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Entrevista central, lunes 1º de febrero: Guillermo Popelka

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Entrevista con el geólogo Guillermo Popelka.

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Video de la entrevista

EN PERSPECTIVA
Lunes 01.02.2016, hora 8.12

EMILIANO COTELO (EC) —El cuidado de las fuentes de agua potable es uno de los desafíos más grandes que tienen por delante tanto la academia como las autoridades de Gobierno. En los últimos años, el cambio climático y la intensificación de la actividad agropecuaria e industrial han impactado de manera notoria en nuestros ríos y arroyos. Como consecuencia, se han dado varios casos de mal olor y sabor del agua de OSE y eso ha obligado a esa empresa a extremar los recaudos en el proceso de potabilización, que se vuelve cada vez más costoso.

El principal foco de atención es la cuenca del río Santa Lucía, que abastece de agua a más de la mitad de la población del país. Según el presupuesto de OSE, la usina de Aguas Corrientes recibirá en este período una inversión de US$ 183 millones para mejoramiento de infraestructura y de tecnología. El objetivo de todo: volver inocua para el consumo humano un agua que se capta cada vez más contaminada.

Pero… ¿esas obras son la única alternativa?

Hace unos días, llegó a la producción de En Perspectiva una propuesta del geólogo Guillermo Popelka, quien asegura tener un plan B, más económico y definitivo, para resolver una parte de este problema. Al parecer la solución estaría en el mismo Santa Lucía, pero algunos m más abajo de donde se toma actualmente el agua… en el subsuelo.

¿Cómo es esto? ¿Cuáles son las ventajas de esta idea?

Vamos a charlarlo con el propio Guillermo Popelka.

El año pasado lo entrevistamos en el mes de junio a raíz de la experiencia del sistema de energía geotérmica que se instaló en el centro educativo Los Pinos, en Casavalle.

GUILLERMO POPELKA (GP) —Exacto. Además tuvimos la fortuna de que el Ministerio de Industria, Energía y Minería nos diera un premio por esa iniciativa, por ese proyecto y ese logro.

EC —Por lo visto, sigue funcionando bien.

GP —Sí.

EC —En este caso, no hablaremos de geotermia sino de otra de sus especialidades, vinculada a la hidrogeología: la captación de agua subterránea. Empecemos explicando de qué se trata y cuál es su experiencia. El oyente puede estar preguntándose qué hace un geólogo hablando de estos temas con nosotros.

GP —Tiene mucho que ver. La naturaleza está conectada, el ciclo hidrológico está conectado, las lluvias, las aguas superficiales y las aguas subterráneas son una en definitiva. Tiempo más, tiempo menos, todo vuelve a convertirse en un ciclo.

En el caso de la geotermia lo que se aprovecha es el calor del agua subterránea, y para la situación del río Santa Lucía vemos la posibilidad de utilizar el agua de lo que creemos que es un acuífero aún inexplotado.

EC —¿Cuál es la definición de acuífero?

GP —Es una formación geológica, un terreno, una roca, que puede ser dura o inconsolidada –puede ser blanda, puede ser granular, puede ser arena–, que almacena y trasmite agua. Eso es un acuífero, que almacena y trasmite agua.

EC —¿Por qué aparece el principio de trasmisión también? En principio se puede pensar simplemente en almacenamiento de agua. ¿Cómo es eso de que hay una roca que trasmite agua?

GP —Es necesario que los poros –porque el agua está almacenada en pequeños poros, en los intersticios que hay entre los granos– estén conectados de tal manera que, habiendo una diferencia de presión, el agua fluya de uno a otro y se traslade. Fluya por dentro de un sólido poroso, que es lo que es un acuífero, un sólido poroso que tiene una cierta velocidad de trasmitir, por diferencia de presiones, el líquido. En vez de ir en un tubo o en una cavidad, una caverna, que sería un estanque, esto es algo así como el drenaje de una esponja, eso es lo más parecido.

