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Tres semanas de “vacaciones” en tiempos de Ómicron (y otros eventos extremos)

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Por: Emiliano Cotelo

Estoy volviendo hoy a la radio luego de una licencia bastante alterada.

Finalmente, me tocó: casi dos años después del comienzo de la pandemia pasé por la experiencia de covid-19.

Y me tocó en circunstancias muy especiales. En plenas vacaciones, con las tres dosis de la vacuna ya recibidas y en medio de la ola desbocada de la variante Ómicron, contagiando a diestra y siniestra.

Me había tomado tres semanas de licencia porque sabía que dos no me alcanzarían, sobre todo porque me llevaba varios asuntos pendientes que iban a demandarme atención, reuniones virtuales, etc. Pero, bueno, a esas interrupciones calculadas previamente vino a sumarse el coronavirus.

Después de 72 horas de descanso, el 6 de enero, mi hija, que tiene fragilidades crónicas, dio positivo con síntomas, así que nos volvimos a Montevideo a hacer cuarentena en casa.
En los días siguientes fuimos “cayendo” también mi esposa y yo. Por suerte, todos casos leves, en especial el que más nos importaba por delicado, que a las 48 horas ya no tenía fiebre ni problemas respiratorios.
Pero lo cierto es que, en realidad, después de varias vueltas, recién el viernes pasado terminamos de tener el alta los tres.

Yo lo sé. Desde marzo de 2020 es utópico hacer planes. Lo hemos aprendido a los golpes. Todo puede cambiar de un momento al otro por incidencias directas o indirectas del virus que nos rodea. Bueno, yo acabo de tener una nueva comprobación de esa “ley”.

Entre una cosa y la otra, lo que teníamos previsto quedó por el camino.
Y no solo eso.

Además viví, vivimos, muy de cerca casi todo el abanico de las alteraciones que trae consigo esta nueva ola.

LA SALUD

Por un lado, experimentamos las distorsiones en que se vio envuelto el sistema de salud en su nivel primario de atención, por ejemplo en las consultas médicas telefónicas de seguimiento de pacientes covid, que a veces se demoran, se van corriendo de un día para el otro o, directamente, en algunos pacientes, no llegan a existir. Pero también comprobé la exigencia a que está sometido el personal sanitario, profesionales y técnicos que deben cubrir a colegas que a su vez se contagiaron o están en cuarentena, que deben ponerse y sacarse los equipos de protección, que ya de por sí son incómodos y más incómodos todavía en días de calor, etc., pese a lo cual, en general, ponen en juego toda su buena disposición y vocación de servicio.

CONVERSACION TÓXICA

También sucumbimos a esa “conversación tóxica” que nos atrapó a casi todos, comentando con amigos y familiares nuestras anécdotas y/o escuchando las de los demás:

  • Quedaron en llamarme de la mutualista a las 2 pero son las 5 y no lo han hecho;
  • No sé qué hacer porque no tengo claro si estos síntomas leves importan o no importan;
  • ¿En qué categoría del protocolo debo incluirme? (o, antes que eso, ¿qué protocolo debo tener en cuenta, porque me dijeron que cambió o está por cambiar?)
  • ¿De qué sirve un test de antígenos? ¿No sería mejor que me hicieran un PCR?;
  • Me enteré que a Fulano le dio positivo y justo yo estuve con él hace unos días; ¿cuántos días? ¿Me habrá contagiado?
  • No sé. ¿A qué distancia estuvimos? ¿Era una reunión al aire libre o adentro? ¿No habremos compartido un vaso sin darnos cuenta?
  • Y Perengano, que vino de visita unos días a Uruguay, y también estaba en aquella reunión, ¿se habrá contagiado? Y si se contagió, ¿cómo hace para volver? ¿Le darán los días antes de su viaje? Y si no, ¿cómo hará? ¿Podrá reprogramar el avión?
  • Etcétera, etcétera.

Y el otro capítulo de esos dimes y diretes infinitos: ¿Valdrá la pena todo este lío de enero de 2022? ¿Por lo menos será el final de la pandemia?

O, un ángulo más, que no podía faltar en el intercambio mano a mano o en los grupos de Whatsapp: ¿Pudo haberse evitado esta embestida? ¿Había medidas para tomar desde el gobierno que atenuaran esta paliza de casos? ¿O la gente se confió demasiado cuando debió haber sido más cuidadosa con las medidas de seguridad no farmacológicas?

Esas charlas, por las que todos pasamos, ocuparon un tiempo gigante en nuestra vidas (multiplicadas paralelamente en los medios de comunicación) y tal vez nos afectaron más que el mismísimo SARS-Cov2.

ACTIVIDAD ALTERADA

Por otra parte, también palpé de primera mano el impacto de este contagio masivo en la sociedad y en la economía, en especial en el turismo, que tanto necesita reactivarse.

