Por Emiliano Cotelo ///
En un momento en que el Uruguay y los uruguayos tenemos por delante enormes desafíos, cuando deberíamos estar discutiendo a fondo el rumbo a largo plazo de nuestro país y su gente, ya llevamos dos semanas devorados por cuentas pendientes que venimos arrastrando en los últimos 40 o 50 años.
Desde que se publicó la nota de Leonardo Haberkorn en El Observador, el sábado 30 de marzo, patinamos entre los estertores de las Fuerzas Armadas golpistas y la eventualidad de Fuerzas Armadas constitucionalistas y modernas. Andamos estremecidos por confesiones espeluznantes sobre los horrores a los que llegó la represión a presos políticos durante la dictadura y aún antes de ella y también leemos sobre miserias y extremismos que se habrían dado en algunos de los grupos perseguidos. Vemos con perplejidad a jerarcas del Poder Ejecutivo que se pasan la pelota sobre quién demoró o cajoneó los testimonios de Gavazzo y Silveira que surgieron en el tribunal de honor y que debían ser remitidos a la justicia. Y asistimos cansados al cruce de acusaciones sobre lo que ocurrió desde el gobierno de facto hasta ahora y quiénes fallaron en el manejo del lastre de los años de violencia política y, sobre todo, en la reinserción de las instituciones militares en la sociedad democrática.
Sin respiro
En estos 15 días los hechos se han sucedido con una intensidad infrecuente, casi sin respiro.
El terremoto político empezó el lunes 1º cuando el presidente Tabaré Vázquez decidió remover al ministro y el subsecretario de Defensa, Jorge Menéndez y Daniel Montiel, y dispuso el pase a retiro de seis generales del Ejército, uno de ellos, nada menos, el comandante en jefe, José González, que sólo llevaba 12 días en el cargo porque el mes pasado había sido destituido el jefe anterior, Guido Manini Ríos. [Vázquez adoptó esas medidas porque los tribunales de honor que juzgaron a Gavazzo, Silveira y Maurente recogieron confesiones y declaraciones sobre hechos de apariencia delictiva, y, sin embargo, esa información no fue canalizada a los efectos de las actuaciones judiciales que pudieren corresponder; él mismo, que se expidió sobre los fallos de los tribunales de honor el 12 de marzo pasado, se habría enterado de aquellas novedades recién el sábado 30 de marzo al leer El Observador.]
Este lunes 8, poco después de la asunción de las nuevas autoridades del ministerio, el flamante comandante de la fuerza de tierra, Claudio Feola, estuvo a punto de ser el más breve de la historia y se salvó porque aceptó publicar un comunicado aclaratorio de las declaraciones impresentables que había realizado a la prensa.
Como si con eso no alcanzara, este martes tomó estado público el expediente de los tribunales de honor, de 700 páginas, incluyendo las actas de los interrogatorios, lo que ha disparado nuevas notas de prensa, acciones judiciales y más evaluaciones políticas.
Preguntas
Es impresionante la lista de impactos, aciertos, errores y remiendos. Y, curiosamente, todo ocurrió porque un periodista sacó a la luz testimonios que permanecían escondidos en una pila de papeles y le dio a esos dichos el contexto correspondiente, fruto de sus investigaciones anteriores en la misma temática.
¿Qué habría pasado si aquella nota no se hubiese publicado? Esa es tan solo una de las decenas de preguntas que estos episodios dejan abiertas.
Otra duda: ¿Cuándo terminará esta saga? Difícil pronosticarlo.
La muerte ayer del doctor Menéndez le dio al asunto un nuevo giro, en el terreno personal y humano. Su nombre quedó manchado cuando Vázquez le pidió la renuncia y luego el secretario de la Presidencia, Miguel Angel Toma, emitió un comunicado donde adjudicó al Ministerio de Defensa la demora en el procesamiento de la información nueva surgida de los tribunales de honor. Estas decisiones de la Torre Ejecutiva sonaron especialmente crueles, cuando era un secreto a voces que Menéndez no podía defenderse porque agonizaba en su casa, en el final de la enfermedad que le había llevado en diciembre a plantear su dimisión, que Vázquez en ese momento no aceptó. Fue doloroso observar cómo desde la familia del ex ministro debían salir a reivindicar su actuación, filtrando a la prensa la carta de renuncia en la que Menéndez puso cuidado en explicar que hizo lo que tenía que hacer, un relato que contó con el respaldo de dos abogados del ministerio que aceptaron hablar con algunos medios.
