Concurso de Cuentos

Cuentos con asado: Conocé a los nominados por el jurado

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El Concurso de Cuentos de En Perspectiva te invita una vez más a ser parte del jurado y votar para definir el “premio de los oyentes”. Aquí están publicados los “cuentos con asado” nominados por el Jurado, y al final de la página el formulario para votar.

La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 01.11.2018 a las 12.30 hs. Muy pronto daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

Concurso de Cuentos de En Perspectiva 2018

Edición: tercer llamado, octubre de 2018
Consigna: Cuentos con asado
Jurado: Juan Grompone, Alcides Abella, Ana Ribeiro y Gonzálo Pérez del Castillo

Cuentos nominados

Título: Sin título
Seudónimo: Amanda

Estábamos en el apartamento de Pocitos cuando nos avisaron. Llevábamos cinco años separados, pero la desazón fue la misma que siempre provoca la noticia de la muerte.
Primero silencio, luego elogios; que era bueno, que era honesto, que te quiso hasta el final…
La hija de mi amiga, que por entonces tendría siete años, dudó antes de suspirar: "entonces ¿ya nunca más vamos a comer un asado de verdad?"
Como un fogonazo lo vi -¡tantas veces!- junto al parrillero, joven y sano, veterano y ya enfermo; sentí su perfume y el aroma de la leña de monte; oí el murmullo del Olimar y los susurros del Conventos…
La mano de la nena me trajo de nuevo. "Tenés los ojos rojos y con lágrimas!"
Todos me miraban.
No es nada, le sonreí, es por el humo…

***

Título: Asado y dudas
Seudónimo: Arturo Lima

Mateo en su lugar lo habría hecho sin dudarlo. No tenía pruebas, pero algo en sus entrañas decía que así hubiese sido. Esas mismas entrañas que hacía días exigían furiosas alimento.

El vínculo con Mateo se remontaba a una semana atrás, cuando ambos abordaron el mismo vuelo con destino a alguna isla paradisíaca. La suerte quiso encontrarlos días después en una isla, aunque las circunstancias luego del accidente la hacían distar del paraíso.

El fuego ardía y el hambre era insoportable pero las dudas le impedían dar el siguiente paso.

Quizás Mateo tuviese familia. La carne empezaría a chamuscarse en pocos minutos. Una esposa, una hija. El olor a grasa quemada le causaba aún más hambre. Quizás el Dios al que tanto temía lo estaba observando. Quizás mañana tuviese mejor suerte con la pesca. Quizás pudiera rendirse al hambre. Quizás.

Las entrañas rugieron por última vez. Probó el primer bocado con dudas pero sin culpa. Nunca sabría más nada de Mateo y sin embargo jamás estaría tan unido a él.

***

Título: Gato por liebre
Seudónimo: Atila

Si bien no me caía para nada bien, en aras de una buena vecindad accedí a ir a comer un asado. Era la tercera vez que me invitaba, se me hacía difícil inventarle algo y ciertamente luego de que Atila -mi perro fiel- se perdió no tuvimos más discusiones. Así que me comprometí a llevar la bebida -ya que no era de mi agrado, debía asegurarme de tener alcohol suficiente para soportar la velada- y partimos con la familia a la casa contigua.

Escuché sus historias durante 3 o 4 horas mientras asaba el cordero.

-No sabés lo que es esto, una crema.
-Si, tiene buena pinta, dije, intentando ser cortés y pasando por alto que utilizara carbón.
Comimos, reímos, producto de que el whisky había limado completamente nuestras viejas asperezas.

Amablemente me pidió que sacara el postre del freezer.
– Tenés que buscar el helado en el fondo, me gritó desde la barbacoa.

Estaba repleto, saqué una bolsa de papas y moví unas hamburguesas. Abajo no había un balde de helado sino la cabeza de Atila hecha un bloque de hielo.

