Una organización “resiliente” es capaz de anticipar y/o responder a cualquier tipo de cambio, incluso los derivados de una crisis, adaptándose para prosperar, no solo para “sobrevivir”, siendo su foco permanecer en el tiempo siendo
relevante, viable y competitiva.
Algo que ha dejado claro esta pandemia es que no todas las organizaciones cuentan con la misma capacidad de adaptación a la los cambios; y obviamente, las que fueron capaces de hacerlo e innovar ágilmente, tuvieron una ventaja significativa sobre el resto. Si a esta capacidad le agregamos la de prosperar a largo plazo, nos estamos acercando al concepto de “resiliencia organizacional”, también llamada “resiliencia corporativa”.
Este concepto de resiliencia organizacional no sustituye al de continuidad operativa, lo complementa, a través de una mirada más estratégica y de largo plazo. Garantizar la continuidad del negocio indudablemente es sumamente valioso para toda organización, diríamos que obligatorio, aunque nada sencillo; y le permite asegura su posicionamiento competitivo…mientras que el sector y los clientes continúen comportándose en forma similar a cómo lo venían haciendo. Y es acá donde el concepto de resiliencia adquiere sentido y relevancia. La necesidad de adaptación no es nueva para las organizaciones, si bien su capacidad para evolucionar no siempre les permite absorber exitosamente los cambios que enfrentan, cada vez más acelerados y disruptivos; y menos anticiparlos.
No obstante, muy al contrario de lo que algunos Ejecutivos piensan, innovar no es improvisar y la resiliencia no es cuestión de azar; se puede desarrollar. Es más, mejorar su nivel de resiliencia debería ser una meta estratégica de toda organización. Para esto deberá trabajar en un conjunto de prácticas claramente identificadas, entre la que destaca la planificación de la continuidad operativa.
Graciela Ricci, CISA, CGEIT, CRISC (Directora Quanam Advisory)
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