Entrevista con el periodista mexicano Alejandro Almazán.
EN PERSPECTIVA
Viernes 19.05.2017, hora 8.28
EMILIANO COTELO (EC) —“Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno.”
La frase pertenece al periodista mexicano Javier Valdez, y fue escrita en marzo de este año en su cuenta de Twitter, cuando murió Miroslava Breach, en ese entonces la tercera cronista asesinada en 2017.
Este lunes, el propio Javier Valdez se convirtió en el sexto.
(Audio Javier Valdez)
He contado la tragedia que vive México y que debe avergonzarnos. La niñez recordará esto como un tiempo de guerra; tiene su ADN tatuado de balas y fusiles y sangre, y esta es una forma de asesinar el mañana. Somos homicidas de nuestro propio futuro.
(Fin audio)
EC —La muerte de Valdez –un periodista y escritor especializado en narcotráfico– generó una fuerte indignación en México y una gran repercusión a nivel internacional.
“En vez de ir trepados en tu carro, serpenteando por las calles dementes y feroces de tu Culiacán; en vez estar comiendo tacos de asada en la Zapata y hablar del narcoestado que juega a la guerra y a las ejecuciones masivas; en vez de estar frente a estudiantes de comunicación y soñar junto con ellos que el periodismo nos salvará del horror; en vez de que tus ocurrencias nos hagan reír hasta orinarnos; en vez de visitar al Élmer Mendoza, ir por un menudo al mercado Juárez o aparecernos por la redacción de Ríodoce y hacer un recuento de nuestros miedos con el Ismael Bojórquez y el Ricardo Bobadilla; en vez de todo eso, carnal, estamos llorándote en la San Martín para que te lleves algo de nosotros. Yo apenas regrese a casa voy a releerte. Seguirás doliendo, lo sé, pero qué le hago: los recuerdos y tus textos son lo que me queda de ti.”
Así homenajeaba a Javier Valdez su colega y amigo Alejandro Almazán, otro periodista mexicano, que ha trabajado en los diarios Reforma y El Universal, y ha sido colaborador de la revista Gatopardo y los diarios españoles El Mundo y El País.
Alejandro escribió además la novela El más buscado, basada en la vida del capo narco Joaquín el Chapo Guzmán y es coguionista de El Chapo, la serie de Univisión y Netflix que se estrenó el mes pasado en Estados Unidos y que llegará a la plataforma de streaming en las próximas semanas.
Vamos a conversar con Alejandro Almazán y acercarnos al peligro que representa para la prensa mexicana el hecho de informar sobre narcotráfico y qué es lo que pasa con los ciudadanos en general que viven en esas ciudades.
En una columna que publicaste en El País de España el martes, al otro día del asesinato de Javier Valdez, tú lo definías como “el Mohammed Alí del periodismo en tiempos del narco”. ¿Quién era Javier Valdez?
ALEJANDRO ALAZÁN (AA) —Javier Valdez fue el maestro de muchos de nosotros, fue un personaje que creció haciendo periodismo en la cueva del lobo, en una ciudad como Culiacán, donde viven los narcos más famosos de este país, de México, ahí tienen sus casas, ahí están sus familias, es su casa, es su morada. Y Javier estaba haciendo periodismo ahí. Se arriesgaba mucho; era prudente, creo que fue una de sus primeras virtudes, todos llegábamos con él para sentirnos protegidos, íbamos en el auto y siempre iba espejeando, era muy precavido. Eso lo vas aprendiendo de alguien que está ahí.
Javier fue también, creo yo, un hombre muy valiente, porque a pesar de que tú estés haciendo periodismo en la cueva del lobo, eso no significa que es lo que estás publicando. Lo que ellos estaban publicando, Javier, Ismael Bojórquez, Alejandro Sicairos –que en algún momento estaba en el semanario Ríodoce, que fundaron Javier y otro compañero, Cayetano Osuna–. Como ellos decían, eran tres, cuatro locos, tres, cuatro orates que estaban haciendo periodismo, y que no lo estaban haciendo por dinero ni por enriquecerse, sino por que se descubriera la verdad, que la gente entendiera que el narcotráfico aquí en México no es una moda, no es lo que queremos enseñarles a nuestros jóvenes. Al contrario, queremos parar eso, queremos parar esa narcocultura.
Su esposa Griselda, durante el funeral, dijo algo que se me va a quedar durante mucho tiempo. Dijo que Javier se iba un poco dolido con Sinaloa –que es el estado donde está Culiacán–, porque Sinaloa no lo había reconocido. Y es verdad, Sinaloa no lo reconoció, porque es un estado donde la narcocultura se ha asentado, se han asentado las cirugías plásticas, traer camionetas, traer cuernos de chivo –que son los AKA-47–, donde matan a más gente que la que nace. Era evidente que iba a pasar algo con Javier estando en ese tipo de ciudad.