Concurso de Cuentos

Cuentos con humor: Los ganadores del mes de agosto para leer y escuchar

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Viernes 22 de setiembre

La Mesa de los Viernes dio a conocer los ganadores de la cuarta convocatoria al Concurso de Cuentos de En Perspectiva de 2017. En esta oportunidad, la consigna fue escribir “Cuentos con humor”. El honorable jurado encargado de evaluar los trabajos presentados estuvo integrado por Juan Grompone, Mauricio Rosencof, Ana Ribeiro, Alcides Abella y Gonzalo Pérez del Castillo.

Los cuentos ganadores serán premiados con una prenda uruguaya de lana fina de Don Baez, cinco libros de la Colección Lectores de Ediciones de la Banda Oriental y vinos finos de bodegas Giménez Méndez. Además, el ganador del primer premio recibirá una alhaja de Facello Joyeros.

A continuación, los cuentos preferidos de los miembros del jurado.

Cuento elegido por: Alcides Abella
Título: Los boniatos
Autor: Néstor Rodríguez Arocena
Seudónimo: El Quintero

Toribio contaba que había cosechado unos boniatos enooormes en su quinta. Entre copa y copa se jactaba diariamente de ello en el boliche.

Un día contaba que había hecho diez kilos de boniato asado; otro, que había hecho cincuenta kilos de dulce; otro, que había donado ocho bolsas pa’l comedor de la escuela. Y así, sucesivamente, iba incrementando día a día el volumen de la producción de su pequeño huerto.

Últimamente, le iban quedando los de tamaño más chico; aunque, según él, eran los más sabrosos.
Cierto día, un parroquiano ya molesto, le dijo:

—Dejate de cuentos y traeme cinco kilos, pa´probarlos… —a lo que Toribio contestó:
—¡Mirá si via´andar partiendo los boniatos pa´traerte cinco kilos!

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Cuento elegido por: Gonzalo Pérez del Castillo
Título: En la retaguardia
Autor: Gladys Matilde
Seudónimo: Ibirapitá

Los hombres de la guarnición Poncada esperan ansiosos los refuerzos prometidos y ¡las vituallas! Son 38 y sus estómagos silban cada vez más fuerte, cuando Aparecido Pérez, cabo raso y cocinero del contingente, se presenta y anuncia:

—Mi coronel, debo comunicarle que para “el rancho” del mediodía solo tengo: una costilla de vaca, un morrón y media cebolla. La tararira que usted pescó ayer se la comió el gato del teniente Flores y su perro Diógenes se robó los últimos chorizos, así que espero órdenes.

Con voz potente el coronel Iturralde decidió al momento:

—Cabo Pérez, baje al pueblo y pida una gallina prestada, cuanto más vieja y gorda mejor, ¡prestada! me oyó, ¡prestada! y diga que el heroico ejército de la patria agradecida se la devolverá con una docena de huevos después de la victoria. ¿Entendió?

—Más o menos, mi coronel.
—¡No importa, vaya y cumpla órdenes!

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Cuento elegido por: Ana Ribeiro
Título: Cuento corto
Autor: Osvaldo Oliver
Seudónimo: Bulico

El hombre ya pasaba los 70, jubilado de peón rural. En una yerra, enlazó de a pie un ternero que se había disparado rumbo a una cantera cercana. No lo pudo sujetar, el animal cayó por el borde pero él no soltó el lazo que se escurría entre sus dedos. Salvó al animal de una muerte segura, pero él perdió índice, mayor y anular de su mano izquierda, por lo cual le quedaron solo dos dedos: pulgar y meñique.

Era parroquiano del almacén y bar “El Repecho”, adonde concurría casi todos los días a tomarse una cañita y jugar un truco. Sin que él lo supiera, otro parroquiano, pícaro para los sobrenombres, le puso “Cuento corto”, porque en su mano izquierda tenía solo dos dedos: este encontró un huevito… y este se lo comió.

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Cuento elegido por: Juan Grompone
Título: Otoño
Autor: Elina Majul
Seudónimo: Justine

Había pasado toda la mañana recorriendo el barrio con mi madre en busca de una hoja. En el patio de mi casa había muchas hojas porque teníamos un árbol de tilo y muchas plantas. Pero ahora buscaba una hoja que no era ninguna de esas. La maestra había pedido: una fruta de otoño y una hoja de garbanzo. La fruta de otoño era fácil de conseguir en tiempos donde las frutas eran las de estación y la provisión del barrio estaba surtida de peras. El problema era la hoja de garbanzo. Ningún vecino tenía esa planta. Así que sin más recursos, mi madre me mandó con una hoja de tilo.

Todavía recuerdo la cara de compasión de mi maestra de primer año cuando saqué la pera y la hoja de tilo, mientras los otros niños sacaban sus peras para dibujar sobre la hoja de garbanzo que no era más que la hoja amarilla de dibujo. Ese día aprendí que la pera es una fruta de otoño, que el garbanzo es amarillo como la hoja de dibujo, y que los profesores de Idioma Español como mi vieja no saben de Dibujo.

