Editorial

¿Qué está pasando en Hong Kong?

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Por Jana Rodriguez Hertz ///

Hoy voy a referirme a una pregunta que no tiene una respuesta precisa: ¿qué es lo que está pasando en este momento en Hong Kong?  Como esta pregunta en profundidad es inabarcable, voy a limitarme a dar un relato que contiene mis impresiones, sin pretensión de ser exhaustiva. 

La situación de Hong Kong podría describirse como una chispita que saltó sobre un enorme pajonal seco. La chispita es fácil de reseñar, el pajonal seco tiene tantos ingredientes que me sería imposible. Todo empezó el año pasado, cuando Chan Tong-Kai, hongkonés, fue acusado de asesinar a su novia mientras ambos estaban de paseo en Taiwán. Chan regresó a Hong Kong y no pudo ser extraditado a Taiwán para ser juzgado allí, dado que no existen acuerdos de extradición entre ambos territorios. En febrero vino la chispita: con esto en mente, Carrie Lam, gobernadora de Hong Kong, propuso un acuerdo de extradición entre China continental, Hong Kong, Macao y Taiwán. Fue un pésimo error de cálculo.

Las protestas comenzaron con una docena de miles en marzo y fueron escalando hasta llegar a una manifestación de un millón de personas (hay quienes dicen dos) en junio. ¿Qué hay en ese enorme pajonal? Como dije, es imposible de abarcar, pero intentemos resaltar algunos elementos. En 1997 Hong Kong pasó de manos inglesas a manos chinas, bajo el régimen de “un país, dos sistemas”. Tal vez para muchos sea obvio, pero estoy segura de que en Uruguay mucha gente no lo sabe: Hong Kong tiene una moneda diferente al yuan chino, el idioma oficial de Hong Kong es diferente que el de China continental, y si un chino de China continental desea visitar Hong Kong precisa un visado o permiso especial. Un uruguayo no precisa visa para visitar Hong Kong, pero sí la precisa para visitar China continental. En Hong Kong no hay páginas bloqueadas en internet como sí las hay en China continental, y los hongkoneses tienen otras libertades civiles, como la libertad de expresión y reunión, que en China continental no se gozan. La posibilidad de pasar a ser juzgados en China continental, que tiene un sistema judicial cuestionado por los hongkoneses fue uno de los detonantes de las masivas protestas. 

Pero sería muy ingenuo pensar que es el único. En muchísimos hongkoneses predomina un fuerte sentimiento xenofóbico contra los chinos continentales, y este elemento también está presente en las manifestaciones. Una encuesta de la Universidad de Hong Kong de este año revela que menos del 10% de los jóvenes hongkoneses se siente orgulloso de ser ciudadano chino. Otro elemento importante es que los jóvenes de Hong Kong se sienten abrumados por la falta de perspectiva a futuro, los alquileres y las propiedades son carísimos (Hong Kong es la ciudad más cara del mundo) y en el mercado laboral pierden competitividad frente a los chinos continentales. Predomina en ellos un fuerte sentimiento de falta de horizonte. No hay que olvidar que el núcleo duro de los manifestantes, los más violentos y radicales, son jóvenes entre 17 y 24 años.   

¿Cómo seguirá esto? ¿Qué hará China? Obviamente es imposible de predecir, pero mi impresión es que China jugará la que siempre ha sido su mejor carta: la paciencia. Si bien los medios occidentales han difundido lo que dicen que son imágenes de tanques recorriendo las calles de Shenzhen, y aún cuando los propios medios oficiales mostraron maniobras militares anti-manifestaciones en un intento de intimidación, lo cierto es que a Beijing lo que menos le conviene es una intervención de fuerza y ellos bien lo saben. 

La paciencia, mientras tanto, les ha sido mucho más redituable, y una jugada posible es apostar a desgastar el movimiento. Lo que comenzó siendo un millón de manifestantes con apoyo masivo de la población escaló en violencia y radicalidad, y terminó perdiendo popularidad cuando tomaron el metro y -más grave aún- paralizaron dos días seguidos el aeropuerto de Hong Kong, atacando a dos personas a golpe de puño, dejando a una de ellas inconsciente. Los magnates de la ciudad, quienes han perdido miles de millones de dólares con este asunto, también piden a los manifestantes que bajen el tono. Esta semana, Li Ka-Shing de 91 años, la persona más rica de Hong Kong, junto con otros conglomerados de peso de la ciudad, sacaron solicitadas de una página en todos los diarios pidiendo “Salvemos la economía”.

Dos cosas importantes pasaron desde que escribí mi primera versión de esta columna el pasado sábado: una manifestación multitudinaria pro-Beijing el sábado (que no fue reseñada por los medios occidentales) y otra también multitudinaria anti-Beijing el domingo (que tuvo gran cobertura). Ambas fueron pacíficas y, según fuentes de la policía, tuvieron entre 110.000 y 130.000 participantes. Sin embargo, sus organizadores afirman que en la primera hubo 476.000 y en la segunda 1.7 millones de personas. Las vistas aéreas confirman que los organizadores de ambas marchas exageran. 

Mi primera impresión, a pesar de que la grave fisura entre China continental y Hong Kong está muy lejos de sanar, era que ambas partes saben que se están viendo muy perjudicados económicamente con este conflicto. En un primer momento, yo habría apostado por una conciliación de conveniencia, dado que esta parte de Asia se caracteriza más que nada por su pragmatismo. Sin embargo, no hay que descartar la intervención de otros países en este conflicto, sobre todo dado el marco de una guerra comercial. ¿Cómo continúa esta historia? Habrá que estar atentos. 

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 21.08.2019

Sobre la autora
Jana Rodríguez Hertz es una matemática uruguayoargentina radicada en Shenzhen, China. Profesora en la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur, SUSTech. Vicepresidenta por América Latina y el Caribe de la Organización de Mujeres en Ciencia para el Mundo en Desarrollo (OWSD por sus siglas en inglés), dependiente de Unesco.

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