EC —Es bueno aclararlo, porque tal vez cuando hablamos de acuífero tendemos a pensar en un lago subterráneo o en un río subterráneo.

GP —No; en algunas situaciones geológicas sí, felizmente puede haber ríos subterráneos, pero en el caso de Uruguay.

EC —Vayamos a la situación actual de la cuenca del Santa Lucía. El propio Gobierno dice en un documento: “Los cursos y cuerpos de agua de la cuenca del río Santa Lucía presentan –en general– un grado de eutrofización preocupante, debido a los aportes de materia orgánica, principalmente de nitrógeno y fósforo, provenientes de distintas fuentes, entre ellas actividades industriales y también agropecuarias, como los tambos y los establecimientos de engorde de ganado a corral". Eso ha generado dificultades en el proceso de potabilización del agua y ha obligado a OSE a tomar medidas”. ¿Podemos explicar de qué modo se ha complejizado este proceso de potabilización del agua?

GP —Mucho. Se ha disparado la necesidad de utilizar activos químicos y procesos fisicoquímicos para mejorar el agua, para hacerla potable y para enviarla al consumo, con varios momentos críticos en los que la OSE o las autoridades han disimulado una situación que las sobrepasa.

Como se dice en muchos informes, es un problema complejo, que tiene muchas causas, pero lo cierto es que es grave porque es el agua potable y la salud de la gente. Por tanto no se deben escatimar esfuerzos ni dejar de buscar todas las soluciones posibles. De ahí es que yo haya primero insistido elaborando lo que era una idea particular mía y la haya presentado primero a la OSE misma y luego a otras autoridades, sin éxito de respuesta. Por eso estamos aquí conversando sobre ello.

EC —A propósito de cómo se ha complejizado este proceso, revisando antecedentes veía unas declaraciones que hacía el presidente de OSE, Milton Machado, en una entrevista aquí en En Perspectiva hace poco menos de dos años. Machado decía: “En la planta de Aguas Corrientes se venían aplicando 30 mg por litro de carbón activado en polvo, lo cual ahora resulta insuficiente. Ya estamos aplicando 70 mg y estamos previendo llegar a 100, de ser necesario”.

GP —Sí, es una respuesta sorprendente. Es como si uno dijera que la solución para el enfermo es darle más pastillas, más pastillas. Ya 100 mg de carbón activado por litro de agua es una cantidad enorme. Es un insumo carísimo, genera un residuo de gran volumen y de difícil manejo posterior y exige una planta más grande; están ampliando la planta para tratar con más coagulante, que es otro producto químico. Aumenta el uso de carbón activado y aumenta el uso de sulfato de aluminio, por ejemplo, para coagular las partículas sólidas. Y aun así muchas cosas no son retenidas.

EC —¿Cómo es eso?

GP —A nivel químico hay moléculas que no son retenidas por el carbón activado y el coagulante, pero es el proceso que se puede hacer. Hay que tratar simultáneamente de mejorar y de cuidar la calidad de la fuente.

EC —En eso se está trabajando. A partir del punto de quiebre que fue el caso de mal olor y sabor que se padeció en el área metropolitana en marzo de 2013, se lanzaron al menos dos líneas de acción.

Una, el ataque a las causas de este problema en la cuenca del Santa Lucía; para eso se viene trabajando en el “Plan de acción para la protección de la calidad ambiental y la disponibilidad de las fuentes de agua potable en la cuenca hidrográfica del río Santa Lucía”. Dos, en el plano interno OSE prepara inversiones para mejorar el proceso de potabilización en la planta de Aguas Corrientes y en el sistema de la planta. Para eso se han previsto US$ 187 millones a lo largo del quinquenio.

En el plan de inversiones figuran algunas de las consideraciones que usted hacía recién. Por ejemplo, US$ 60 millones para colocar filtros de carbón activado granular para que no se repitan los eventos de mal olor y sabor; US$ 30 millones para una nueva planta de lodos en la usina; US$ 1 millón para un nuevo laboratorio a instalarse también en Aguas Corrientes, y US$ 20 millones para la mejora de la infraestructura tecnológica, por citar algunos ítems.

