En Primera Persona

Fútbol y sanciones inexplicables, no solo afuera

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Por Emiliano Cotelo ///

En los últimos días, muchos uruguayos hemos manifestado nuestra indignación por la conducta del jugador chileno Gonzalo Jara, que el miércoles pasado, con su dedo en la cola de Edinson Cavani logró que expulsaran del partido por cuartos de final de la Copa América al jugador más desequilibrante con que contaba nuestra selección.

En redes sociales, en comentarios entre compañeros de trabajo y en charlas en la mesa familiar, han abundado los reclamos para que a Jara se le aplicaran las sanciones más duras posibles. El enojo se vio reflejado en innumerables imágenes publicadas en Facebook y Twitter, y hasta en una canción muy poco amistosa hacia el chileno. Y la bronca aumentó ayer cuando se supo que la suspensión ni siquiera sería de tres partidos, como se había dispuesto inicialmente, sino de tan solo dos, porque la asociación de fútbol de Chile tuvo éxito en su apelación.

Quizás por eso, porque la ira estaba concentrada en Gonzalo Jara y lo ocurrido en la Copa América, es que pasó casi desapercibida otra noticia, surgida aquí mismo, en Uruguay, y que debería provocarnos la misma indignación. O incluso mayor indignación, si me permiten decirlo.

Este viernes, se conoció la sanción que la Comisión Disciplinaria de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) le aplicó a Peñarol, por los incidentes ocurridos durante el último clásico, el del domingo 13 de junio, cuando Nacional se coronó campeón del torneo uruguayo de primera división. No fueron disturbios menores. La población quedó muy conmovida y el tema se discutió fuertemente en los medios de comunicación y en el ambiente político, sobre todo hasta el martes, cuando pasó a un costado gracias al final felíz del secuestro de la doctora Milvana Salomone.

Bueno, ¿qué fue lo que dispuso la comisión disciplinaria de la AUF? Básicamente, no sancionar a Peñarol.

Me explico.

La resolución de la comisión disciplinaria consta de cinco puntos. Los que mencionan las sanciones son los últimos cuatro.

En el punto b) se establece que Nacional gana los tres puntos de ese partido y, por lo tanto, se queda con el campeonato. Esto ya lo sabíamos; había sido resuelto 24 horas después del partido. Pero a continuación se dispone que se le quite a Peñarol “un punto en el torneo en disputa”, es decir: en el torneo que ya pasó. Se le descuenta un punto en la tabla del campeonato que acaba de terminar. Eso, por ejemplo, no impedirá que Peñarol pierda la posibilidad de jugar la Copa Libertadores de 2016. Así que el “castigo” en este caso no existe.

Luego vienen los literales c) y d), que se relacionan con una misma parte de la sanción. Por un lado, se dispone que Peñarol tendrá que jugar dos partidos como locatario a puertas cerradas y, por otro, se prohíbe que esos encuentros se disputen en el Estadio Centenario (escenario que, aunque no es propiedad de Peñarol, ese club utiliza normalmente para jugar como local).

En términos prácticos, lo que implica esta medida es que Peñarol tendrá que jugar sus dos primeros partidos como locatario en una cancha alternativa, sin público en las tribunas. Lo único que perderá es algo de recaudación por la gente que no asistirá. De todos modos, el alquiler de cualquier estadio es más barato que el del Centanario, así que ese gasto tampoco será tan significativo. (*) En definitiva, no parece una sanción demasiado “ejemplarizante”.

Finalmente, en punto e) se obliga a Peñarol a pagar una multa de 500 UR. Es decir, unos 400.000 pesos. O, si lo prefieren, 15.000 dólares. Tampoco luce como un monto demasiado alto para una institución cuyo presupuesto anual es de 10 millones de dólares.

Después de todo lo que se habló sobre la violencia que se adueñó de aquel partido y los destrozos en las instalaciones del Estadio Centenario, los integrantes de la Comisión Disciplinaria de la AUF terminaron por hacerle un favor a los dirigentes de Peñarol, o sea, a los mismos dirigentes que son acusados por el Ministerio del Interior de no colaborar con la seguridad en el fútbol.

Y, lo que quizás sea peor, se envió una especie de mensaje de aliento a quienes integran la barra brava de Peñarol, algo así como: “vayan tranquilos muchachos: arranquen todas las butacas que puedan; tiren piedras a los árbitros, a los jugadores contrarios, a los camarógrafos y hasta a la ambulancia; estropeen una fiesta deportiva y hagan imposible que el partido termine como debería. Nosotros desde acá tomaremos las medidas necesarias para que ustedes puedan seguir haciendo lo que quieran”.

Yo pregunto: ¿Qué pasó? ¿Por qué no ha habido polémica en torno a esta sentencia? ¿La indignación por el dedo de Jara a Cavani nos distrajo? Me preocupa la facilidad con que nos dejamos llevar por el viento de los escándalos.

Por lo visto, apasionados por una barbaridad anti-fútbol ocurrida afuera y que perjudicó a nuestra selección, olvidamos demasiado rápido que nosotros también tenemos, dentro del Uruguay, patologías muy graves que se están “comiendo” lentamente a lo mejor de nuestro deporte más popular.

Y la primera responsabilidad les corresponde a los dirigentes. Por ejemplo, a los que avalaron estas sanciones inexplicables que se le aplicarán a Peñarol.

 

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(*) Pero además, conviene tener en cuenta que en nuestro fútbol – salvo cuando se disputa un clásico – siempre que Peñarol juega contra equipos menores habrá más parciales carboneros que de otros equipos en las tribunas. Así que, por ejemplo, si el fixture indica que el primer partido del próximo Apertura 2015 es, digamos, Racing-Peñarol, lo más probable es que el club de Sayago fije el Centenario para jugar y entonces ocurra el absurdo de que ese encuentro se desarrolle con la tribuna Amsterdam repleta de hinchas de Peñarol.