Editorial

Juegos de poder detrás del combate a Estado Islámico

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Por Susana Mangana ///

Como era de esperar el Parlamento británico autorizó los bombardeos de la RAF (la Fuerza Aérea Real) sobre Siria, algo que viene haciendo hace más de un año sobre territorio de Irak con un fin similar, o al menos así lo ha declarado: debilitar o incluso destruir la capacidad operativa de Daesh, el temido Estado Islámico. Que hay que cortar la financiación del grupo terrorista es evidente. Ahora bien, cabe preguntarse si es necesario volar por los aires pozos petrolíferos que pertenecen a los ciudadanos de Siria e Irak, convidados de piedra en este combate.

Otra pregunta sería: ¿Qué se va a hacer con los compradores de dicho petróleo robado? Aquí la historia, a caballo entre una película de ciencia ficción y un culebrón, riza el rizo. La última novedad es que Putin acusa directamente a su homólogo turco, Erdogan, de estar implicado en este negocio sucio. ¿Qué hay de cierto en esta acusación y por qué se divulga ahora? ¿Denuncia o revancha?

El derribo de un caza ruso la semana pasada por parte de la Fuerza Aérea turca agrega una nueva confrontación a la encrucijada siria. Ya no se trata sólo del combate a los guerrilleros del autodenominada Estado islámico, o del enfrentamiento que existe entre grupos que luchan por derrocar al gobierno de los Asad, sino que este episodio refleja otras luchas de poder entre bambalinas.

Turquía y Rusia han sido históricamente rivales; de hecho, ambos ex imperios libraron 12 guerras desde 1568. El derribo del avión y la polémica que se suscitó a raíz de una supuesta violación de Rusia del espacio aéreo turco demuestran que ambas potencias tienen visiones encontradas respecto de cómo lidiar con la crisis siria. Para Turquía, Al Asad debe abandonar el gobierno mientras que Rusia se aferra a su continuidad, incluso a una posible partición del territorio sirio en la que los Asad puedan mantener el control de la región de Latakia sobre el codiciado Mediterráneo, de donde son oriundos.

Putin pretende seguir jugando un rol primordial en Medio Oriente y los Balcanes tal como demostró con el capítulo de Crimea en su crisis con Ucrania. Por su lado, Turquía busca recomponer su relación con Europa y EEUU al jugar la carta de la OTAN. Y ello a pesar de su opaco rol en la lucha contra el Estado Islámico y sus ataques constantes a las facciones kurdas que defienden la frontera entre Siria y Turquía del avance yihadista, algo que Europa y EEUU omiten comentar y hasta denunciar.

La grave acusación que ahora formula el gobierno de Putin en contra de Erdogan y su familia, carga aún más las tintas. La arremetida desafiante de Rusia desde setiembre pasado ha molestado a sus socios europeos y norteamericano que consideran que Putin se escuda en el bombardeo al Estado Islámico para en realidad eliminar a los opositores al régimen de Al Asad.

Rusia amenaza con imponer sanciones económicas a Turquía que apela a su carácter de miembro de la OTAN para exigir respaldos internacionales de sus socios. Putin apuesta fuerte y envía mensajes contundentes. No permitió la intervención militar hace dos años en Siria, ejerciendo su derecho a veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, convenciendo a China de que secundara su posición al tiempo que seguía defendiendo y armando al régimen de los Asad. Si tomamos sus advertencias en serio, Putin tendrá una reacción contundente con Turquía. Una opción quizá sea una Rusia armando a las facciones kurdas por el simple hecho de molestar a Turquía.

Siria hace tiempo que tercerizó su seguridad, que quedó en manos de Irán, del grupo guerrillero libanés Hizbulá y de Rusia. Francia y Gran Bretaña, mientras tanto, países conquistadores por naturaleza y en gran medida responsables del fracaso de estos estados, hoy asolados por conflictos bélicos con componentes étnicos y sectarios, no intervinieron para proteger vidas de civiles asesinados por sus regímenes o células integristas pero lo hacen ahora para defenderse de la amenaza terrorista que encarna el Islam radical, hoy rebautizado yihadismo.

¿No cabe esperar retaliación por parte de energúmenos que nuevamente utilizarán el nombre de Alá en vano para arremeter contra civiles en Londres o alguna otra ciudad británica? En definitiva, todos opinan y muchos interfieren en la política interna de Siria y deciden qué hacer con los terroristas, los oficiales del Estado y los otros de pacotilla.

Francia y Gran Bretaña juegan a la guerra. EEUU y Rusia manejan sus hilos como en tiempo de Guerra Fría. Turquía y otros vecinos musulmanes no quieren quedar fuera del juego. Pero nadie pregunta a los sirios, a los ciudadanos de a pie qué necesitan o qué desean. ¿Para qué molestarse? Total, ya buscan ellos una salida, sea ésta por tierra o mar: son refugiados, la nueva etiqueta del siglo XXI. Sobran directores de orquesta y faltan músicos dispuestos a tocar una melodía que suene remotamente al himno por la paz.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, viernes 4.12.2015, hora 08.05

Sobre la autora
Susana Mangana, doctora en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid y MBA por la Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, es docente e investigadora en la Universidad Católica del Uruguay y analista de política internacional en medios nacionales e internacionales.