***

Título: 2084
Seudónimo: Sopa de verduras

Amigos: Asado suspendido. Conocíamos el riesgo. Hordas de veganos rodearon mi casa. Lograron infiltrarse en todas las comunicaciones. Mando este aviso por paloma mensajera. Pronto entrarán, destruirán el último parrillero del barrio y me llevarán con ellos, como le sucedió a Antonio. Cuídense. No lo intenten más.

***

Título: Pato asado
Seudónimo: Demóstenes

A la granja cayó del cielo un muchacho balanceándose prendido a un mantel tomado por las puntas. Para sorpresa de la dueña de casa el joven le relató que su padre había fabricado un motor de avión y para probarlo lo había colocado en la mesa del comedor. Con toda la familia a bordo la mesa se levantó del suelo y tomó altura. Luego de volar un rato, siguió diciendo el chico, atravesamos por el medio a una bandada de patos, la hélice desplumó dos o tres, el calor del motor los asó y mi madre los sirvió sobre el mantel. Como estaba hambriento, sin esperar a los demás me abalancé sobre uno de los patos asados. Fue entonces que mi padre me miró severamente y me ordenó retirarme de inmediato de la mesa, y aquí estoy.

***

Título: El humo y tú
Seudónimo: Don Quijote

Nunca más te pude olvidar, después de aquella noche en que te descubrí detrás de la cortina de humo del asado.

Buscaste la dirección del viento, pero él, cómo atraído por ti, se fue corriendo hacia donde tú estabas. Siempre dándote de frente, fue dejando tus hermosos ojos llenos de lágrimas y de aquel color rojizo como el atardecer que moría en el río.

Hoy asciendes con el humo de cada asado al firmamento, dejando tu sonrisa derramada entre las estrellas, la guitarra, y en la canción de amor que ahí nació, para no morir jamás.

***

Título: Velada nocturna
Seudónimo: Ella

El tiempo invitaba a prender el fuego del parrillero, ya que pronosticaban una noche cálida con cielo despejado.

Preparó la mesa con el mantel, las copas y los cubiertos de su abuela. En el centro colocó un arreglo multicolor de flores de
estación y varias velas rojas.

Colocó los bocaditos que terminaba de preparar: pequeñas tartas con mayonesa y caviar; frutos secos con nuez, panceta y
roquefort; una tabla de fiambres y quesos; una botella de vino blanco y otra de cabernet sauvignon.

Limpió la parrilla sobre el fuego, prendido una hora antes. Con abundantes brazas, colocó la tira de asado y la pulpa mechada,
untada con mostaza, envuelta en papel de plomo.

Poco después sonó el teléfono. El, explicaba el motivo de su ausencia. Ella, sin responder, depositó el celular entre las
cenizas.

***

Título: Interplanetario
Seudónimo: Esgunfio

Los adelantos tecnológicos hacia el año 2055 eran notables, aunque algunas costumbres ancestrales permanecían vigentes.

La misión de rescate hacia Ganímedes estaba lista en la plataforma teletransportadora que los depositaría en segundos sobre la Estación Espacial Júpiter.

Desde que la expedición exploratoria había llegado al satélite, nada se sabía de ella. Era el primer intento del ser humano en pisar este astro, cuya atmósfera contiene cierto nivel de oxígeno. El instrumental de la Estación sólo había captado rastros de un extraño humo sobre un punto de la superficie, lo cual presagiaba lo peor.

Ya en la Estación, abordaron la nave hacia el destino final expectantes, tensos. Al arribar al lugar a los pocos minutos, se sorprendieron gratamente al ver al comandante de la expedición acercarse a recibirles.

¡Bienvenidos! -dijo- Se nos averió el sistema de comunicaciones. Vengan por aquí. Para celebrar el objetivo alcanzado, ¡el uruguayo está haciendo un asado!

***

Título: Piropo
Seudónimo: Ilusionado

– Volvió mi hermana de Francia. El sábado tenemos asado, te esperamos.

