Por Emiliano Cotelo ///
“Yo estaba 99 % a favor de Uber y ahora estoy 99 % en contra”. La frase pertenece al diputado Pablo Iturralde, del Partido Nacional, y fue dicha este miércoles, a la salida de la comisión de Transporte de la Cámara Representantes, donde comparecieron delegados de esa empresa. Iturralde dijo que salió “muy decepcionado”, que el planteo no le pareció serio y que los voceros “tenían un estilo burlesco”. El comentario es un buen reflejo de la intensidad de la controversia que ha generado la llegada de Uber (1) a Uruguay.
Aquí, En Perspectiva, lo hemos abordado en las noticias, en entrevistas y en las Mesas. Y, a partir de todos esos enfoques, me quedé pensando en todo lo que este caso nos dice sobre esta época que estamos viviendo, tan pautada por los avances tecnológicos, y también sobre lo que desnuda sobre algunos déficit del Uruguay, sus instituciones y nosotros mismos, los uruguayos.
Esta semana el diputado Felipe Carballo, de la lista 711 del Frente Amplio, presentó un proyecto de ley que prohíbe servicios como el de Uber durante un año, a la espera de que se elabore una nueva regulación. En la exposición de motivos dice que ante la "irrupción intempestiva" de nuevos emprendimientos que pretenden incidir en el servicio de transporte público "se hace necesario legislar" (atendiendo a aspectos tanto normativos como a la incidencia de este tipo de aplicaciones "en la vida cotidiana de los ciudadanos").
Carballo habla de “irrupción intempestiva”, cuando nada de eso cabe para Uber, una compañía que inició sus operaciones en mayo de 2010 en San Francisco, EEUU, y hoy opera en 350 ciudades de más de 60 países.
Hace cinco años y medio que existe y crece, provocando apasionadas polémicas en cada lugar donde se instala. Era obvio que en cualquier momento iba a desembarcar entre nosotros.
En Uruguay, el Poder Ejecutivo, el Parlamento y las intendencias pudieron y debieron prepararse para revisar la normativa vigente; tuvieron tiempo más que suficiente y, sin embargo, no lo hicieron. Esa pasividad resulta incomprensible, sobre todo tratándose de un negocio vinculado a Internet y las nuevas tecnologías, donde –es obvio– todo va muy rápido, donde la regla es la internacionalización y donde la información está disponible para todo el mundo al instante. Qué es Uber y cómo funciona no es ningún misterio.
Las instituciones uruguayas quedaron en offside. Y también quedaron fuera de juego los propietarios y conductores de taxis. Ellos, más que nadie, sabían lo que se venía, porque seguramente lo escucharon de sus colegas de otras partes del planeta, que se han enfrentado a Uber, utilizando todas las herramientas posibles, con resultados variados.
De hecho lo sabían, porque hace un año Oscar Dourado, como presidente de la patronal de taxis, registró como propia la marca Uber. Fue una jugada de viveza criolla extrañísima. En vez de embarrar la cancha con ese registro que es harto discutible y hasta puede traerle problemas, ¿no debió “la familia del taxi” preocuparse por mejorar la calidad de sus servicios, por ejemplo cuidando la vestimenta de los conductores o entrenándolos en atención al público, algo que está proponiendo en estos días la Intendencia de Montevideo y que, casualmente, caracteriza a Uber? ¿Cómo se entiende que recién ahora, cuando “las papas queman”, los propietarios se muestren decididos a sacar la mampara y eliminar el dinero en efectivo de sus transacciones, pasando al pago por tarjetas de crédito o débito?
Esos cambios, suponiendo que se concreten (2), serán muy bienvenidos. Pero llegarán tarde. ¿Por qué, por lo menos, los dueños de taxis no organizaron encuestas para enterarse de cómo los veían sus usuarios? ¿Por qué la intendencia toleró durante años que se utilizara la mampara en vehículos medianos y hasta increíblemente chicos, que provocaban molestias notorias a los usuarios? En un servicio hiperregulado como este, ¿cómo se explica que las autoridades hayan cuidado tan poco la comodidad de los clientes?
Es cierto que Uber se lanza a operar en Uruguay sin haber obtenido un permiso oficial de los organismos competentes. Algunos califican esa actitud como patoteril. Puede ser (3). Pero ese manejo ha sido posible, primero, porque existe una zona gris en materia legal y, sobre todo, porque hay mucha gente cansada de la relación precio-calidad en el transporte de pasajeros. La empresa está convencida de que la discusión sobre eventuales cambios normativos se hará en un ambiente de opinión pública favorable a sus intereses porque desde el jueves 19 la gente puede probar su propuesta.
Yo no estoy encandilado por Uber. Este servicio no es perfecto. No me gustaron algunos comportamientos de sus ejecutivos en nuestro país. Y es evidente, por lo demás, que en su actividad acá hay aspectos a corregir: por ejemplo, que los choferes deberán gestionar una libreta profesional y estar afiliados a la seguridad social, que los autos tendrán que contar con un seguro específico y que la propia Uber terminará pagando alguna forma de impuestos por su negocio (4).
Uber no es la panacea. Pero sí veo con entusiasmo que su variante, ingeniosa y creativa, obligará a aggiornar, de una buena vez un servicio, el de taxis, rodeado de una regulación excesivamente rígida que, suponiendo que alguna vez se haya justificado, hace años que quedó obsoleta, y cuyo modelo tan cerrado trajo lo que era de esperar: la falta de respeto por el cliente.
Y otra cosa. Confío, además, en que el sacudón de Uber también despierte al sistema político y a los jerarcas de gobierno para que trabajen con la cabeza más abierta al mundo, salgan del letargo y manejen sus tiempos en sintonía con las necesidades de esta era en la que nos movemos.
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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 27.11.2015, hora 08.00
1. Uber es una empresa multinacional que, a través de una aplicación para teléfonos móviles inteligentes, conecta a pasajeros con conductores que brindan servicio de transporte utilizando sus vehículos particulares. Las tarifas dependen de cada ciudad pero por lo general son más baratas que las de un taxi tradicional. El precio del traslado se paga exclusivamente con tarjeta de crédito internacional, incluyendo la propina, cuyo monto queda a elección del pasajero. Uber le cobra al conductor una comisión sobre el importe del viaje. Al final del trayecto, por medio de la aplicación, el cliente pone nota al conductor y viceversa.
2. Eso no está claro aún porque varios de estos cambios son rechazados por el sindicato (SUATT).
3. También es cierto que la historia está llena de actividades que primero se desarrollaron en negro y recién después fueron formalizadas. Algunos ejemplos de nuestro país: las radios comunitarias, los vendedores callejeros y buena parte de los feriantes, las compras en el exterior a través de Internet o la plantación de marihuana para consumo personal.
4. En otro plano, las intendencias deberán resolver cómo compensan a los dueños de taxis por el precio tan alto que abonaron en su momento por los permisos.