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Entrevista central, lunes 26 de diciembre: Eduardo Blasina

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Entrevista con el ingeniero agrónomo Eduardo Blasina.

Video de la entrevista

EN PERSPECTIVA
Lunes 26.12.2016, hora 8.17

EMILIANO COTELO (EC) —¿Uruguay tiene una oportunidad de crecimiento a partir de la planta de cannabis? ¿Su explotación debe formar parte de una estrategia país?

Ese debate es el que plantea Eduardo Blasina, ingeniero agrónomo y periodista, que advierte que tenemos, por poco tiempo más, un monopolio mundial para trabajar con cannabis seriamente y explorar su potencial como generador de medicinas, productos industriales y textiles.

Blasina ha jugado fuerte desde antes incluso de la ley que introdujo la regulación en esta materia: es socio de una de las empresas seleccionadas por el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA) para cultivar la marihuana que próximamente será vendida en las farmacias para uso recreativo, pero además este mes inauguró el Museo del Cannabis de Montevideo, el primero que existe en América del Sur.

¿Cuál es exactamente la oportunidad que tiene Uruguay a partir de las propiedades de esta planta?

De eso vamos a conversar con el ingeniero Blasina.

Para empezar, ¿de dónde surge su relación con la Cannabis sativa?

EDUARDO BLASINA (EB) —Yo tuve la suerte de crecer en un hogar en el que se podía cultivar en una casa en el barrio La Blanqueada, donde había un fondo y cada uno podía tener un trozo de cantero y plantar lo que se le antojara. Eso me resultó sumamente disfrutable en mi niñez. Además mis hermanos criaban aves y se escuchaba mucha música. De ese conjunto surgió mi primer contacto con el cannabis, porque mis hermanos les daban a sus pájaros una mezcla de semillas, que todavía recuerdo muy bien, porque tenía alpiste, que se sigue dando, pero tenía amapola, girasol y cáñamo. Recuerdo que miraba eso que les daban, y como además por suerte mis hermanos eran mayores, yo les iba preguntando e iba obteniendo respuestas. Hoy esa mezcla quedó bastante empobrecida. ¿Qué pasa que no les dan más cáñamo? No se puede. Así fue que supe de su existencia. Luego en mi casa se escuchaban los Beatles, y por ahí supe que los Beatles usaban esa misma planta que comían los canarios de mis hermanos.

De modo que mi contacto con la planta fue muy temprano y por razones totalmente disímiles. Eso en parte es lo asombroso de esta planta y lo que me parece muy curioso.

EC —Llama la atención que un ingeniero agrónomo se interese tanto por las propiedades de una planta que además hasta ahora no aparece vinculada con los asuntos agropecuarios del Uruguay.

EB —La tarea de un agrónomo no es agregarles todo el valor posible a las plantas. Me parece un poco obvio. Es la planta que más ha influenciado el arte, es una planta que ha generado un debate fenomenal, es increíble el amor y el odio que genera. Hay gente que la odia, hay gente que la venera. Por otro lado, si a alguien que se crio escuchando los Beatles en dictadura, como yo, le hubieran dicho que Uruguay iba a ser el primer país del mundo en el que iba a ser legal, habría dicho que era algo totalmente de ciencia ficción. Desde muy chico pensé que prohibir una planta era algo un poco loco, un poco absurdo, y un día, de la noche a la mañana, me encuentro con que estoy viviendo en el primer país del mundo que toma el riesgo de legalizarla.

EC —Usted participó de las movilizaciones a favor de la legalización de la producción y la comercialización. O sea que puso su granito de arena por ese lado.

EB —Sí, puse mi granito de arena. Lo entendía como parte de la democratización del país, y realmente creo que las sociedades funcionan mejor sin este tipo de prohibiciones. De la misma manera que en los países musulmanes está prohibido el alcohol, y me parece un error, me parece un error prohibir la siembra de una planta. Podemos discutir después si otros aspectos deben ser legales, pero que un ciudadano por tener tres plantas en la intimidad de su hogar vaya preso me parece un disparate. Me parece un poco orwelliano, el Estado mirando en los jardines y llevando preso a alguien porque tiene tres o cuatro plantes de la especie que sea, no importa cuál.