A pesar de mi resistencia WhatsApp estaba siendo útil. Hacia más de 15 años, cuando emigró, que no veía a Isabel.

Inmediatamente recordé sus increíbles, bellísimos ojos verdes infinitamente superiores a mis vulgares marrones. Llegue pasado el mediodía, saludé en voz alta para hacerme oír, estaba toda la barra.

-¿Isabel?

-En el parrillero de asadora- contestó su hermano. La encontré y todos mis recuerdos se confirmaron. Comentamos de la suerte que no lloviera, de cómo pasa el tiempo y otras originalidades al uso. En un momento cruzamos las miradas, reviví el día anterior a su partida también hablando de bueyes perdidos, nuestras miradas, la misma atracción y, como ahora, desechar cualquier posibilidad de gustarle.

Una inesperada ráfaga de viento arrojó todo el humo sobre mis ojos. Mientras parpadeaba lagrimeando, Isabel, su dulce voz dijo – Es que el humo busca los ojos lindos…

***

Título: La buena compañía
Seudónimo: Azul

Nada como un tibio día de primavera para ponerlo a uno más contento.
Las ganas reaparecen y uno ensilla silbando y sale al trotecito para el campo.
Un pique para reparar allá, una oveja abichada metida en el monte, la majada en la aguada, el pasto verde y el cielo azul.
Lindo para salirle a un asado esta noche, el ánimo está para festejar, pensé sonriendo.

Apenas los cerros se volvieron azules, arrimé leña al centro del patio y al ratito ardía la hoguera. Clavé en el suelo el palo con la paleta de oveja y arrimé el vino.
El Pardo y el Overo se echaron por allí, acompañando. La grasa chillaba al caer sobre las brasas.
La soledad es mala consejera, solía decir mi madre. Más vale solo que mal acompañado, retrucaba mi padre.
Eso dijeron los dos cuando la María se me fue con otro.

Las llamas iluminaron la noche, el asado estaba pronto.
Bueno, dije, arrímense al asado, compañeros. El Pardo y el Overo se me acercaron aún más en la soledad de la noche.

***

Título: La memoria no es compasiva
Seudónimo: Peplus

Hacía más de cinco años que Esteban no regresaba a Uruguay. Debía firmar unos papeles y retornar a Berlín.

Llegó un domingo al mediodía y en un taxi se dirigió a un hotel céntrico. Le indicó al conductor el trayecto a seguir.

– Tome por el Camino Carrasco y circule despacio por favor.
– Si, señor. ¿Prendo el aire acondicionado así puede subir su vidrio?
– No, gracias.

Esteban fue orientando el recorrido y solicitando sorpresivas paradas. Al detenerse, respiraba profundamente, como suspirando.

El chofer le pregunta:

– Perdone, señor. Usted debe tener muchos recuerdos de Montevideo ¿verdad?
– Sí, algunos.

Una vez en la habitación y tirado en la cama, pide que le suban desde el bar una botella del mejor tannat que dispongan en stock.

El martes, regresó en un taxi al aeropuerto y le pidió al chofer que fuera rápido y por el camino más corto.
Cierra su ventanilla, ya que los aires de la ciudad son diferentes a un domingo. El asado no está, y los árboles de coronilla o espinillo duermen en el monte.

***

Título: El asado de Pedro
Seudónimo: La pura verdad

Pasé tanta vergüenza que al final, dejé de hacer el relato ante mi clase de la escuela pública de avenida Maipú. Pedro, era un amante incansable del asado. Cada vez que mi abuelo Juan prendía el brasero y colocaba unas entrañas en la parrilla, comenzaba una danza y un griterío propiciatorio para asegurarse su jugosa porción de carne. Era exigente, lo quería jugoso.