GP —Claro, unos son de infraestructura –los filtros son un equipo– y luego están los insumos, que son costos fijos, que son la renovación del carbón activado, la renovación de los reactivos químicos que en mayor dosis hay que darle a esta agua que viene mal, cada vez más contaminada, más afectada. Es tratar un enfermo con más y más del mismo remedio. Creo que hay que buscar otras salidas, si es posible.

EC —¿Qué otras salidas hay? Más de una vez se ha preguntado qué plan B tiene OSE, qué otra fuente posible de abastecimiento de agua hay a la vista. Las alternativas en principio son pocas. Algunos de los parlamentarios que han opinado sobre el asunto han dicho que la única alternativa en la que se podría pensar sería traer agua del Río de la Plata. Pero por la sal que contiene, por las distancias, etc., se trataría de un proceso enormemente costoso, lo que implica, dicen, que en definitiva no hay plan B.

GP —Claro, por eso me atreví a llamar plan B a esta propuesta mía.

EC —¿En qué consiste esa otra posibilidad?

GP —¿En qué me baso para plantear una idea como original? En mi experiencia. No puedo hablar de otra cosa sino de lo que he vivido, de lo que he estudiado y experimentado a lo largo de más de 30 años de trabajo profesional en temas de subsuelo y agua subterránea. Me ha tocado trabajar tanto en Uruguay como en el exterior, creo ser el hidrogeólogo con más experiencia de campo, de proyectos en números de pozos, en obras realizadas y en perforaciones. La vida me llevó a ganarme mi sustento y el de mi familia de ese modo y a vivir las verdes y las maduras. Ganábamos cuando teníamos éxito, cuando realmente alumbrábamos agua, y si no, perdíamos dinero. Era una actividad cuasi minera y totalmente privada, independiente, yo no contaba con un ingreso fijo, sino con la preocupación de lograr el éxito. Eso mismo incentiva y agudiza la capacidad profesional de estudiar las alternativas, y el reconocimiento desde la superficie de lo que puede suceder debajo, eso que un geólogo siempre tiene que tener presente.

EC —¿Cuál es el análisis concreto que ha hecho de la cuenca del río Santa Lucía a efectos de proponer que se recurra al agua subterránea?

GP —Es audaz, porque este acuífero del que hablo no está explotado, ni mencionado.

EC —¿Hay un acuífero debajo de la cuenca del río Santa Lucía?

GP —Sí, la cuenca es enorme. Estoy hablando de lo que hay debajo del lecho del río Santa Lucía, de la cubeta y lo que jurídicamente se llama el álveo del río Santa Lucía, que viene a ser la cubeta donde el río cambia a veces su rumbo y su curso y va depositando un material que, como decimos, es un material inconsolidado, suelto, granular y que almacena agua.

EC —No estamos hablando del acuífero Guaraní…

GP —No, no.

EC —… ese gran acuífero que está a una profundidad importante.

GP —Un gran acuífero antiguo que está a una profundidad importante en el norte del país. Luego en el sur hay un acuífero que se considera muy importante pero que en realidad es un acuífero mediano, el acuífero Raigón, que ocupa la mitad sur del departamento de San José.

EC —Este es otro acuífero.

GP —Sí, claro.

EC —¿A qué profundidad está, aproximadamente?

GP —Acompaña el desarrollo del actual río, se inicia en las cabeceras, en Minas, en Lavalleja, atraviesa los departamentos de Lavalleja, Florida, San José, Canelones, de nuevo San José y Montevideo, donde desemboca. Viene a ser todo el terreno de depósito, la llanura de invasión del río en crecidas y en movimientos ondulares que ha tenido a lo largo de su última historia a consecuencia de estos depósitos muy jóvenes. Se llaman depósitos del Cuaternario, son depósitos que no tienen más de 2 millones de años, 1,5 millones de años, y por lo tanto no son muy potentes, no son muy gruesos, pero sí tienen la virtud de almacenar agua y tener al río de recarga.