EC —El problema es que en Uruguay hasta esta ley estaban prohibidas la producción y la comercialización de todas las drogas, no el consumo.

EB —Eso puede ser polemizable. Cuando yo iba a las movilizaciones, el objetivo era que alguien pudiera tener sus plantas en la intimidad de su hogar y no fuera molestado por un Estado todopoderoso. Después, si comercializar o producir en gran escala está bien o mal lo podemos discutir, pero me parece que el autocultivo no se puede penalizar, es muy incorrecto, es una intromisión del Estado en la intimidad de los hogares que no se debe admitir.

Lo mismo rige para la amapola. ¿Por qué nuestras abuelas podían tener sus plantas de amapola y ahora en un hogar no se pueden tener cuatro amapolas, que es una flor bellísima? Porque capaz que alguien hace un laboratorio para hacer heroína me parece un argumento que no es democrático, debe reinar la democracia botánica.

EC —La idea de esta entrevista surgió a partir de una columna que usted publicó hace dos sábados en el diario El Observador. Usted escribe todas las semanas allí, en esta nota en particular advertía que Uruguay dispone por poco tiempo más de un monopolio mundial para trabajar con cannabis seriamente. Y agregaba que tiene una trayectoria de seriedad en general y trazabilidad en particular que no debería desperdiciar. ¿Cuál es esa oportunidad? ¿Por qué va por ese lado con el planteo?

EB —Hay varias oportunidades en torno a esta planta. Por un lado, el cannabis tiene la peculiaridad de que produce un conjunto de compuestos químicos, que se llaman cannabinoides, que hasta ahora no se descubrieron en ninguna otra planta. Los cannabinoides son unos 100, es una familia de compuestos químicos. Lo curioso de estos compuestos químicos es que nuestro sistema nervioso, el sistema nervioso de todos los vertebrados también produce cannabinoides. El más conocido es el que se llama delta 9 tetrahidrocannabinol, que es el que produce el efecto psicoactivo, el THC. Ese es uno de esos 100, los otros 99 no tienen efecto psicoactivo, y hay algunos en particular, el cannabidiol (CBD), que está bastante demostrado que tiene efecto en afecciones importantes del sistema nervioso. Típicamente en la epilepsia refractaria, que es una enfermedad terrible en niños, son niños que tienen decenas y decenas de ataques de epilepsia todos los días, que tienen que vivir con casco, a los que se les rompen los dientes, cuyos padres viven una situación desesperante de alerta permanente.

A partir de que se ha ido legalizando el uso médico y la investigación médica, esto está razonablemente comprobado. En ciencia decir que algo está comprobado siempre es un tema espinoso, pero para mi gusto Uruguay debería ser vanguardia en esta investigación y debería hacer su propia validación. Los cannabinoides, que como decía son generados por el sistema nervioso de todos los vertebrados y del ser humano en particular, cumplen varias funciones en el sistema nervioso y hay varias afecciones en las que están siendo estudiados a gran velocidad.

En el mundo hay dos países que ya tienen autorizada la exportación de productos medicinales en base a cannabis, que son Canadá y Holanda, e Israel se encamina a autorizarla en breve. Los ciudadanos israelíes ya tienen acceso a un montón de medicinas hechas a partir de cannabinoides. Uruguay, siendo un país donde es legal, no ha avanzado en la materia. Me parece que hay una razón humanitaria primero, de ponernos en el lugar de la gente que tiene esclerosis múltiple, párkinson, niños con epilepsia refractaria, que leen en internet que hay un montón de medicamentos disponibles, que hay un montón de investigaciones sólidas que están respaldando eso, y que están acá en Uruguay, en un país donde el cannabis es legal y no consiguen la medicina.