Mis compañeros de clase e incluso mi maestra, se burlaban de mis relatos de la manera más cruel. Un día me animé, junté un grupito de compañeros y a la salida de clase nos fuimos hasta mi casa, de alguna manera había que llamar a esa construcción provisoria del barrio Florida. Mi abuelo estaba avisado y tenía todo pronto. Fueron ocho cuadras de un viaje interminable debido a las bromas pesadas. Hasta que llegamos al largo pasillo de entrada y nos encontramos con Pedro, mi loro multicolor que saboreaba en un absoluto silencio su suculento pedazo de entraña. No solo el loro guardó un largo silencio.

***

Título: Leña, brasas y cenizas
Seudónimo: A brasa 2

Héctor veía cómo la leña se convertía en brasas. La carne estaba sobre la parrilla. Los amigos reunidos alrededor de una gran mesa conversaban, bebían, reían. Los 70 años habían llegado sin saber cómo. La leña erguida le reflejó el comienzo de su vida. La expectativa.

Movió las impetuosas brasas con el atizador. Le parecieron su trabajo de obrero, su matrimonio, sus hijos, el mejor tiempo. El fuego.

-¿El asado para cuándo?, escuchó que le gritaban.

Y Héctor lo hizo para todos los gustos. Jugoso, cocido, crujiente. Acercaron los platos. Comieron, brindaron chocando los vasos con vino. Por muchos años más. Risotadas, conversaciones subidas de tono y tristonas, anécdotas laborales. La vida.

Los amigos se fueron. La mesa quedó para levantar, los platos para fregar. El lunes Héctor empezaba la quimioterapia.
Miró las cenizas en el parrillero. La decadencia. Juntándolas pensó: La vida es un auténtico asado.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Nostalgioso

En la barra del Parque Batlle Julito era un loco suelto. Para nosotros, un héroe. Ganador con las mujeres, simpático con los profes, pésimo estudiante y buen compañero. Completito.
Un día la vida le pegó con un fierro.
En camino a Punta del Este, el auto familiar chocó de frente con un ómnibus y murieron sus padres, sus dos hermanas y Bengi, el perro. Pero Julito se salvó.
Se fue a vivir con unos tíos a Barcelona. La mayoría de nosotros le perdimos el rastro.
Le fue muy bien en los negocios y se hizo rico. Pero no tan bien en el amor. Tuvo muchas mujeres, pero no consolidó una familia, porque se negaba a tener hijos.
De buenas a primeras, un diciembre del 2010, decidió pegar la vuelta.
Juntó a toda la barra y armó un asado como dios manda. Terminamos comiendo a lo bestia y mamados hasta las patas.
Pero estaba muy sobrio cuando dijo: “No puedo más, extraño hasta el olor de Montevideo. Vine a morirme acá, con mis amigos de siempre.”

***

Título: Lentitud
Seudónimo: Malvón blanco

Domingo. Ya todo cumplido en tiempo y forma, desayuno, preparativos y corridas, Juan podía, por fin, poner cabeza en el asado. Entrecerró los ojos para los detalles: la parrilla limpia que esperaba el ritual como madre a sus polluelos, la leña negra que iría poniendo temeroso de gastarla y el mejor tinto. Hoy a la tira de asado le voy a agregar berenjenas, aunque sea blanco de chistes de género, pensó. En un abrir y cerrar de ojos, pronto estuvo ante las brasas sintiéndolas en el plexo solar. Llegó el Flaco, Gloria, don Polo y Nancy. La charla fue compitiendo con el crepitar del fuego y la carne con el mundo de labios de Gloria, provocadores a rabiar.
Los chistes de Nancy, de un verde directamente proporcional al tiempo de viudez, el aplauso p’al asador propuesto por don Polo, justo antes de arañar la guitarra. Señor ¿se sirve refresco? La azafata parecía una aparición. El avión a Lisboa, su futuro hogar, seguiría cortando el cielo del domingo con la lentitud del mejor asado.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Orejano

