Editorial

En medio de las calamidades: Mirar más alto

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Por Emiliano Cotelo ///

El tornado que destruyó buena parte de la ciudad de Dolores. Las inundaciones que han afectado a tantos departamentos del país. Las familias desplazadas de sus hogares, muchas de ellas habiéndolo perdido todo. Los destrozos en puentes, carreteras y, sobre todo, en caminos vecinales. El impacto negativo en la lechería, la granja, las cosechas de soja y arroz, donde las pérdidas superan los US$ 200 millones, en un sector agropecuario que ya venía frenándose y tenía sus propias preocupaciones.

La lista de malas noticias de estos últimos días impresiona, realmente.

Y se agrega a un escenario que ya venía delicado:

La inflación que no baja del 10 %. La economía prácticamente estancada. Empresas que cierran o reducen su personal. El desempleo que crece y ya dejó atrás los mínimos históricos. El Estado que debe achicar su déficit fiscal y prepara recortes del gasto público.

Y si miramos para afuera:

Argentina tratando de iniciar su recuperación pero todavía en recesión. Brasil con su actividad económica cayendo más de 3 % por segundo año consecutivo. Y, al mismo tiempo, la tremenda crisis política de ese país, que ni siquiera se soluciona con la eventual renuncia de Dilma Rousseff. Venezuela, otro socio comercial importante de los últimos años, con su economía desquiciada y un choque de poderes permanente entre chavismo y oposición. La economía internacional desacelerándose, incluso en China, que se mantenía como una de las locomotoras.

Observado desde el periodismo y los medios de comunicación, un panorama como este que acabo de describir es todo un brete.

La información es real y, por lo tanto, hay que darla y comentarla. Pero una acumulación así, tan negra, es capaz de intimidar a cualquiera. Y puede llevar a las personas, a las empresas y a las instituciones a tomar decisiones drásticas o demasiado conservadoras que terminen complicando aún más el escenario.

Yo creo que nosotros no podemos quedarnos en la mera recopilación de calamidades. Debemos agrandar el foco y mirar el momento con otra perspectiva. Y de eso quiero hablar hoy.

La sociedad uruguaya tiene por delante un desafío importante: No caer en el círculo vicioso del pesimismo y la parálisis, y, por el contrario, hacerse fuerte para enfrentar esta suma de crisis y, si es posible, tomarlas como una oportunidad para salir de ella más firmes y mejor plantados para encarar el futuro. Afortunadamente, en ese sentido, en la última semana hemos tenido algunas señales alentadoras.

Para empezar, la reacción de la gente. En Dolores, tanto los afectados como sus vecinos con más suerte se pusieron a trabajar juntos, sin perder un minuto. Algunos carteles que aparecieron anteayer en sus calles son muy gráficos. Uno dice: “Dolores, de la adversidad se sale unidos y fortalecidos” y el otro “Doloreños, juntos y unidos podremos”.

Pero además la población en general del país se movilizó casi al instante, llevando donaciones a los lugares de acopio, depositando dinero en las cuentas habilitadas, o yendo a la propia ciudad a ofrecer su trabajo, como médicos, enfermeros u obreros de la construcción.

Otra señal alentadora: la respuesta del Gobierno, rápida y contundente, con los primeros jerarcas llegando allí en la noche misma del viernes, coordinando fluidamente con el intendente de Soriano y el alcalde, y sumando el domingo al propio presidente de la República, que recorrió las calles, conversó con los pobladores, los alentó y tomó decisiones.

Y también los líderes de todos los partidos estuvieron a la altura de las circunstancias, por un lado, en el contacto con las personas perjudicadas y, por otro, sintonizando bien con el Poder Ejecutivo, al punto de que algunos anunciaron de antemano la disposición a apoyar un nuevo endeudamiento, si es necesario, algo bastante probable porque el daño va mucho más allá de la tragedia de Dolores: le pega a varias ciudades inundadas, al campo y a buena parte de la infraestructura vial.

¿Será duradero ese espíritu de colaboración y solidaridad que ha ganado a la sociedad uruguaya y al sistema político? Yo espero que sí, que se mantenga y se afirme, pasando más allá de esta emergencia coyuntural. Porque, como mencioné al principio, nuestro país enfrenta dificultades muy serias que no se limitan a este cuadro tan embromado que dejó la última semana.

Es imprescindible que la economía se dinamice, en vez de “achucharse”, como podría ocurrir si gobernantes y empresarios miraran las cosas con criterio cortoplacista.

Pero… ¿por qué no plantearnos, entre todos, algo más? ¿Por qué no mirar más alto incluso?

Por ejemplo, que las poblaciones golpeadas salgan de este trance con viviendas y locales de enseñanza más sólidos y confortables; que las carreteras y la caminería peguen el salto de calidad que venimos postergando hace años; que tengamos servicios meteorológicos potentes, aggiornados tecnológicamente; que se desarrollen los protocolos que faltan para que los uruguayos sepamos enfrentar en mejores condiciones eventos severos como tornados o crecidas de ríos y arroyos; que eliminemos de una vez las construcciones en zonas inundables; que se invierta de nuevo en el agro para que sea menos sensible a la variabilidad climática; que diversifiquemos la matriz productiva para que no dependa tanto del agro; y, sobre todo, que finalmente encaremos nuestra gran asignatura pendiente, la reforma de la educación pública.

¿Qué dicen ustedes? ¿Son objetivos demasiado ambiciosos? ¿Se me fue la mano?

El sistema político tiene la palabra. El sector privado tiene la palabra. Los uruguayos tenemos la palabra.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 22.04.2016, hora 08.05