El hastío
Nada de esto que hemos venido informando, analizando y discutiendo puede tildarse de intrascendente. Por el contrario: todo -lo bueno, lo malo y lo feo- todo es muy relevante. Pero el paquete pesa tanto y ha implicado un golpe de timón tan fuerte en la agenda política que a muchas personas las ha saturado. Varios oyentes se han quejado en estos días diciendo “ya fue suficiente”, “aflojen con este tema”, “deberían ocuparse de otras cosas más importantes”.
Los medios de comunicación enfrentamos, efectivamente, un brete, sobre todo si contamos con un espacio finito. Es un hecho que en estas dos semanas hemos dejado a un costado otras cuestiones tanto más trascendentes que esta. ¿Fue correcta esa decisión? ¿Qué parte de nuestra audiencia nos siguió en ese abordaje, cuál otra cambió de radio o puso música para descansar la cabeza?
Pero tal vez la pregunta fundamental es otra: ¿Cuándo y cómo los uruguayos lograremos encauzar estas asignaturas pendientes?
Los intentos que fueron sucediéndose desde 1984 hasta nuestros días han sido al mismo tiempo productivos e ineficientes. Productivos porque condujeron a décadas de vida democrática. Ineficientes porque sus costos se proyectan en el tiempo y terminan siendo una deuda gravosa.
La historia incluye, entre otros: el Pacto del Club Naval, de 1984, en que participaron por el lado civil el Partido Colorado, el Frente Amplio y la Unión Cívica; la ley de amnistía para los presos políticos en 1985 y el acuerdo entre Julio María Sanguinetti, Wilson Ferreira Aldunate y el ex comandante Hugo Medina que desembocó en 1986 en la Ley de Caducidad; las movilizaciones que intentaron sin éxito derogar esa ley en las urnas en 1989 y en 2009; la creación de la Comisión para la Paz en el gobierno de Jorge Batlle, con su trabajo reservado que dejó el primer informe oficial del Estado sobre los desaparecidos; la investigación con colaboración de las Fuerzas Armadas que ordenó Vázquez en 2005 y que permitió localizar los primeros restos de desaparecidos pero después se frenó; y la relación singular y controvertida que Eleuterio Fernández Huidobro estableció desde el Ministerio de Defensa con los oficiales generales en el gobierno de José Mujica y hasta hace un par de años.
¿Estaremos a tiempo de dar un nuevo golpe de timón y construir un camino sólido que supere las grietas que siguen abiertas?
¿Podremos hacerlo? ¿O ya no es posible y tendremos que resignarnos a volver una y otra vez sobre estas heridas, que afectan a seres humanos y familias, pero también nos debilitan como sociedad?
Ahora mismo están en la puerta dos proyectos que atacan una parte de ese gran problema: la nueva Ley Orgánica Militar y la reforma del sistema de jubilaciones y pensiones de las Fuerzas Armadas. Deberíamos encararlos con visión de Estado. Sin medias tintas respecto a la obediencia de los militares a las autoridades civiles electas por voto popular. Pero además deberíamos tratarlos dejando a un lado prejuicios y resentimientos. No olvidemos que está de por medio un serio dilema financiero y político porque el Estado es el empleador de decenas de miles de soldados, marinos y aviadores que, más allá de algunos cientos de casos, viven en la pobreza.
¿Seremos suficientemente maduros para superar este trance? ¿Cuánto tiempo y cuánta energía le dedicaremos?
Mientras tanto, en la lista de espera figuran otras emergencias que nos acucian a los uruguayos, como el desempleo, la inseguridad y la reforma de la educación. Y definiciones de fondo, como el modelo de desarrollo al que aspiramos: ¿A qué nos dedicaremos para salir airosos en el nuevo contexto internacional y tecnológico?
El mundo que se viene, y que en realidad ya está allí, es muy diferente al de los años 70 y 80, esos años que se nos han venido encima en los últimos días, esos años amargos que a cada rato nos atrapan y pueden llegar a hundirnos.
***
Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 12.04.2019