Se respiraba la Navidad.; en el perfume de los jazmines, en las cantarolas que se oían, en el humo de los parrilleros que se elevaba por el aire. Una tonta discusión familiar, un violento portazo. Encendí un cigarrillo al salir. La noche estaba extrañamente fresca. Caminé por callecitas empedradas, sin rumbo, cabizbajo, cargando las cosas que había llevado para la celebración. Un fueguito lejano llamó mi atención y me atrajo hacia él como un imán. El linyera no dijo nada, pero entendió la situación. Alisó su larga barba e hizo un gesto para que me acercara. Nos sentamos sobre cajones de verdura al lado del fuego. Me ofreció un vinito que acepté gustoso.
Mi orgulloso asado aterrizó en la inestable parrilla junto a la humilde falda. Escuchamos el crepitar de la grasa goteando sobre las brasas, extasiados. Fue el asado más rico que comí en mi vida. Los fuegos artificiales iluminaron la noche.
¡Salud!- dijo el barbudo, alzando su vaso de vino.¡Salud amigo!- respondí emocionado.

***

Título: Astillas
Seudónimo: Puentes

El anciano tambaleando acomoda un sillón junto al alto muro de ladrillos que lo separa de sus vecinos. Comprueba la dirección del viento. Sonríe. Ya sentado cubre sus piernas con una manta. Atento espera escuchar al vecino preparando el fuego para el asado. Y espera, y espera hasta que el humo invade su jardín y el olor a asado lo cubre todo. Cierra los ojos, inhala profundo.
Papá, ¿puedo correr las brasas? Cuando seas grande. ¿Y yo que soy grande? pregunta su hija. Hacelo, pero con cuidado. Viejo, la ensalada está pronta.
¿Traigo el pan para los chorizos? Papá, ¿jugamos a la pelota? Despacio que después tu madre se queja si rompemos las plantas.
Las horas pasan, los recuerdos de su mujer fallecida y los hijos ahora en el exterior perduran, cuando de pronto escucha: ¡Un aplauso para el asador!
El sol ya no calienta. Ayudado por un bastón entra lento a la enorme soledad de su casa, pero está contento. Sabe que no hay nada mejor como pasar los domingos comiendo asado con su familia.

***

Título: Discusión
Seudónimo: Sabedores

– Te digo que los chorizos se ponen más lejos del fuego pero a la misma vez que la carne – dijo Luis tratando de mantenerse en pie.
– ¿A mí me vas a decir cuando se ponen o no se ponen? ¡Haceme el favor! – respondió Aniceto mientras volcaba en el vaso la última gota de la cuarta botella de amarga.
– Claro que te digo, ¿qué no te voy a decir?
– ¿Qué sabrás vos? Andá a traer algo pa’ regar esto que ya empezó a largar brasa y me muero de calor.
– No me muevo de acá hasta verte poner las cosas, porque los chorizos van junto con la carne.
– Mirá que sos porfiado. Andá a buscar algo pa’ tomar. Se me está secando la garganta.
– Te digo que no me voy a ir hasta que acomodes la parrilla.
– ¡Pero la gran puta! Está bien, traé las cosas que las pongo.
– ¿Dónde están las cosas?
– Donde las dejaste
– ¿Quién?
– Y vos. ¿Dónde dejaste lo que le compraste al Tito?
– Yo no compre nada.
– ¡Pero la gran puta! ¿Entonces qué vamos a poner?
– Vamos a poner lo que te digo, los chorizos y la carne a la misma vez.

