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COVID-19 y el Nacionalismo (La Hora Global T01P99a)

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La Hora Global
T01P99A

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COVID-19 Y NACIONALISMO

DE LA CUARENTENA A LA INMUNIDAD DEL REBAÑO
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Realmente es la madre de los cisnes negros. No esperado, sorprendente y contundente en su crecimiento y por ende en sus consecuencias. Estas, además, serán de todo tipo, pues las derivaciones de poner en off el planeta, como parece ser la tendencia, tocan cada fibra del funcionamiento de todos los sistemas que nos gobiernan: el sistema social, el sistema de servicios que dan calidad a nuestra vida, el sistema de estructuras gubernamentales, de relaciones entre países y por supuesto el sistema económico global, tan dependiente de la función de demanda en sus comportamientos. Estas demandas forzosamente decrecientes, ponen en compromiso las cadenas de producción y distribución (aunque parezca paradojal) pues los stocks de cualquier bien intermedios de golpe pasan de ser los suficientes a ser excesivos. El mundo recién empieza ese enfriamiento obligado y ni se imagina las consecuencias de desactivar su motor productivo, aunque sea temporalmente. Esa tormenta perfecta esta aun por venir.
Pero este virus ya nos plantea desafíos palpables e inimaginables hace apenas 20 semanas.
Es indudable que las estructuras de asistencia de salud de todos los países han desempolvado sus mecanismos de emergencia, sacudido el esqueleto y se han puesto a coordinar, asistir, sugerir y planificar estrategias a marcha forzada. Es también innegable que, como sucede en los conflictos bélicos, la tensión dispara adrenalinicamente esfuerzos de creatividad, enfoques novedosos y acelerados avances en la investigación, y eso se está haciendo visible a nivel global.

El rebaño inmune, el rebaño amenazado y el agotamiento de las conductas.

Pero también se ha dejado entrever una dispar reacción al virus en determinados países.
Un caso paradigmático es el del Reino Unido. Este Jueves Boris Johnson junto al Secretario de Salud y el principal asesor científico del gobierno, Sir Patrick Vallance comparecieron ante la opinión publica mostrando serenidad, un estilo directo y un ritmo de medidas sorprendentemente pasivo.
"Debo ponerme a nivel con el público británico", dijo el primer ministro. "Muchas familias más van a perder seres queridos antes de tiempo". Johnson quería que los ciudadanos conocieran los rostros de los mejores expertos de la nación.

Siguiendo el principio de la inmunidad del rebaño, por el cual, si estas rodeado de quienes han pasado por la enfermedad, estas a salvo pues ya no contagian, la estrategia británica se puso rápidamente en las antípodas de la actitud mundial. En efecto, la apuesta parece ser gestionar el contagio de la infección para hacer inmune a la población, en lugar del aislamiento.
Estudios serios hablan de que es necesario que se contagie el 60% de la población para lograr una inmunidad razonable.
Más allá de desmentidos de Vallance y la mención a malinterpretaciones, las reuniones no han sido prohibidas (no tendrían gran efecto según ellos), los partidos de football se jugaron en la semana, las fronteras están universalmente abiertas y las sugerencias de conductas responsables se ralentizan.

Sobre esto último, se tiene la percepción desde el gobierno que la población se harta rápido de cambiar sus conductas, cayendo en una fatiga del comportamiento.
Un director del principal Hospital londinense comento: “Ya no se puede confiar en las personas para comprar el papel higiénico adecuadamente, entonces, ¿qué hay del cumplimiento a largo plazo cuando se eliminan los niveles significativos de libertad y existe la necesidad de permanecer en el interior durante largos períodos de tiempo? La evidencia, tal como la tenemos en este momento, sugiere que disminuirá”.
No he mencionado que, a las tasas actuales de mortalidad del virus, en la supuesta posición de inmunidad del rebaño, estamos hablando de casi un centenar de miles de muertes. Un costo del que nadie habla.

Izad las banderas contra el virus extranjero. La desglobalización.