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Cuento elegido por: Mauricio Rosencof
Título: El mudo
Autor: Alicia María Fernández
Seudónimo: Canopus

Doña Clara me lo dijo apenas entré -lamento molestarte, en realidad no tiene fiebre, mentí, tiene tres
años y no habla una palabra. Vamos a verlo, dije sin molestarme. Alfonso jugaba con unos autitos. Me acerqué, le di un beso, pero ignoró mi presencia. Pregunté donde podía lavarme las manos y con una manito señaló una puerta a mis espaldas. Escuchaba, de eso no cabía duda. Lo examiné sin encontrar ningún elemento que me preocupara. Mutismo repetía la abuela, eso nos dijeron que tiene, mutismo. Antes de retirarme me despedí de él y dirigiéndome a la abuela pregunté –¿de donde habrá salido este niño tan lindo?, y Alfonso respondió sin titubear, de una y en un lenguaje perfecto propio para su edad: “del mismo lugar que vos, pero yo de la cola de mi mamá y vos de la tuya”.

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Cuentos ganadores

Tercer premio

Título: El latón
Autor: Néstor Rodríguez Arocena
Seudónimo: Abuelo Guillermo

Una de las costumbres diarias de mi abuelo durante el verano, consistía en poner a entibiar al sol, durante toda la mañana, un gran latón con cincuenta litros de agua dulce extraída del aljibe.

Según él, bañarse con esa agua era muy saludable para la piel, ya que aportaba vitaminas y sales minerales que no tenía el agua potable de la cañería.

Mientras el abuelo dormía sus dos horas diarias de siesta, mis hermanos y yo hacíamos travesuras de todo tipo, que muchas veces consistían en guerrilla de terrones, lo que invariablemente terminaba con el agua del latón totalmente estropeada.

Para reparar el daño, volcábamos el agua, llenábamos de nuevo el latón con agua de la canilla y le poníamos una caldera de agua caliente para la lograr la tibieza necesaria.

El abuelo se levantaba de la siesta directo a sus diarias abluciones, mientras que nos decía: ¡Esto sí que es salud!

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Segundo premio

Título: Eclipse
Autor: Carlos Aloice Ascorreta
Seudónimo: Venus de Milo

En el barrio le decían Marilyn. Esa rubia voluptuosa nos tenía locos a todos. Ni siquiera Don Roque, el carnicero, pudo escapar a sus encantos; casi pierde un dedo en la sierra cuando la rubia se arrimó al mostrador, insinuante, y le pidió dos kilos de pecho cruzado. ¡No había “necesidá”!

A los más veteranos, que alimentaban palomas en la plaza, se le salían los ojos de las órbitas al verla pasar con su pequeño perro Caniche. La botijada no estaba menos turbada, pero querían algo más. Fue así que juntamos unos mangos y compramos un telescopio de segunda mano. Solíamos reunirnos en casa para observar hacia el tercer piso de aquel edificio. Era un placer ver a la diosa así, como Dios la trajo al mundo. Una noche apareció un tipo al lado de ella y cerró abruptamente las cortinas. Se nos acabó la fiesta. Mamá, que sospechaba sobre nuestra repentina afición por la astronomía, nos preguntó: ¿Algo nuevo en el cielo? Eclipse total de Venus, respondimos al unísono.

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Primer premio

Título: La obra
Autor: Luis Albornoz
Seudónimo: Angelito Negro

El padre nos dijo que todos los niños que habíamos tomado la comunión, teníamos que participar en un pesebre viviente. Yo me afilé para ser el Niño, pero la maestra que dirigía el teatro dijo que como soy afrodescendiente, era mejor que fuera un angelito, para que la gente tomara conciencia de la discriminación y otra cosa que no me acuerdo.

La obra iba fenómeno, hasta que empezaron a filmar videos y sacar fotos. Yo ponía mi mejor sonrisa, siempre pegado al Niño, hasta que uno de los pastorcitos, que me tenía envidia, me dijo: “correte negrito, no tenés vergüenza de andar con esas alitas”. Entonces lo emboqué con la guitarrita.

El tipo me cazó del ala, la angelita trataba de apartar, pero se armó terrible revuelo. Nos sacaron a todos de apuro hacia la sacristía, mientras el coro cantaba “aleluya, aleluya”. Ahí nos fueron empujando para la calle, mientras por los altavoces, escuchaba que el padre despedía a la gente con un “podéis ir en paz”.

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Premio de los oyentes

Título: De sordos
Autor: Leandro Scasso Burghi
Seudónimo: MCM

Don Carlos, el concesionario del parador El Tronco, vive acosado por los avisos de desalojo de la intendencia. Se queja amargamente con todos los que pasan por su mostrador de ida o de vuelta de la playa. Es que recibió el último aviso y él cuenta los detalles de la intimación con textuales palabras.

En su versión, el ultimátum acentuando en la última u, suena enfático y definitivo: “Esta vez va en serio. Recibí el ultimatún”.

Un cliente habitual de todos los veranos, montevideano con casa en la 23 y caracterizado por una sordera pertinaz, le contesta con soltura: “Don Carlos, usted sí que sabe mimarnos. Siempre con los mejillones más frescos, los pejerreyes recién sacados… y ahora se nos viene con el último atún” y sigue su camino.

El diálogo y los protagonistas ingresan en la leyenda de la playa. Nunca se sabrá si la confusión del cliente fue real o aparente para evitar un pedido de favores.

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Secretario del Jurado: Ricardo Soca
Locución: Rafael Mandressi, Rosario Castellanos
Producción cuentos versión audio: Fernanda Gómez Pascual
Guión: Fernanda Gómez Pascual
Puesta al aire: Ariel Gómez

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Crédito imagen en Home: Wikimedia Commons.