EC —¿A qué profundidad está eso?

GP —Varía mucho, porque es un material inconsolidado, que no ha sido compactado y no mantiene un espesor continuo. Puede tener en algunos casos 60 m y en otros 10 m, nada más.

EC —¿Qué más sabe usted, con la información disponible hoy, a propósito de este acuífero?

GP —En otros países estos terrenos son explotados con muy buena productividad.

EC —Son explotados como fuente de agua.

GP —Exacto, como fuentes de agua, a través de perforaciones, el agua subterránea se saca de estos terrenos. En EEUU todos los afluentes del gran Mississippi tienen depósitos de esta naturaleza; en el río Santa Lucía, por ser nuestro río más importante, son depósitos comparables a los de los afluentes del Mississippi. En EEUU se explota mucho porque se sabe mucho más y se perfora mucho más, se conoce mucho más el recurso agua subterránea.

EC —A partir de la información exterior disponible, ¿qué capacidad tiene, qué volumen de agua?

GP —Sería muy bueno saberlo, pero eso implica estudiarlo. Todo eso se puede hacer bastante rápidamente; si se hace una investigación paso a paso, en corto tiempo lo podemos dilucidar. En el mismo tiempo que demora una persona en hacerse un chequeo médico, podemos aplicar algo así como varios tipos de radiografías, lo que se llama prospección geofísica, para conocer cómo está dispuesto este material y responder todas esas preguntas.

EC —Hasta ahora ese trabajo no se ha hecho, no se han hecho perforaciones de exploración.

GP —No.

EC —¿Qué indica el relevamiento fotográfico y aéreo?

GP —Justamente, lo que más me estimula a creer en el potencial de esto es la imagen satelital, donde los geólogos podemos más o menos delimitar dónde puede estar esta clase de materiales. Es una imagen en solo dos dimensiones, la superficie; el resto es una sospecha que proviene del conocimiento, de saber más o menos cómo será en profundidad.

EC —Usted llega a llamarlo, para simplificar, plan B. ¿Cómo se compara con la cantidad de agua que hoy OSE tiene a disposición en la superficie de la cuenca del río Santa Lucía?

GP —El agua que existe hoy está muy contaminada y su remediación va a llevar tiempo. Lo peor es que esto no es nuevo, lleva muchos años y se ven muy lentas las medidas que se han tomado. No se hicieron las represas que en algún momento se proyectaron y que habrían ayudado a regular el caudal del río y a la renovación del agua superficial. Por nombrar una de las obras que debieron hacerse. Ahora, frente a la mala calidad del río, habría que apelar lo más rápidamente posible a este recurso, que podrá ser hipotético, pero yo confío en que puede ser un auxilio muy importante del consumo, especialmente porque puede ser rápidamente explotado, porque prácticamente no necesita tratamiento.

EC —Ese es un punto importante. ¿Usted dice que esta agua subterránea no está contaminada?

GP —Estoy seguro de que está infinitamente mejor que la superficial.

EC —¿Sí? ¿Pese a que el origen es común?

GP —Claro, pero ha viajado muchos kilómetros en ese material granular, que es un filtro. Por lo tanto ya no hay oxígeno más allá de los 15 m de profundidad, entonces no hay bacterias, hay mucha menos actividad química, reacciones químicas y el agua se depura naturalmente. El terreno es una máquina de reciclar y generalmente hace que las aguas subterráneas sean incluso mejores que las superficiales, y en este caso mucho más.

EC —Ahí tenemos una ventaja de esa fuente, del acuífero: el agua no requeriría el complejo proceso de tratamiento del que estamos hablando, que se ha ido volviendo cada vez más complejo, además, a raíz de toda la contaminación.

GP —Más caro, me impresiona la idea de que lo que tengan planeado sea del orden de los US$ 187 millones, porque la experiencia que tenemos es que todo se duplica, termina costando mucho más. La alternativa que yo propongo es muchísimo más barata y se puede hacer a corto plazo.

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