El ejemplo de enfoque nacionalista mencionado es solo uno de los que se han dado en estos días.
En España el partido de extrema derecha Vox ha solicitado a su gobierno el cierre total de fronteras. Sería una respuesta a la actitud de Francia y Alemania, quienes decidieron prohibir la exportación de mascarillas y otro material médico de protección, sin informar a la Comisión Europea y sin coordinarse con otros miembros.
En plena campaña electoral, Donald Trump ha dicho que “este es el esfuerzo más agresivo para enfrentar un virus extranjero en la historia moderna (de EE.UU.)" incluyendo al COVID-19 en la lista de amenazas en su imaginario, sumado a la agresión cultural musulmana, la invasión de centroamericanos indocumentados y la izquierda demócrata vernácula. China y Europa entonces, en la vereda de enfrente. Ellos contra nosotros.
Esta crisis no puede ser solucionada por el mercado, como la mayoría de ellas, sino con una firme intervención estatal alterando normas de convivencia. Y los estados refuerzan, con la acción, la sensibilidad de pertenencia ciudadana y regional.
La globalización estaba en estado delicado luego de un Brexit sorpresivo, la actitud de la Casa Blanca alejándose de acuerdos y mercados multilaterales y la aparición, crecimiento y contagio de la ola populista. El COVID-19 lanza un puñetazo al enfermo. Las bolsas caen, pero eso es una consecuencia, no el centro del problema. La ralentización de la producción, eventual cierre parcial de fábricas por proximidad del virus, ha hecho que las empresas exploren la producción de proximidad para evitar que se interrumpa su cadena de suministro. ¿Automóviles en fábricas chinas en suspenso? Mudanza a México. Cuanto más cerca mejor. Ya está sucediendo.
Se ha puesto en marcha un mecanismo de desglobalización en toda regla. La interdependencia entre países paso de ser una virtud a ser el mayor enemigo.
¿Economía de proximidad? ¿Líneas de producción locales evitando largos desplazamientos? ¿Cadenas de producción con insumos cercanos reduciendo la huella de carbono?
Todo esto suena a gestión medioambiental, ¿no? La militancia ecologista lleva la bandera del consumo de proximidad hace décadas. La desglobalización empieza a alinear planetas de sistemas diferentes.
A esta tormenta perfecta se está sumando una burbuja de especulación financiera. Así es, en medio del desplome de las bolsas (siempre acotado en los tiempos, según la evidencia), el presidente Trump arenga a los inversores a comprar acciones como inyección a las empresas, en lugar de seguir su instinto natural de buscar refugio en los mercados de bonos aburridos pero seguros. Si los inversores creen a Trump que esto es un virus extranjero, las bolsas se recuperaran antes que decrezca el virus a contracorriente forzada de la tendencia.
Más allá de la sugerencia de Trump de comprar en la caída, los financistas saben que el mercado alcista estaba ya en una burbuja (con endeudamiento amenazante) y que intentar inyectar capitales y forzar una producción ante mercados decrecientes es como pedirle subir la cuesta a un ciclista con anemia.
Durante la crisis del 2008, la brutal inyección de liquidez por parte de los Bancos Centrales y la espectacular inversión China, salvaron al capitalismo. La consecuencia posterior fue una gran oferta de dinero que impulso a la baja las tasas, mayor ahorro que inversión y depresión de los salarios, haciendo campo fértil para populismos ante el descontento general.
Hoy, los Bancos Centrales (sobre todo el europeo a manos de Lagarde) no tienen aire para el respirador necesario. A ambos lados del Atlántico, los gobiernos son impotentes per se.
La xenofobia ahora se contagia igual que el virus. Las fronteras se cierran para viajeros, pero también para el dinero y las cadenas de suministros, porque el teléfono que nos conecta con la demanda no suena. Esa xenofobia ahora es plato de gobernantes, empresarios, banqueros y grupos financieros. Las fronteras cerradas no se abren fácilmente.
Así como en el 2008, no se volverá a la misma situación económica y financiera anterior a la crisis. Un flujo contranatura reactivara los mercados, los especuladores ganarán dinero y las fuerzas nacionalistas sacarán provecho del descontento resultante.

Los muros infranqueables del COVID-19

La revolución antiliberal se sustenta en la reacción de gente que se siente traicionada por las élites porque el ascensor social se ha detenido y la desigualdad sigue creciendo (Thomas Piketty). Y también amplios sectores productivos que han de competir en condiciones de desigualdad con empresas y productos de otros países, empezando por los agricultores.
El coronavirus ahora está cerrando esas fábricas extranjeras en China, Corea, Singapur, Malasia, Francia, Italia y España como ya mencioné más arriba.
Pero más allá de la economía, la psicología social es la más exultante expresión de estos días, cuando dejamos de ver a los inmigrantes en la frontera greco-turca como amenaza, cuando el COVID-19 nos dice que todos los extranjeros son ahora una amenaza.
"La paradoja de un virus que no conoce fronteras es que la solución requiere fronteras, no solo entre países sino dentro de ellos", dijo Nathalie Tocci, asesora de la Unión Europea.
Los antagonismos ahora son cooperación o unilateralismo, mis políticas o nuestras políticas, solidaridad o egoísmo. La idea de la solidaridad europea, y de una Europa sin fronteras donde los ciudadanos son libres de viajar y trabajar, parece hoy una broma agria. Ya nadie habla de abrir fronteras.
Como bien ha mencionado Ivan Krastev, un intelectual muy escuchado hoy en día, "Ya no se trata de fronteras entre estados, sino entre individuos". “Todos a tu alrededor pueden ser un peligro, portando el virus. La persona puede no saber que es un peligro para usted, y el único que no es un peligro es el que nunca conoce, el que se queda en casa ".
Debo decir que la crisis del coronavirus está sumando miedo al miedo, incertidumbre a la ya existente, golpeando nuestras débiles confianzas en los sistemas.
Con el terrorismo, el pánico económico, la incertidumbre estratégica, el cambio climático y la migración parecíamos hojas de papel en una tormenta.
La pandemia se encargó de agregar el granizo a una tarde de invierno.

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La Hora Global: 60 minutos para comprender el nuevo desorden mundial

Este nuevo programa de Radiomundo busca analizar los hechos internacionales, no solo las noticias. Es un momento de profundos cambios de índole social, político y económico en todo el planeta, que incluyen desde la presidencia de Donald Trump en EEUU, el Brexit y la crisis de los refugiados en Europa y el viraje ideológico en América Latina, hasta una China protagonista como potencia mundial. Nada surge de la nada: la objetividad y un enfoque descriptivo serán en este programa buenas herramientas para llegar a conclusiones, entendiendo causas y consecuencias.

Conduce: Gustavo Calvo. Con Leo Harari y Carolina Rico
Emisión: martes y jueves de 16 a 17 hs

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Foto en Home: coronavirus (Pixabay.com)