Por Rafael Mandressi ///
Me tomo la libertad de pedirle prestado a Fernando Butazzoni el título de su blog en la página web de En Perspectiva, “El diario del lunes”, con la tranquilidad de saber que al hacerlo estoy rindiendo los debidos honores a uno de los escasísimos observadores que no dio por descontada la victoria de Hillary Clinton en las elecciones estadounidenses. Juan Grompone tampoco lo hizo, y fue incluso más allá, pronosticando la victoria de Donald Trump. A diferencia de ambos, muchos nos equivocamos. No supimos respirar otro aire que no fuera el nuestro, tupido de opinión ajena y de pereza intelectual propia, nos dejamos intoxicar a gusto por los prejuicios, confundiéndolos con sensatez, y nos conformamos con escuchar el coro de voces que mejor recitaba los versos perfumados del microcosmos de siempre.
Cualquiera puede equivocarse, pero cuando el error se repite, cuando uno tras otro los episodios desmienten las evidencias que acariciamos y nos dejan a solas con una sorpresa torpe, quiere decir que, cuando menos, nos cuesta aprender. Recuerdo haber dicho al aire, hace algunos meses en este programa, que había llegado el momento de dejar de subestimar al señor Trump. Yo mismo no cumplí con esa exhortación. Recuerdo también haberme referido en una columna, pocos días después del triunfo del Brexit en el Reino Unido, a los antecedentes que habrían debido incitar a la prudencia; entre otros, el del referéndum de 2005 en Francia sobre el proyecto de Constitución europea. Los grandes partidos, los grandes medios, los comentaristas e intelectuales estaban a favor del “sí” y lo auguraban. Ganó el “no”, promovido por organizaciones sin prensa y por personajes pintorescos, vociferantes, sin buenos modales ni crédito en las esferas donde se piensa bien. Personajes como Donald Trump, cuya victoria se parece a aquella de los detractores franceses de la Unión Europea, por la que nadie estaba dispuesto a apostar un cobre.
Antes, también en Francia, Jean-Marie Le Pen había llegado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2002. Después vino el crecimiento de la ultraderecha en casi todos los países europeos, el acceso de esos partidos al poder en algunos de ellos, el Brexit, el triunfo del movimiento Cinque Stelle del cómico Beppe Grillo en las elecciones municipales de Roma y de Turín, la victoria de Rodrigo Duterte en Filipinas, a quien algunos ya apodan el “Trump de Manila”, el referéndum sobre los acuerdos de paz en Colombia, y seguimos sorprendiéndonos. Peor todavía, despachamos el asunto con un par de expedientes baratos, como el uso indiscriminado de la palabra “populismo” y la excusa fácil de que fallaron las encuestas.
Las encuestas quizá estén fallando, y de ello habrán de hacerse cargo los encuestadores, pero con o sin encuestas defectuosas, somos nosotros quienes estamos fallando al usarlas como predictoras. De tanto querer saber lo que vendrá, acabamos preguntándonos al día siguiente por qué pasó lo que pasó, que no coincide con lo que debía haber pasado: a fuerza de pretender domesticar el futuro, nos vemos obligados a interpretar el pasado para explicar ese futuro que no fue. He ahí el peor favor que nos hace el diario del lunes. Mejor haríamos en intentar comprender el presente, sin ceder a la idea, seductora pero falsa, de que así sabremos a ciencia cierta de qué estará hecho el porvenir.
El presente dice, en todo caso, que nuestros errores de apreciación han sido flagrantes, y que nuestro desconcierto merece una detenida y honesta mirada al espejo. Luego, una vez que el espejo nos haya devuelto una imagen menos obstinadamente miope, podremos empezar a dejar de despreciar a los votantes que nos contradicen, recordaremos que nos enteramos del triunfo de Donald Trump el día del aniversario de la caída del muro de Berlín y concluiremos, al menos, que aquello del “fin de la historia” era nomás una tontería mayúscula.
La historia sigue, el viento no sopla en una sola dirección. Tampoco sopla hacia atrás, de manera que tendremos que revisar nuestras categorías de análisis, ponernos otros lentes y evitar que nuestras repetidas sorpresas nos conduzcan a pensar que todo cuanto nos sorprende responde a las mismas causas, que estamos ante una suerte de “era populista” más o menos homogénea, que en Estados Unidos se cuecen las mismas habas que en Filipinas o en Hungría, y que podemos conformarnos con generalidades, hasta que nos veamos obligados de nuevo, entre incrédulos y pasmados, a leer un incomprensible diario del lunes.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 14.11.2016
Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.