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Los Highlanders orientales

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Por Daniel Supervielle ///

La permanente y constante presencia en la agenda diaria nacional desde hace más de cinco décadas de los hoy viejos tupamaros José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro –a las que se sumaron en los últimos días las reapariciones de María, la hermana ex guerrillera de Lucía Topolansky y hasta del “traidor” Amodio Pérez desde España- me hizo acordar a una película que vi en mi adolescencia: Highlander (Christopher Lambert, Sean Connery, 1986).

Highlander cuenta la historia de seres inmortales; humanos que solo pueden morir mediante la decapitación. Uno de ellos, el protagonista, es Connor MacLeod, de un clan escocés de apellido homónimo. Su enemigo es conocido como El Kurgan, aunque hay otros personajes de menor porte también con vida eterna.

Al escribir estas líneas, recuerdo el drama que vivía MacLeod. Su tragedia era haber alcanzado el estado de la vida eterna: no podía morir. Por sus ojos pasaron siglos, guerras, catástrofes y mujeres a las que amó, viéndolas envejecer y perecer. El precio a pagar por ser inmortal era la soledad y la incomprensión de la época en que vivía.

Para dejar de ser inmortal debía batirse con los otros inmortales, hasta que quedase uno solo. El premio de ser el único sobreviviente era, precisamente, poder morir y descansar en paz.

Días pasados trascendió que Mujica –aún siendo presidente- firmó el 26 de febrero una resolución destinada a fundir las armas de militares y tupamaros para construir un monumento que permita “superar el sentimiento” que llevó a los movimientos subversivos y a las Fuerzas Armadas a un enfrentamiento a muerte en las décadas de 1960 y 1970.

Enseguida ardió la pradera, las acusaciones de traidor volaron de acá para allá y los protagonistas recuperaron los primeros planos una vez más. El pequeño Uruguay crítico, el que tiene espacio en los medios y marca la agenda, saltó a cuestionar la iniciativa del "presidente más famoso del mundo". El mensaje fue claro: Uruguay no está pronto para un acontecimiento de tal simbolismo.

La naturaleza exacta de la idea de Mujica y homologada por el ministro de Defensa podría explicarse por el deseo muy humano de poder algún día descansar en paz, luego de un pasado que los tuvo como protagonistas de primera línea, ya que sus acciones marcaron el derrotero del país.

Al igual que en la película, todo indica que habrá que esperar a que perezca el penúltimo inmortal para ver la llegada de un nuevo tiempo. Algo similar a lo que el propio Mujica sostuvo cuando dijo que esto se cerraba cuando muriese el último de los protagonistas de aquella época de enfrentamientos.

Pero, los protagonistas ancianos de los dos bandos (militares y tupamaros) siguen activos, son astutos y, orgullosos, luchan por su inmortalidad custodiando las preciadas reliquias que justifican el pasado de su existencia presente. El apego al poder y al rol protagónico parece ser el elixir de la vida eterna de estos actores clave de la historia del siglo XX uruguayo.

Mientras ellos siguen discutiendo sus penas y culpas, custodiando sus secretos insoportables, los uruguayos, en un cine cada vez más vacío y añejo, seguimos viendo tristes una película que no acaba más.