***

Título: Carnes y transacciones
Seudónimo: Pili

Son muchas, demasiadas. Viven al margen y colgadas de un hilo penden mutiladas de oportunidades.
Son marginadas, pertenecen a otra estética y emplean otros lenguajes.
Se trata de jóvenes y niñas que sin presente ni futuro van con el ánimo de sobrevivir luciendo estrepitosas sonrisas desdentadas que, como muecas tristes, sin aliento, sin voz, nos interpelan evidenciando nuestra impotencia para traerlas hacia acá, al lado de la ternura y la leche tibia.
Ellas portan la lámpara que ilumina un camino que no debería existir y que nos avergüenza mostrando la ignorancia, la pobreza, el arroyo muerto, la basura y el hedor, y ni siquiera hay pizarrones ni abecedarios ni gramática que permitan escribir su grito.
Esas niñas y jóvenes llegan a veces a mi escritorio de Licenciada.
Entonces pregunto: “¿por qué razón fuiste a vivir con un hombre tan mayor que ni siquiera quieres? ¿Y tuviste hijos con él?”
Y de manera implacable me responden: “mi familia, me vendió por un asado y unos litros de vino”.

***

Título: El asado de los jueves
Seudónimo: Parrillero

Las brasas repicaban al ritmo de las gotas de grasa. Los chorizos tenían el color que indicaba que en poco los tres hombres disfrutarían de una picada fantástica. Juan puso las tiras de asado en la parrilla y le agregó sal por encima. Este ritual se repetía todos los jueves.

-Esto de Miguel no tiene gollete- Se quejó Rubén.

-Cuatro semanas que falta- Agregó Juan.

-Una mina. Seguro que es una mina. Son su debilidad- Acotó Fernando.

-Seguro que es eso. Y como vos decís, no tiene gollete- Fernando empezaba a cabrearse.

-Abandonarnos por una mina- Se convenció.

-Ninguno de nosotros resignaría esta reunión por estar con una mujer. Lo digo porque he tenido muchas discusiones con Alejandra para venir. Y no claudico. El asado con los amigos es sagrado- Levantó la copa de vino para brindar.

-Yo no los abandono muchachos- Y volvió a reflexionar

-Por una mina. Lamentable-

Lejos de allí, Alejandra prendió un cigarrillo y se lo pasó a Miguel. Ambos, desnudos, disfrutaban de otro jueves de placer.

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Título: La máquina del tiempo
Seudónimo: Terremoto con durazno

Cuando logramos terminar de construir la máquina del tiempo nos dimos cuenta de que tenía un defecto, nos iba a dejar viajar una sola vez a cada uno.

Yo sin dudarlo fui a comprar dos kilos de asado, un par de cervezas, papas y boñatos.

Preparé el asadito, y me subí a la máquina. Antes de emprender el viaje mi socio me preguntó si ya sabía a dónde iba y por qué llevaba toda esa comida. Yo le respondí con una sonrisa de oreja a oreja, ¿A dónde más, amigo? A celebrar con mi abuelo, me voy a julio del 50.

***

Título: Asado a la Riviera
Seudónimo: Salinero

Éramos recién casados trabajábamos mucho pero los recursos pocos, una motito era nuestro medio de transporte. Cuando estaba lindo saboreábamos un asado “a la Riviera”. Mochila, un kilo de asado, pan, unas naranjas y arrancábamos. Neptunia era el destino, buscábamos un lugar apacible al lado del arroyo, ahí armábamos la parrilla, con uno de los estantes de nuestra pequeña cocina Tem Riviera, piñas y palitos de acacia eran el combustible. Para cualquiera, un asado cachiporrero, para nosotros la excusa perfecta para disfrutar y disfrutarnos. Pasó el tiempo, habremos comido mil asados, con el sabor del “a la Riviera” jamás… Cuando nos encontremos en la otra vida… quizás.

