Editorial

Valentino y los sirios

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Por Emiliano Cotelo ///

La protesta de las familias de refugiados sirios en Plaza Independencia buscando una salida del país y la tragedia del pequeño Aylan que murió la semana pasada en las costas del Mediterráneo me hicieron recordar a otro niño procedente de África y que también debió huir de una guerra civil. Me refiero a Valentino Achak Deng, uno de los niños perdidos de la guerra civil de Sudán, cuya historia retrató el periodista estadounidense Dave Eggers en el libro Qué es el qué.

Valentino era solo un niño cuando estalló la guerra en la década del 80 y las milicias árabes arrasaron su pueblo. Sin saber el paradero de sus padres, Valentino emprendió, junto a otros huérfanos como él, un largo camino hacia los campos de refugiados de Etiopía y Kenia.

El relato de su peripecia es espeluznante. Estos niños atravesaron parajes agotadores y, mientras las bombas de las fuerzas aéreas de Sudán caían a su alrededor, esquivaban las minas de tierra, eran perseguidos por bestias de la sabana y también por hombres igual de salvajes. Valentino se alimentó de frutos desconocidos y hasta cadáveres de animales, pero también pasó días y días sin probar bocado. Por momentos el calvario fue tan insoportable que intentó quitarse la vida. Sobrevivió, pero otros dos millones y medio de sudaneses no lo consiguieron.

Luego de pasar 13 años en los campos de refugiados, Valentino –que ya había dejado de ser un niño– en 1999 fue uno de los pocos afortunados que obtuvieron papeles y la libertad para trabajar y establecerse en Estados Unidos.

Curiosamente, en la novela de Dave Eggers cuando Valentino comienza a contar su historia no lo encontramos en las circunstancias lastimosas que atravesó junto a otros niños perdidos de Sudán intentando llegar a Etiopía. No. Valentino aparece en suelo estadounidense siendo víctima de un copamiento en su casa en Atlanta. Resulta que una vez que se encontró con la cultura occidental, comenzó para él otra lucha… Había logrado estudiar y lidió con algunos malos trabajos pero la violencia no desapareció, aunque su mundo distara muchísimo del que había dejado atrás en África.

“Es extraño, lo sé, pero en este momento me gustaría estar de regreso en Kakuma”, pensó Valentino durante el robo, refiriéndose al campo de refugiados en Kenia, en el que estuvo años sobreviviendo en base a una comida diaria. “Kakuma antes que Atlanta” es casi lo mismo que “Líbano antes que Montevideo”.

Justamente, esa referencia nos devuelve a la situación que atraviesan los refugiados sirios en Uruguay. Esos a quienes les abrimos las puertas, pero que inevitablemente se sienten perdidos al enfrentarse al desafío de integrarse a nuestra sociedad, haciendo de cuenta como si la guerra hubiera quedado atrás y no la trajeran consigo en sus historias.

Ellos, mucho más que nadie, se aferran a la esperanza de tener un hogar y ser aceptados. A nosotros, mientras tanto, nos corresponde difundir esas historias, como hizo Valentino con la suya propia, para evitar que estos horrores sigan repitiéndose.

En Primera Persona
Miércoles 09.09.2015, hora 08.00

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De "niño perdido" a ministro de educación en Sudán del Sur (BBC, en inglés)
Qué fue de la vida de… un "niño perdido" sudanés (The Washington Post, en inglés)