Editorial

Menos palo y más propuestas

Por

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

El año pasado, cuando saltó la noticia de que Raúl Sendic no tenía el título académico que aseguraba tener, el exvicepresidente –y discúlpenme si mi columna sale antes de las 10- se presentó ante el Plenario del Frente Amplio, que le dio su apoyo ante lo que consideraba una campaña en contra del gobierno. El Plenario del Frente Amplio llegó incluso a acusar a medios de comunicación y a la oposición de querer “debilitar la institucionalidad democrática del país” por denunciar que Sendic no era “licenciado en Genética Humana”. Era una afirmación temeraria como pocas ante una sociedad que tanto luchó por recuperar las instituciones.

Un año y medio después, Sendic acusó a sus compañeros de partido, en el Plenario del sábado pasado, de “deslealtades”. Y se mostró enojado con el dictamen del Tribunal de Conducta Política al que se sometió por el uso de las tarjetas corporativas de ANCAP.

El Plenario, que es el órgano más importante del Frente Amplio, pasó así de abroquelarse para defender al compañero de fórmula de Vázquez, a ser acusado por el vicepresidente, que allí mismo se fue.

Desconcertados por tamaña noticia, los integrantes del Plenario dejaron de lado un borrador de resolución obtenido con mucho trabajo en el que, entre otras cosas señalaban a una presunta “derecha carente de autoridad moral” que buscaba “instalar la idea que son todos iguales”, y optaron por una declaración que buscó sostener la unidad del partido de gobierno y que, por cierto, estuvo muy, muy lejos de cualquier tipo de sanción o tirón de orejas a Sendic. Un Sendic que había sido duramente cuestionado en su proceder por el Tribunal de Conducta Política al que el Plenario le dio un tibio respaldo incluyéndolo en la categoría de miembro de la “institucionalidad frenteamplista”, dentro de la cual, suponemos, también está el presidente del Frente Amplio, blanco directo de duras acusaciones del hasta ahí vicepresidente.

El vicepresidente se fue. Chau. Se terminó su historia con este gobierno. Pero el gobierno tenía que hablarle a la población. Era necesario. El presidente Vázquez, que le mandó un mensaje claro a Sendic cuando dijo que él si fuera cuestionado por el tribunal dejaba cualquier cargo, y que además aseveró que “una renuncia es una renuncia”, salió al ruedo.

Lo hizo primero como dirigente del Frente Amplio, su “fuerza política” como siempre la llama, a la cual necesita ciertamente unida para terminar en calma legislativa su período de gobierno y tratar de dejar atrás la mancha que el caso Sendic le hace a su legado.

El presidente se preocupó por defender la actuación de Sendic en la Vicepresidencia y su lealtad hacia el Frente Amplio. Su “valentía”, dijo Vázquez. ¿Qué otra cosa podía hacer Vázquez, que necesita votos en el Parlamento, ante las fisuras evidentes del Frente Amplio? Le envió un mensaje a su partido. En el camino, mostró su fastidio con versiones de prensa que no comparte. Acusó a algún medio de mentir –por suerte no de desestabilizar la institucionalidad democrática-, admitió desconocer algunas cosas que ocurren en su gobierno, como la decisión de su segundo de dejar el cargo, y lo fundamental, trató de dar señales de normalidad. Señales que son muy importantes para los uruguayos que claramente confiamos en las instituciones, aunque sepamos que de normal, la renuncia de un vicepresidente, no tiene nada.

Algunos sectores de la oposición pretendían algo así como un mea culpa de Vázquez por haber elegido a Sendic en su fórmula. Pero para el presidente, hubiera sido seguir pegándole en el suelo a Sendic. Y no le sirve políticamente, hacia adentro del Frente Amplio, y mucho menos de cara a los uruguayos que sobre todo esperan que la salida de Sendic destrabe a un gobierno que una semana sí, y otra también, tiene que repetir que tiene “agenda”.

Tampoco le sirve a la oposición salir a pegarle de nuevo al caído en desgracia porque, otra vez, los uruguayos también quieren que los dirigentes que son minoría en el Legislativo, empiecen a marcar una agenda en la que el “caso Sendic” tenga un menor peso relativo.

En otras palabras, entre tanto palo, hace un año y medio que la sensación general es de estancamiento no solo del gobierno, sino del sistema político. A ver si ahora que se fue Sendic, y que su caso seguirá en la Justicia, empezamos a escuchar más propuestas. Al fin y al cabo, sin quitarle un ápice de gravedad al comportamiento ético de Sendic, el país tiene que seguir adelante.

***

Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 13.09.2017

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.