***

Título: El verdadero asado
Seudónimo: Trinity

Si bien éramos de las familias más pobres del barrio, en casa comíamos siempre un buen asado. Toda una proeza para una familia donde el único ingreso fijo era el de mi padre que trabajaba -salteado- de albañil.
En la escuela no me creían, pero me tenía sin cuidado. Sabía que era cierto, incluso, cuando mamá tenía la suerte de limpiar en alguna casa yo lo cocinaba.
Todos participábamos. Al ser la mayor, me tocaba ir al molino donde me daban un poco de polenta que quedaba del barrido.
Uno de mis hermanos -era una tarea de hombres- pedía huesos en la carnicería del tano Fiori que hasta tenían carne. Luli que era la más desfachatada pedía, a los feriantes de última hora, alguna verdura un poco pasada para el caballo, ese, que no teníamos.
Con eso, mamá guisaba todo y hacía un asado para chuparse los dedos.
Hasta que, al cumplir 15, una tía me invitó a comer. ¡Pidió asado con fritas, “qué aburrida!” pensé. Cuando le trajeron un exquisito costillar humeante, preferí creer que se equivocaron.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Ultegra

El cliente llegó al galpón de la carpintería, nada extraño, un banco de carpintero, serruchos, cepillos, garlopas, macetas, formones, muebles y aberturas a medio terminar. En una pared las prensas, los sargentos. En el piso viruta, aserrín, recortes de maderas. En el aire, los conocidos aromas. Detuvo la vista en los tirantes que sostenían el techo: huesos colgados. Trozos de costillas, algunas palabras y números los acompañaban. Se los quedó mirando. -Buenas tardes, saludó el veterano carpintero, que advirtió dónde centró la atención el recién llegado. -Son los asados… le dijo sonriendo y elevando la vista. -Los guardo como recuerdo, de cada asado un hueso, con la fecha, el lugar donde lo hicimos y quienes fueron los comensales. Bajó uno al
azar. 23/04/74, La Charqueada; Goyo, Rubito, Coco, Toto, José Pedro, Gallego… -Perdón, lo estoy entreteniendo, ¿en qué le podemos servir? preguntó con los ojos nublados.

***

Título: Tristán Narvaja
Seudónimo: Castel Mare

La noticia lo asustó. Ni sabía de ese tío lejano, que le dejó de herencia, además de dinero, un apto en un barrio finuli, con tres dormitorios, dos baños, portero 24 horas y un patio amplio con juego de jardín y sombrilla de 3 metros.

Esa noche, se arrellenó en uno de los sillones del patio, y durmió de cara a la luna que era lo más parecido a sus pagos.
Algo faltaba. Y él lo sabía.
Así que fue a la Feria de Tristán Narvaja y se hizo de un medio tanque.
Luego pasó por la carnicería, compró unas tiras de asado, y leña para el fuego. El tinto ya lo tenía.
Ahora sí, se sentía más en ambiente.
Canturreando un tango de Gardel, el almuerzo quedó listo.
Las ventanas de los aptos que daban al patio, se abrieron una tras otra.
-¡Ey! ¡No sabe que acá está prohibido hacer asado! ¡Nos está ahogando con el humo!
El muchacho levantó la cabeza impávido, y contó los aptos.
Cortó seis trocitos de asado, los puso en una bandeja y, puerta por puerta invitó a sus vecinos.
Desde ese día, todos esperan el domingo.

***

Título: Un espacio vacío
Seudónimo: Indecisa

El espacio permanecía vacío…intocado. Ella había respetado una norma: debía ser un espacio reservado sólo para su sagrado fin. Pero el tiempo había pasado y dar ese paso era necesario.
Sería algo simple pero difícil de hacer, pues cerraría la espera imposible de aquello que ya no volvería. Los recuerdos oscilaban entre la angustia que anudaba la garganta y la tibieza de los buenos momentos compartidos que ponían una sonrisa en el alma: los preparativos del ritual, las conversaciones animadas, los aromas y las horas que prolongaban el encuentro. La vida
ahora seguía…a su manera…tomó la planta más bonita que había elegido y la colocó con cuidado en su nuevo sitio…aquél en el cual ya no crepitaría la madera para formar las encendidas brasa sobre las cuales la parrilla sostendría el asado que, como cada domingo, reunía familia y amigos en aquella especie de sagrado ritual.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Vinotinto

