Editorial

Uruguay y la reforma laboral brasileña

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

Como si a Uruguay no le bastara con sus propios problemas de competitividad por factores internos, ahora deberá enfrentar uno grave y de muy difícil solución.

En medio de una de las peores crisis políticas de su historia, con un presidente cuestionado desde todos los flancos y un Congreso desprestigiado a más no poder, Brasil acaba de dar luz verde a una de las reformas laborales más importantes y escandalosas de su existencia. Los cambios serían en su gran mayoría rechazados por todo el espectro político uruguayo si alguna vez se plantearan aquí. Incluso por los pro mercado más puros.

Los cambios en la legislación hacen más flexible la contratación de empleados, lo cual de por sí no sería algo necesariamente malo. Pero la forma en que se logra esa flexibilización es mediante el avasallamiento de derechos de los trabajadores en beneficio del empleador.

Para hacer un resumen rápido: los vínculos estables con las empresas se desmantelan como mecanismo dominante en el mercado y se prioriza la vinculación en condiciones más precarias. Así los acuerdos entre partes, sean individuales o sectoriales, estarán por encima de lo que la ley actual dispone. Se establece la posibilidad de una jornada laboral de 12 horas sin pago suplementario siempre y cuando vaya seguida de un descanso de un día y medio. Si bien la semana laboral se mantiene en 44 horas, las pausas diarias serán negociables, tanto como los períodos de vacaciones que se podrán subdividir. Los salarios podrán pagarse sobre una base horaria en todos los rubros, lo cual elimina en algunos casos el concepto de jornada laboral, que queda a criterio del empleador. Esto es, tres días antes el nuevo empleado brasileño sabrá cuántas horas podrá trabajar y por ende, su paga. Las embarazadas deberán presentar certificados médicos para obtener licencia por maternidad en casos de trabajos considerados de mediano riesgo, un derecho ganado al que hoy acceden automáticamente y que ahora verán recortado.

En pocas palabras, es el derrumbe de una serie de derechos laborales de la peor forma posible en un país carcomido por la corrupción, que enfrenta una seria crisis de empleo, con cifras de desempleados que rozan los 15 millones de personas. No cambiará la cosa para los trabajadores explotados del interior brasileño pero sin duda sí para aquellos sectores de la población que en las últimas décadas lograron avances para evitar la explotación.

Resultado para Uruguay: con esta vergonzosa reforma, será todavía más difícil competir con Brasil. Guste o no, la aprobación de la Cámara de Diputados primero y del Senado después, así como la segura firma del presidente Michel Temer en el texto, supondrán un cambio abrupto de las reglas de juego dentro del Mercosur y hacia mercados y productos que tienen a Brasil como un competidor directo de Uruguay. También afectarán el panorama para la instalación de inversiones extranjeras.

La preocupación en el gobierno es evidente y justificada. El canciller Nin Novoa dijo que Uruguay pedirá una reunión con sus socios y argumentó que competir “en base a la caída de derechos laborales” es algo que siempre se buscó evitar dentro del bloque.

Sin embargo, las posibilidades de que esta decisión se revierta son nulas. Brasil, que ve cómo Paraguay logra competirle en costos laborales, y que además necesita generar atractivos para aumentar la inversión extranjera que hace no tanto se disputaba su potente mercado interno, es víctima de su inestabilidad política y de su propio desprestigio anclado en la corrupción.

Pero con costos más baratos, difícilmente no será tentador un mercado de más de 200 millones de personas con canales de exportación abiertos en los más diversos rubros.

Algunas reflexiones se imponen ante este preocupante panorama. Primero, la imperiosa necesidad de Uruguay de aumentar productividad a mediano y largo plazo mediante capacitación, sin afectar los derechos de los trabajadores y empresarios. El trabajo conjunto con el gobierno como catalizador es más que nunca necesario. Segundo, una reflexión seria sobre la pertinencia de continuar en este Mercosur tiene ahora abonado el terreno. ¿Si ni siquiera en materia de derechos laborales se puede coordinar –ni confiar- y hay que estar ‘alpiste’ de lo que hace el gigante de al lado, a futuro, tiene sentido el Mercosur para Uruguay?

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 16.08.2017

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.