Editorial

Ni congelarse ni cocinarse

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Por Emiliano Cotelo ///

Rechazo el autoritarismo, la violencia, la censura y la corrupción, sean de izquierda, de derecha, de arriba o de abajo. Ninguna excusa o justificación me parece satisfactoria.

Si veo una pintura de mujer amamantando a un bebé me provoca ternura, sea cuál sea el color de la piel de una u otro (o no me gusta como pintura, pero no me parece grave). Prefiero que dos personas adultas se besen a que se maltraten, cualquiera sea su sexo. La miseria me resulta una afrenta lamentable y la excesiva acumulación de riqueza, otra.

Los polos no me atraen; cuando se trata de resolver problemas de la sociedad prefiero los grises.

Algunos duelos

Sin embargo, qué es lo que nos rodea…

Sobre la inseguridad pública, el prejuicio habitual indica que la derecha tiende a reforzar el control y la izquierda la prevención.

Cuando se trata de educación, el preconcepto es que la izquierda quiere docentes mejor pagos para obtener buenos resultados y la derecha quiere ver mejores resultados para otorgar buenos salarios.
En salud, la discusión es cobertura versus calidad…

Y así, marcando blancos y negros, fríos y calientes, derechas e izquierdas, las falsas oposiciones se comen cualquier racionalidad práctica, la controversia hueca mata la conversación reflexiva.

La inseguridad

Para ser más claro, déjenme volver sobre la polémica en torno a la inseguridad pública.

Aunque control se asocia más a acción policial y prevención a asistencia social, lo cierto, lo evidente, es que para sacarle espacio hoy a la criminalidad que ya existe se necesita más eficiencia en las iniciativas de integración social y para adelantarse a la expansión del delito y los delincuentes se requiere mayor eficacia policial. Un equilibrio difícil, pero imprescindible, al menos para mí.

Tibios molestos (y aburridos)

Pero, qué quieren que les diga, tengo la sensación de que últimamente los amigos de los matices andamos de malas, retrocediendo ante malones crecientes de enojados, y enojadas.

Por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”; eso puede leerse en Apocalipsis 3:16. Capaz que sí, los “tibios” estamos siendo vomitados, precisamente porque no somos fríos ni calientes. Todos los sectores políticos y sus convencidos parecen ponerse de acuerdo en que nos detestan.

Y yo, que soy radical en esto de la “tibieza” como cualidad ciudadana, advierto que vivimos en derrota o, al menos, despreciados: para los que están hartos del gobierno, somos demasiado tranquilos al reprochar lo que serían peligrosas ineficiencias y excesos; a los opositores reflexivos, les resultamos pendulares; para los desencantados con el gobierno, somos impertinentes; y los militantes del oficialismo, siempre verán insuficiente la forma como consideramos los avances.

Eso sí: todos, todos coinciden en que los radicales de la “tibieza” somos aburridos.

Quizás sea así. Pero también dicen eso de los sistemas políticos escandinavos y yo no los veo tan mal.
Los “tibios” no somos espectaculares, ni queremos serlo. Preferimos no gritar, y somos una fuerza ordinaria, que demora en defenderse y es renuente a la hora de agredir.

Pero hoy avanza otra onda. Esa de que… “por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Y, sin embargo, la buena política parece vinculada a cierto distanciamiento ante las posturas gélidas o ardientes.

Vivir con miedo

Allá y tal vez acá el miedo a la violencia criminal está condicionando el voto de la gente. Me preocupa. Vivir con miedo a la violencia termina por afectar todas las decisiones que tomamos como padres, hijos…y ciudadanos.

El aumento de los delitos no es exageración opositora o temor de los burgueses. Su raíz asienta en la pobreza, en la educación deficiente y en la frivolidad de una cultura del espectáculo. O no, capaz que hay más motivos, no hay certeza absoluta.

La campaña

Necesitamos un debate político más atado a las complejidades de la realidad, con menos simplificaciones y más explicaciones de los candidatos sobre cómo van a articular soluciones y cuánto van a costar; soluciones genuinas, que nunca son fáciles ni se parecen a panfletos para la hinchada.

Yo creo que ese es el desafío más importante que enfrentaremos, candidatos y periodistas, en la campaña electoral que ya está corriendo: una discusión de calidad, donde se tenga el coraje de atender al sentir de los tibios. Porque si no, nos congelaremos en un polo o nos cocinaremos en el otro.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 02.11.2018