron algo como aquello: nubes de extraños colores que el viento llevaba de un lado a otro y que de pronto se tornaban negras, llegando hasta la oscuridad más absoluta, al extremo de no vernos unos a otros. Todo se detuvo; por un instante todo se aquietó y al momento nomás el vendaval de viento y lluvia más espantoso del que tengamos memoria se abatió sobre la tierra. Duró un instante, pero fue suficiente. Temerosos y sin hablarnos nos fuimos marchando. Nuestra casa en ruinas; no quedaba nada. La desolación era total, hasta que empezaron a llegar los vecinos. Todos traían algo: una canasta con verduras, una gallina, hasta doña Anselma llegó con sus panes. En ese día terrible comprendí qué era la solidaridad.

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Título: Sueño profundo
Seudónimo: Julieta 14

Se reunían anualmente desde hace 15 años en diferentes lugares, para celebrar la amistad liceal. Esta vez, decidieron pasar el día en una isla del Río. Algo diferente a los asados en casa de alguno de ellos. Concretada la fecha, la emoción y el recuerdo los llevaba a campamentos de antaño. El barco salía a las 8.30 y soñaban con el Paraíso salvaje imaginado. Fueron llegando con sus bolsos y se acomodaron en la cubierta, con ayuda del marinero. De pronto sonó una sirena. Nunca se supieron de donde vino, pero una ola gigante los envolvió y sumergió sus sueños en el fondo del Río.

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Título: Temporal iletrado
Seudónimo: Tico Tico

El temporal se desbocó de tal manera que, salvo la última y la primera, se desprendieron todas las demás letras de Uruguay. Se podía leer: Uy.

Arrastrada por el agua, una letra e se incrustó en la o del litoral. Sí, literal. La ñ vio volar su techo y entró en conflicto con la n por un supuesto fishing en medio de la inundación. El caso es que el caos fue total. La h enmudeció, la b quedó como una p, la p como una q y derribada, la N mayúscula pasó a ser una letra clase Z. La L se mojó todita pero mucho no le importó, después de todo es una consonante líquida. Una i terminó con diéresis porque fue a parar a su azotea el punto de otra i desdichada que imploraba: “¡Hay que poner los puntos sobre las íes!” La w se descoló y una v se coló por el ático de una A que en la cochera de abajo alojó la ch de un coche chocado. Ya no hubo letrero que se pudiera deletrear ni oración que oyera un dios letrado pero la catástrofe, sabido es, siempre es temporal y ya llegaría el punto final.

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Título: Uruguay 1904
Seudónimo: Magnolia

Abrió el periódico esa mañana calurosa de enero preocupada por las últimas noticias sobre la Revolución Civil desatada recientemente, ’’ la más sangrienta de la historia del país’’ leyó con angustia y pensó que el país no estaba preparado para eso, no se pensó en la forma de enfrentar la tragedia que se avecinaba. Le llamó la atención un aviso en la misma página, llamaban a licitación para confeccionar las prendas de vestir de las tropas, vio una oportunidad de ayudar al país y colaborar en su hogar. Creó un pantalón cómodo para montar a caballo, le puso una pieza reforzada en la entrepierna lo que facilitaría enormemente al hombre subir al caballo apresuradamente. Esa pieza le permitió ganar la licitación. En pocos días montó su pequeña empresa que abasteció las necesidades de los combatientes mientras duró la reyerta, octubre 1904.

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Título: Vida en Streaming
Seudónimo: Titó

Nací un siglo después de la Pandemia del covid-19 al que algunos llamaron el virus chino. Por tanto los primeros contactos con mi familia y toda mi vida fue a través de pantallas. Algunas veces jugaba con algún niño de forma presencial porque era obligatorio, ya que el proceso de sanitización no ameritaba la experiencia.

Hoy soy un adulto independiente, rodeado de pantallas y vida en streaming. Pero todo eso cambió hace unos días, cuando los androides hackearon las redes y la nube. El Sistema Nacional de Emergencias Electrónicas, que resguarda los contenidos y nuestras memorias en la nube, dice que van a encontrar a los responsables de la falla que ocasionó la catástrofe. Lo cierto es que perdimos todo. Sólo nos queda el mundo real, ese del que me hablaron cuando era chico, pero yo no lo conozco ni recuerdo, porque el supuesto hackeo borró los archivos de nuestras memorias. Sé que algunos niños se criaron en ese mundo real sin pantallas y aún viven. Pero yo… tengo miedo de ser humano.

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Enlace relacionado
Concurso de Cuentos de En Perspectiva, llamados anteriores

Foto: Nicolás Celaya / adhocFOTOS