La atmósfera de aquel atardecer era ideal.
En la penumbra, siluetas oscuras se movían alrededor de las parrillas atizando la lumbre esparcida como una ciudad encendida en la oscuridad de la noche.
Sus rostros se iluminaban cuando se asomaban a los fogones para sacar jugosas tiras de carne que hacían cantar las brasas con cada corte.
Mirábamos embriagados las parrillas con apetitosa ansiedad, mientras los vasos de vino volvían a llenarse y el humo nos iba sumergiendo en una bruma olorosa que todo lo impregnaba.
El chirrido de las brasas se mezclaba con la lejana conversación de los demás en un murmullo hipnótico del que, cada tanto, sobresalía un ¡quiero, retruco! entreverado con alguna carcajada que festejaba un cuento campero.
—Le traigo la compota de manzana, es lo que está autorizado a comer por ahora —sentenció la enfermera con brusca autoridad, encendiendo la luz de la habitación. —Pero no se preocupe – susurró compasiva – es posible que la semana próxima ya le den de alta.

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Título: Sin título
Seudónimo: Winckie

Siempre me negué a creer en la frase que dice: “hay amigos que solo son para un momento de la vida”. Tal vez fue por eso que lo llamé a José cuando volví al pago después de tanto tiempo.
Habían pasado veinte años, y nada mejor que esperarlo en casa con un buen asado de aquellos que nos hacia mi padre.
El crepitar de la leña de monte al arrancar el fuego, evocaba aquellos tiempos.
Ahora nuestros hijos jugaban y José y yo comenzábamos a charlar.
Hasta que esas dos palabras que me dijo, cayeron como un rayo que destruye un momento mágico: “soy vegetariano”.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Volvedora

Como bocanadas de un gigante fumador, las improvisadas nubes se elevaron en danza lenta, serpenteante; y el olor que despedía me hicieron deambular en un submundo que evocaba mi tierra, mi familia, otros domingos… Un simpático grito seguido de un estruendoso aplauso me devolvió a mi patio y a descubrir que mis nuevos vecinos eran, además, compatriotas. ¿Recién llegados? Yo hacia bastante tiempo había renunciado/abandonado/olvidado ese ritual. En arrebatado impulso tome el teléfono .Me presente y la voz adolescente del otro lado me respondió "¿puedes llamar mas tarde?", el Abuelo esta en el fondo y prendiendo el fuego.
Cerré los ojos, desande el camino, y me imagine pidiendo: el mío a punto.

***

Título: …y eran tres
Seudónimo: Quenofue

Sucedió hace unos 20 años, cansado de pedalear, por fin llegué al camping municipal de Nueva Palmira, en Colonia. Allí no había ni un alma.
Ni bien armé la carpa se presentaron tres perros, uno muy grande, otro mediano y un pekinés.
Me hicieron compañía toda la noche y ellos se comportaron como si me conocieran desde siempre,
y esa era la primera vez.
Al amanecer me vi obligado a recompensarlos de alguna manera, y pensé en un sabroso asado. Fui a la carnicería más cercana y me preocupé, ya que me había metido en un baile fuera de mis planes originales de viaje.
Al dejar la carne sobre un tronco, el perro más grande se abalanzó sobre la misma y mientras los otros dos reclamaban su parte.
Para mí fue un alivio, evité hacer el fogón, y las obligatorias tres horas de un buen asado. Así pronto pude levantar campamento, y me las arreglé con yogur y frutas frescas.
Ya en la bici me decía: “… y eran tres, uno muy grande, otro mediano y un pekinés. Se comieron el asado que no fue”.

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La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 01.11.2018 a las 12.30 hs. Muy pronto daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

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Enlace relacionado
Concurso de Cuentos de En Perspectiva, llamados anteriores

Foto: El asado más grande del mundo, predio de la Asociación Rural del Uruguay en el Prado, Montevideo, 13 de abril de 2008. Crédito: Presidencia de la República.