Mi familia y yo apenas llegamos a usar tres noches de un hotel. Debimos cancelar la cuarta y, al regresar a Montevideo y entrar en cuarentena, abandonamos lo que teníamos pensado para las semanas siguientes, que implicaba utilizar otros servicios de alojamiento, asistir a algunos espectáculos y visitar lugares de interés.
Pero, simultáneamente, nos encontramos con las afectaciones en la actividad comercial. Más de una vez nos sucedió que, al gestionar por teléfono un pedido o una reparación, nos respondieran que estaban con el personal reducido por contagios y cuarentenas y, entonces, o no podrían acceder a nuestro requerimiento o nos avisaban que la demora sería larguísima.

Acá mismo, en la radio, el equipo que quedó a cargo del programa, con Romina y Gastón al frente, tuvo que lidiar con dificultades no calculadas, a partir de tres casos positivos en el equipo de producción que obligaron a salir en busca de relevos no imaginados y que en algún momento complicaron muchísimo el trabajo. Aprovecho para agradecerles a todos ellos el ímpetu y la creatividad que pusieron para salir adelante en esas crisis. Eso evitó que yo tuviera que volver antes de lo previsto, una posibilidad que, por supuesto, manejamos, aunque, como yo estaba en cuarentena, hubiera implicado que yo saliera al aire desde mi casa.

Nadie decretó la cuarentena general pero, por la vía de los hechos, hubo una, bastante extendida, que provocó merma de la actividad y complicaciones de todo tipo, aunque, claro, en medio de un dinamismo mucho mayor y más auspicioso que el del verano anterior. Esta vez el país siguió adelante pero a los tropezones, en un ambiente recargado de enfermos, la enorme mayoría suaves, y una multitud de casi enfermos o sospechosos, en una suerte de “nueva normalidad”, que tiene la ventaja de que no nos paraliza del todo pero sí suma fatiga al cansancio de casi dos años de emergencia sanitaria.

PRIVILEGIADO

A mí me hubiera encantado volver de la pausa laboral más despejado, habiendo tomado más aire y sol, habiendo recorrido y viajado por el Uruguay como habíamos planificado…en fin…habiendo descansado mejor. Pero así es esta maraña de la pandemia, de la que todavía no zafamos. Y, por supuesto, reconozco que soy un privilegiado porque mi caso y todos los de mi entorno fueron leves, sin internaciones ni sustos. No tuvimos en nuestro entorno cercano ningún ingreso en CTI ni fallecimiento, que sí los hubo, y unos cuantos, entre los uruguayos.

SECA, INCENDIOS, INUNDACIONES

Y tampoco padecimos las inundaciones repentinas que sufrieron tantos vecinos de Montevideo y otros departamentos (algunos de los cuales, los más humildes, lisa y llanamente perdieron todo), ni el peligro de que nuestra casa fuera arrasada por un incendio forestal, como les ocurrió a habitantes del litoral o de la costa en el sur. Porque todo eso también ocurrió, además de la pandemia con ómicron, en esta primeras tres semanas del año. Recordemos: tuvimos la prolongación de un déficit hídrico muy serio que venía del año pasado, que puso en peligro a varios sectores de la producción agropecuaria, que derivó en decenas de fuegos en distintos puntos del país provocando pérdidas económicas y angustias humanas, y que, afortunadamente, tuvo su final hace diez días, cuando llegaron las lluvias, trayendo como sorpresa desagradable episodios de precipitaciones excesivas, de volúmenes altísimos en cortos períodos de tiempo, y también temporales y granizadas.

En fin. Que el 2022 empezó un tanto antipático, con unas cuantas pálidas de esas difíciles de manejar, tanto para la comunidad como para los individuos. (Y también con algunos debates políticos bastante deprimentes, pero ese es otro tema).

TAMBIÉN BUENAS

Afortunadamente también hubo de las buenas.

Algunas ya las mencioné, como la actitud de los profesionales de la salud. Pero puedo agregar el desempeño de los bomberos en los siniestros graves que tuvieron que combatir, con menos personal que el necesario y recursos materiales limitados; la tarea de los voluntarios que en los distintos incendios pusieron en riesgo sus vidas para colaborar en la tarea de extinción; y la solidaridad, que una vez más afloró entre los uruguayos, para apoyar a los damnificados por las inundaciones y por los incendios en campos y bosques.

Y dejo para el final otra, muy buena, en otro ámbito, no ya en la respuesta, sino en la iniciativa.

Quiero destacar la inauguración del MACA, Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry, impulsado por el escultor Pablo Atchugarry en su fundación en Manantiales, Maldonado. Yo todavía no pude visitarlo, por las razones que expliqué hace unos minutos. Pero, desde ya, felicito calurosamente a Pablo, su familia, el arquitecto Carlos Ott y todos quienes hicieron posible ese gran hito, que es de todo el país y nos enorgullece a todos.

Con ese espíritu emprendedor que apuesta a la excelencia yo me identifico plenamente. Y me encantaría que en esa línea nos alineáramos todos, cada uno en su área de responsabilidad.