Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi
La semana pasada se supo que al parecer se podría cultivar papa en Marte. Tal es la conclusión preliminar a la que llegó un grupo de científicos peruanos, y que anunció el Centro Internacional de la Papa, una institución con sede en Lima y dedicada, desde 1971, a la investigación sobre ese y otros tubérculos (*). En cooperación con la NASA y tras una iniciativa surgida en Emiratos Árabes Unidos, el Centro Internacional de la Papa realizó un experimento entre el 14 de febrero y el 5 de marzo de este año, que consistió en sembrar papas en condiciones marcianas, es decir simulando la atmósfera del planeta rojo, y empleando tierra seca y salada, extraída del desierto peruano de las Pampas de la Joya, a la que se agregó suelo fertilizado.
Unos cien kilos de tierra y roca de ese desierto en el sur del país fueron trasladados a un laboratorio limeño, se procedió a la selección de varias decenas de variedades de papa peruana, y en un contenedor hermético, con temperatura, presión, niveles de oxígeno y de dióxido de carbono controlados, más un suministro de agua rica en nutrientes, se plantó y se esperó. Al cabo de algunas semanas, los resultados, según se informó, son prometedores, en lo que de todos modos no es sino la segunda fase de un proyecto llamado “Papas en Marte”, que empezó a ponerse en práctica en enero y que habrá de durar cinco años.
Además de ese pequeño Marte instalado en Lima con papas en devenir, la NASA tiene intenciones de construir, en las Pampas de la Joya, un centro de investigaciones marcianas como los que ya existen en Estados Unidos, Rusia y la Antártida. Ningún otro paraje en la Tierra tendría un parecido mayor con las condiciones imperantes en ese planeta, donde el astronauta interpretado por Matt Damon en la película Misión rescate, de 2015, ya cultivaba papa, como recordarán los espectadores que hayan logrado vencer la somnolencia, para aguantar hasta que lo vinieran a buscar.
A la NASA le interesa la dieta de su personal en futuras misiones de exploración marciana, pero afortunadamente el Centro Internacional de la Papa tiene, además, objetivos terrestres en este proyecto. Si se puede identificar alguna especie capaz de brotar en un planeta muerto, se podrá pensar en cultivarla también en regiones particularmente inhóspitas de la Tierra, en condiciones extremas, y contribuir así a alimentar a gente que, en muchos casos literalmente, se muere de hambre.
El problema es que en algunos lugares las cosas no están como para esperar varios años, ni siquiera meses. A 12.000 o 13.000 kilómetros de Lima y a decenas de millones de kilómetros de Marte, en África oriental – Etiopía, Somalia, Kenia, Uganda, Sudán del Sur, Yibuti, Tanzania – la hambruna está de regreso. En esos países, 20 millones de personas necesitan ayuda humanitaria de urgencia y un millón y medio de niños están en peligro de muerte por desnutrición. En Sudán del Sur, la inanición afecta a unos cinco millones de personas, es decir la mitad de la población; en Somalia, son 3 millones, al igual que en Kenia; del otro lado del continente, en Nigeria, la escasez alimentaria se agrava y alcanza a otros cinco millones de habitantes, de los cuales medio millón son niños.
Se trata de una “tragedia” que amenaza con convertirse en “catástrofe”, en palabras del Secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres: una hambruna, como lo declararon la FAO y el Programa Mundial de Alimentos para una zona de Sudán del Sur. No el estado de hambre crónica que padecen 800 millones de personas en todo el mundo, sino una situación crítica de falta casi total de alimentos que sufre la población de un lugar geográfico determinado. Eso es lo que está ocurriendo ya o es inminente, a causa de la sequía, los conflictos armados, la pobreza profunda, el avance de la desertificación, la desintegración de los Estados, o todo eso junto, en ocho países africanos, a los que hay que agregar Yemen, donde más de 7 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria grave. Para asistir a Sudán del Sur, Somalia, Nigeria y Yemen hacen falta, en los próximos tres meses y de acuerdo a los números de Naciones Unidas, 4.400 millones de dólares. Si no, el hambre va a matar, mucho y rápido, quizá como nunca en el último siglo. Las papas queman.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 13.03.2017
Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.