La historia de la relación campo-ciudad en Uruguay, entrevista con con la profesora Ana Ribeiro
EN PERSPECTIVA
Lunes 22.01.2018, hora 8.23
ROMINA ANDRIOLI (RA) —Estos días miramos al campo como nunca. En algunos casos se trata de simplificar el debate, y las acusaciones van y vienen y se cruzan. El campo clama que la ciudad no lo comprende. La ciudad responde que el campo vive de queja en queja. Y cuando eso pasa, esta dicotomía y falta de entendimiento mutuo entre el agro y la capital van creciendo.
Pero no estamos ante una rivalidad nueva. Al contrario, es casi tan vieja como el propio Uruguay. Es un tira y afloja y es una codependencia. La nacionalidad uruguaya nació atada a esa dicotomía, con episodios que marcaron para siempre la realidad del país.
Para repasar algunos de esos hitos en la compleja relación campo-ciudad, está con nosotros la profesora, escritora e historiadora Ana Ribeiro.
DANIEL SUPERVIELLE (DS) —Resolvimos convocarte y pedirte que nos dieras tu mirada porque es el tema de enero, todo el Uruguay está hablando de este tema, tratando de entender por dónde viene la mano, y consideramos que ir hacia la historia puede darnos muchas enseñanzas. Pero ¿tú ves que con este movimiento, esto que está sucediendo, esta movilización, estas protestas, la reacción del gobierno estamos ante más de lo mismo o este movimiento es algo diferente de un tema campo-ciudad?
ANA RIBEIRO (AR) —Hay dos preguntas ahí. Nunca es campo-ciudad, nunca es una dicotomía tan fácil, nunca se explica tan fácilmente. Entre otras cosas por algo tan simple como que en caso de que el campo fuera el netamente productivo, es imprescindible la ciudad para la salida y el procesamiento de esa producción y la demanda de este lado para que la producción del campo tenga sentido. Campo y ciudad están en interacción permanente y eso significa además que los que uno visualiza como protagonistas de un lado en realidad viven, producen, trabajan, piensan en el otro. Eso hay que tenerlo presente. Y hoy, dados los medios de comunicación, es más así que nunca, pero fue así desde el siglo XIX, no es una cosa nueva.
La otra parte de la pregunta. Tú dijiste hay un cambio; sí, pero hay un cambio respecto al movimiento inmediatamente anterior y de este respecto al anterior y de ese respecto al otro. La relación campo-ciudad, como la relación de la sociedad en sí, cambia permanentemente, el cambio es la única constante que tenemos en la historia. Entonces uno puede decir que estas cosas que están pasando se parecen a algunas otras, pero nunca son iguales.
DS —Y con respecto a esta movilización que estamos viviendo, ¿cuál sería el cambio con respecto a la interior y a la anterior? ¿WhatsApp, por ejemplo?, ¿las redes sociales? ¿Por dónde vendría lo nuevo o lo que incorpora este movimiento de diferente de los anteriores, si nos remontamos […]?
AR —Los medios cambian. En cada uno de los grandes hitos en que hubo movilizaciones, demandas, hubo una queja sonora de lo que eufemísticamente llamamos “el campo”, y vamos a seguir hablando de eso aunque establecimos que no es un comportamiento tan fácil de entender. Siempre estuvo vinculado a algún cambio en la comunicación. En 1811 el cambio fue la apertura del puerto, que significaba la apertura del libre comercio y por lo tanto la apertura al mundo y a las otras cosas que estaban pasando y salir de esa realidad cerrada que significaba el imperio español.
Cuando las revoluciones de Saravia no hay que olvidar –no es que hayan sido la causa– qué elemento y qué condimento importante fueron el ferrocarril y el telégrafo, por ejemplo. No en vano Aparicio iba cortando con una tijera los alambrados, Batlle mandaba las tropas en tren y como acto de rebeldía le cortaban los hilos del telégrafo para romper la comunicación de la capital con sus tropas.
Cuando pensamos en un Nardone hay que pensar en la radio Spika, sin la radio Spika no habría habido Nardone.
Y evidentemente esta autoconvocatoria de hoy tiene que ver con la evolución de los medios de comunicación, con ese teléfono que todo el mundo lleva en la cintura, aunque también lleve un facón, con las redes de WhatsApp, con la inmediatez, con la posibilidad de convocar al margen de vías institucionales más transitadas y más conocidas. Siempre hay un medio de comunicación que revela una situación nueva.
Pero también hay demandas económicas, quejas, cambios. Y hay, en mi humilde entender, una relación permanente de factores políticos con factores económicos, no hay que olvidarlo. Cuando a modo de queja se dice “esto es político”, ¡bueno sería que no lo fuera! Pero no político partidario, que es otra cosa. Es político, es la esencia de la demanda el juego de los grupos sociales y las demandas frente al aparato estatal. Eso es tan viejo como el mundo, es tan viejo como la democracia, de la que tanto nos jactamos. No hubo un movimiento que no terminara teniendo un caudal político, a veces electoral, no siempre. Pero político siempre.