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Atentados en París
¿Cómo reaccionar a la tragedia?

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Por Susana Mangana ///

¿Por qué Francia? ¿Qué buscan los terroristas? ¿Dónde y cuándo será el siguiente atentado? ¿Por qué nos odian? La seguidilla de preguntas no cesa y a medida que llegan las noticias más pesa la incertidumbre que se va generalizando. Y es que no solo Francia despertó hoy horrorizada, la estupefacción ante la magnitud de la masacre golpea hoy a sus vecinos, Bélgica, España y el resto de países europeos que alarmados temen que un atentado ocurra en su territorio.

Por difícil que sea en estos momentos, debemos recordar que el Islam en sí mismo no es una amenaza y si bien tiene aspectos que inducen a pensar que puede incitar a la violencia, otras expresiones de fe también comparten esta característica. O sea, el Islam no es el peligro pero su versión ultra radical que hoy calificamos de yihadismo sí lo es. ¿Cómo combatir lo segundo sin incurrir en injusticias hacia el colectivo musulmán que hoy asciende a 1.500 millones de fieles en el mundo y va en ascenso? Este es un desafío que no sólo atañe a Francia o EEUU sino que interpela a toda la comunidad internacional.

Es en este punto donde apreciamos reticencias o posturas dubitativas respecto de la respuesta o nivel de involucramiento que un país u otro ha de tener frente a esta amenaza a la seguridad internacional. Pero la brutalidad del múltiple atentado ayer en Francia exige contundencia; no caben las medias tintas o posiciones y lenguaje políticamente correcto. Siempre he defendido que la respuesta militar no ha de ser la única solución al problema del repunte del islamismo yihadista, ni siquiera es eficaz.

Aquellos que opinan que estos atentados son una reacción lógica al colonialismo europeo, al capitalismo devorador de Occidente, encarnado en su máximo exponente en la región, EEUU, disculpan y banalizan en cierta medida, la gravedad del horror. El fanatismo de unos pocos musulmanes que mal interpretan el Corán afecta a la imagen colectiva de aquellos que dicen defender, sus propios hermanos musulmanes diseminados por todo el globo que hoy repudian la masacre en París. ¿Acaso pensaron ellos en cómo exponen a los musulmanes residentes en Francia o en Europa a un brote de islamofobia? ¿Se dignaron reflexionar cómo afectarán estos atentados a la vida que millones de refugiados musulmanes ansían concretar en Europa tras su odisea para llegar a Alemania o Francia?

No nos llevemos a engaño. Estas personas son irracionales, alienados de su realidad, cobardes por naturaleza que se escudan en la religión para vengarse vilmente de civiles que no siempre tienen culpa por los excesos o el fracaso de la política exterior de algunos gobiernos en Oriente Medio y Norte de Africa. Matan indiscriminadamente a civiles, sean estos europeos o árabes cristianos, musulmanes, kurdos… en definitiva, a todo aquel que no acate sus órdenes y métodos de lucha.

Daesh o Estado Islámico desafía a las potencias regionales estableciendo su califato en tierras de Siria e Irak pero añade un giro a su estrategia al coordinar atentados en suelo europeo. Sea cierta o no su reivindicación de la masacre en París, su objetivo de aterrorizar y golpear a Europa se ha logrado con creces.

Las grandes potencias occidentales y otras deben abandonar posturas tibias hacia aliados de dudosa catadura moral que cobijan, financian y difunden una lectura rancia y arcaizante de las sagradas escrituras del Islam. Ha sido ese cálculo interesado de fines geoestratégicos el que ha acorralado a un Occidente que hoy resulta timorato a la hora de condenar a países que tienen obligación de fomentar una reforma profunda de cómo ha de vivirse su fe en el siglo XXI, con normas y costumbres adaptadas a las circunstancias de este momento.

Ampararse en la lectura literal de un texto del siglo VII de nuestra era no es aceptable. Son los propios teólogos musulmanes y los responsables de educación y cultura de países árabes y musulmanes los que deben liderar esta reflexión y abrir espacios para una relectura de sus preceptos religiosos. Extirpar el discurso fanático que incita al odio a Occidente no será fácil pero por algún lugar hay que empezar.

Hoy solo podemos sentir compasión por las familias de las víctimas y por aquellos que temen una represalia. De ninguna manera podemos dejar que el miedo nos invada; esto sería regalarles ventaja a los terroristas. Fueron ocho los atacantes de París y por tanto no podemos dejar que un puñado de irracionales dirija nuestras vidas. Sin bajar la guardia pero conscientes de que somos muchos más, la vida ha de seguir.

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Sobre la autora
Susana Mangana, doctora en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid y MBA por la Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, es docente e investigadora en la Universidad Católica del Uruguay y analista de política internacional en medios nacionales e internacionales.

Foto: Una mujer reza cerca de la sala de conciertos Bataclan, en París, sábado 14 de noviembre, 2015. Crédito: Kenzo Tribouillard/AFP Photo.