Editorial

Los impuestos y la charla de ascensor

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Por Emiliano Cotelo ///

El miércoles 25 de mayo La Mesa de En Perspectiva arrancó a las risas. Uno de los tertulianos comentó que al llegar a la radio acababa de comprobar que el ajuste fiscal había ingresado a la selecta categoría de tema para “charla de ascensor”. En el breve trayecto desde la Planta Baja todos sus compañeros de viaje venían comentando apasionadamente los anuncios hechos dos días antes por el Ministerio de Economía, y en particular el aumento del IRPF (Impuesto a la Renta de las Personas Físicas) en determinadas franjas.
 
¿Cuántos motivos de conversación como ese ha generado la agenda local en los últimos meses? El frío crudo del invierno adelantado (eso no es muy raro; a los uruguayos nos encanta hablar del "el clima" y en el ascensor mucho más) y tal vez algunas noticias vinculadas al fútbol, como la eliminación de anoche en la Copa América o el himno equivocado que nos pusieron en el primer partido. 
 
Es muy atípico que en esa lista tan corta figure el cambio del IRPF y otros tributos. Hay algo de fascinante en el momento en que toda la gente en una sociedad se pone a discutir sobre impuestos (y la otra cara de la moneda: el gasto público). 
 
Nótese que digo "discutir sobre" y no digo que "discutir contra" sus impuestos. Es que en estos días pude leer y oír opiniones muy variadas y hasta encontradas sobre este paquete. Y no sólo en el sistema político, sino en las redes sociales y en la calle. También detecté matices, muchos matices, que de algún modo superaban, complejizaban las dos posiciones más obvias que pueden esperarse sobre cualquier medida de Gobierno: estar a favor o en contra. 
 
Una discusión como esa, en el fondo, alude al pacto tácito por el cual (y con el cual) nos constituimos como un colectivo, distinto a la suma de nuestras individualidades (o, mejor dicho, un colectivo distinto de la suma de nuestros individualismos).
 
Ese intercambio va más allá de la imagen del Estado metiéndonos la mano en el bolsillo. En definitiva estamos reflexionando sobre cuál debe ser el tamaño y la presencia de ese Estado en nuestras vidas: Cuánto estamos dispuestos a ceder para vivir en comunidad y sobre quiénes debería caer la mayor parte del costo de esas decisiones. En otras palabras, estamos modificando la letra chica del contrato que nos permite ser parte de una sociedad.
 
¿Cuál es la presión tributaria que estamos dispuestos a aceptar? ¿A cambio de qué? ¿Cantidad de recursos es igual a calidad de resultados? ¿Quiénes deben pagar más, quiénes deben pagar menos? ¿Quiénes y cómo deben gestionar ese dinero? ¿Qué hacemos con los jerarcas y funcionarios ineficientes? ¿Está bien que vivamos con nuestras cuentas sobregiradas o tenemos que organizarnos para ahorrar? Si vamos a aumentar tributos, ¿es por un período acotado de emergencia o ese cambio quedará instalado para siempre? Y, sobre todo, ¿para dónde queremos ir entre todos?
 
Hay pocos momentos en la vida social donde este debate aparezca así de visible, o palpable. Esta es una instancia simbólica y hasta antropológicamente bien interesante. Y por eso me parece muy importante que en esa discusión hagamos el esfuerzo de escucharnos los unos a los otros.
 
Obviamente habrá facturas que salir a cobrar sobre por qué es necesario un paquete de ajuste fiscal. El sistema político es experto en eso. Pero no podemos trancarnos ahí. La mirada no debe quedar congelada en el retrovisor. También hay que fijarse objetivos y procedimientos para alcanzarlos.
 
Una vez que el Gobierno asumió que su manejo de las cuentas públicas era insostenible todos teníamos que discutir mucho. Y con seriedad. Desde el oficialismo, porque es quien está proponiendo las nuevas reglas de juego. Pero desde la oposición también, porque no alcanza con la crítica; un momento como este requiere precisar con mucha claridad las alternativas que se ofrecen. La ciudadanía, por su parte, esté en el lado que esté del mostrador, debería asumir que la cuestión no se agota en el impacto en el bolsillo propio o en el ajeno.

Y a los medios de comunicación, en particular a los periodistas, nos corresponde un papel singular, aportando la información, el análisis y el pluralismo que permitan que este diálogo sea lo más responsable y fructífero posible. Por eso aquí, En Perspectiva, le hemos dedicado tanto tiempo a este asunto (en un juego delicado, porque si se pasa de rosca puede propiciar una psicosis de preocupación que resulte paralizante y negativa para la evolución de la economía, como nos expresaba ayer un oyente en su correo electrónico).

Hay mucho que discutir. Tenemos los espacios para ese intercambio. El ascensor es uno más. Y el tema luce mucho más relevante que si hace mucho o poco frío, o, peor, si Tabárez debió haber puesto a Luis Suárez para salvar la debacle de anoche.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 10.06.2016, hora 08.05