Editorial

Educación Pública: El invierno del sistema y la primavera subterránea

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Por Emiliano Cotelo ///

“En Uruguay hay una primavera pedagógica”.

Esa afirmacion me quedó dando vueltas en la cabeza cuando se la escuché al profesor Pablo Cayota, entrevistado por Romina aquí, En Perspectiva, a mediados de agosto. Cayota nos visitaba para presentar la sexta Feria de Buenas Prácticas en Educación, que el Instituto Santa Elena organiza año a año, y que en esos días estaba por inaugurarse.

Cayota destacó que más de 1.000 docentes han participado hasta ahora en estos encuentros, exhibiendo ideas innovadoras y propuestas concretas.

Durante esa nota conocimos dos, casualmente provenientes de liceos públicos: 1) Profesores que enseñan física, historia y matemáticas cocinando en un taller con los estudiantes; 2) Otros profesores que organizan cada sábado excursiones didácticas, para que a los chiquilines de la zona de Casavalle su propia ciudad no les resulte tan ajena…

Unos días más tarde, en el espacio Conexión interior, conversamos por teléfono con un matrimonio formado por dos maestros que están a cargo de otras tantas escuelas rurales (también públicas, obviamente) en el departamento de Cerro Largo, y que recorren caminos nuevos con los que buscan superar las desventajas que su alumnos pueden arrastrar, y lo hacen a pura vocación, mucha imaginación y la inquietud por formarse continuamente.

Según Cayota, que también integra el Instituto Nacional de Evaluación Educatica, en nuestro país “hay un reverdecer de experiencias de creatividad, búsqueda e innovación que se producen en los colectivos docentes (…), muchas veces desconectados entre sí, pero que en sus contextos buscan soluciones a los problemas y las logran".

El ambiente adverso

Para mí eso es algo muy alentador. Me parece que debemos agradecer esos esfuerzos. ¿Por qué? Por su utilidad didáctica concreta, que ya es mucho, pero además porque tienen el mérito de llevarse a cabo “pese a todo”, en un contexto institucional reacio a los cambios o directamente adverso a los cambios.

Podría citar decenas de ejemplos, de reponsables distintos, que tienen en común ese ambiente enrarecido y asfixiante. Pero elijo tres:

1) Lo poco que duró la promesa de cambio del “ADN de la educación” que había propuesto Tabaré Vázquez en la campaña electoral; cuando dos de sus principales asesores, Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir, quisieron avanzar con una de sus piezas, el Marco Curricular Común, la contraofensiva fue tan grande que terminaron dejando sus cargos en el Ministerio de Educación y Cultura.

2) La imposibilidad, reiterada, de modificar el sistema de elección de horas docentes en Secundaria, para darle mayor estabilidad a las comunidades educativas en los liceos públicos.

3) Lo más reciente: El paro con ocupación del liceo Nº 18 del Prado que se llevó a cabo el jueves 23 de agosto para impedir que los alumnos de ese centro realizaran la prueba PISA, que estaba agendada para ese día.

Pese al freno

Cayota lo expresó en términos muy gráficos: “…hay un invierno del cambio sistémico…”

Pero también existe una primavera.

Los docentes de los que yo hablaba al comienzo no esperan las reformas institucionales que están pendientes, sino que construyen ellos mismos otras maneras de enseñar; tienen claro que la Educación ya no puede seguir rígida, varada en el pasado.

Cómo estamos

Las investigaciones y los debates sobre qué y quiénes aprenden en los centros uruguayos de enseñanza pública concluyen lo que ya hemos informado tantas veces: La mayoría de los niños, adolescentes y jóvenes no aprende lo que tiene que saber para acceder a una vida mejor que la de sus padres. Muchos, especialmente en la pubertad, abandonan el liceo. Y muy pocos completan estudios terciarios. Y ese panorama es más crítico en las zonas socioeconómicamente más deprimidas. En Uruguay, los jóvenes capacitados para progresar son minoría. Y eso, además de condicionar fuertemente su futuro y el de sus hijos, supone el deterioro paulatino del país.

¿Cuándo habrá un golpe de timón en esta materia? Es increíble, pero no lo sabemos.

Sin embargo, tal vez, no todo sea tiempo perdido.

Gracias

Mientras la política, la burocracia y los gremialistas más ideologizados han ido construyendo el clima conservador y frustrante, por un lado, por otro está esa cantidad de iniciativas docentes, vitales y frescas y que, sobre todo, logran atrapar la atención de los estudiantes, algo tan difícil en estos tiempos.

Son muchos los maestros y profesores que ponen coraje, tienen ideas, las llevan a la práctica, saben enganchar a sus alumnos y obtienen resultados auspiciosos. Y muchos de ellos, incluso, intervienen en certámenes internacionales, donde se miden con otros y rankean muy bien, por ejemplo en llamados realizados por la NASA o en concursos de robótica.

Creo que debemos resaltar mucho más el empeño de esos vocacionales con mayúscula que se preguntan qué hacer a nivel didáctico y ensayan respuestas ahora, en el contacto directo con los botijas, formándolos y al mismo tiempo recibiendo sus reacciones y aportes que los enriquecen a ellos como profesionales y también mejoran esas nuevas herramientas pedagógicas.

Es muy alentador que vayan para adelante, y es un alivio comprobar que la estructura del sistema, que por tantos otros lados tranca, en esta cancha está dejando que esa creatividad aflore y fluya.

Después de años y años de diagnósticos técnicos y buenas intenciones proclamadas por todos los partidos, después de tantas ceremonias en las que se anunciaba que “ahora sí” había un acuerdo que iba a permitir ir a fondo en la reforma de la ANEP y sus consejos desconcentrados, después de constatar una y otra vez que los proyectos globales volvían a naufragar me pregunto: ¿y si hay que abandonar aquella quimera y, en su lugar, poner todas la expectativa en ese estallido de pequeñas revoluciones?

Tal vez de esa efervecencia de iniciativas, sumada al Plan Ceibal -que tanto se ha desarrollado y que aparece como aliado en cantidad de casos de “aprendizaje en base a proyectos”- termina saliendo, pese a todo, el nuevo rumbo que los líderes políticos no logran poner en marcha.

¿Esta posibilidad les suena ingenua? Puede ser. Pero otros más autorizados que yo la han manejado. Cuando el Plan Ceibal cumplió diez años, en julio del año pasado, se organizó una serie de conferencias y mesas redondas. Uno de los invitados del exterior fue el experto canadiense Michael Fullan. En aquel momento yo subrayé con color rojo fluo una idea con la que él insistió mucho. La leo textualmente: Creo que no hay que esperar a que el gobierno haga la nueva política educativa. Creo que hay que empujar hacia arriba. El mejor consejo que les puedo dar a los docentes es que trabajen juntos y empujen juntos hacia delante”.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, lunes 03.09.2018