Editorial

Dos policías: Un éxito y una tragedia

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Por Emiliano Cotelo ///

Fueron dos noticias que nos conmovieron a todos.

Entre una y otra, solo cuatro días. En ambas observamos a policías enfrentando a delincuentes. En la primera todo se hizo bien; en la segunda, todo salió mal.

Se imaginan de qué hechos les estoy hablando. Los vimos, incluso, en videos que circularon por las redes sociales, uno de ellos muy chocante, con buena parte de los detalles.

Copamiento con rehén

Miércoles 5 de julio, al caer la tarde. El comisario Alvaro García, jefe de la Unidad de Respuesta Móvil de la zona II, llega a su casa luego de terminar la jornada de trabajo. Es tiempo de descansar. Pero no por eso deja de escuchar la radio policial. De esa manera se entera del operativo en curso a raíz del atraco con copamiento a un supermercado, en Rivera y Luis Alberto de Herrera. No lo duda. Sube al auto y se dirige al lugar. Pocos minutos después toma a su cargo la negociación con uno de los asaltantes que mantiene de rehén a una de las cajeras, le apunta a la cabeza y reclama un vehículo para escapar. Pasan diez minutos, cara a cara, a cinco metros de distancia. El aplomo y la habilidad del comisario García permiten que cuando el ladrón se encuentra a punto de lograr su objetivo, otro agente, el cabo Ricardo Guevara, lo sorprenda por atrás y lo inmovilice, liberando a la mujer sana y salva, pese a un disparo que el rapiñero intenta en el último segundo y que solo rompe un vidrio del coche en el que se aprestaba a huir. Los funcionarios reciben el aplauso de los vecinos que observan desde la vereda de enfrente.

Asesinato en la pizzería

Lunes 10 de julio, de madrugada. Vestido de particular, el cabo Wilson Coronel permanece de pie ante el mostrador de una pizzería, en 26 de Marzo y Buxareo. Igual que el comisario García el miércoles anterior, él también está fuera de su horario en la Policía. Pero su situación es diferente. Se desempeña como guardia de seguridad encubierto, contratado de manera particular por el dueño del local. De frente a él entra a los gritos un encapuchado. Quiere llevarse, a fuerza de pistola, la recaudación de la jornada, que el cajero está contando mientras charla con un “delivery”, que es la tercera persona presente. Coronel trata de disuadir al joven y le pide que baje el arma; mientras tanto, toma su revolver, a escondidas, pero lo deja apuntando al piso. El rapiñero se da cuenta, pese a que solo lo ve de la cintura para arriba. Hay una discusión breve y tensa entre los dos. El ladrón dispara a quemarropa sobre Coronel, un balazo al pecho, el otro a la cabeza. Lo mata en el acto, se lleva unos $ 10.000 que logra manotear, sale y escapa en la moto que lo esperaba afuera. Deja a su paso un silencio helado.

La cara luminosa

Al día siguiente del operativo exitoso en Rivera y Luis Alberto de Herrera los funcionarios protagonistas participaron junto al Jefe de Policía de Montevideo en una conferencia de prensa convocada por el Ministerio del Interior. Allí recibieron un primer reconocimiento de las autoridades, y luego fueron entrevistados en varios medios de comunicación, por ejemplo aquí En Perspectiva. Impresionaron con su profesionalismo y sus declaraciones sobrias, solventes y fluidas. Mostraron a una Policía actualizada, organizada, bien equipada en armamento y comunicaciones, y con efectivos entrenados para situaciones críticas.

Apenas hubo algún comentario de líderes políticos destacando estas novedades en las redes sociales.

El lado oscuro

En las horas siguientes al homicidio de la pizzería las cosas fueron muy diferentes. Así como adentro del restorán todo salió mal, también anduvo todo mal con las repercusiones.

Un ángulo singular fue la difusión en las redes del video de una cámara de seguridad que exhibía el incidente y la muerte en toda su crudeza. Cuesta asumir cómo nos hemos acostumbrado a que estas grabaciones circulen y a verlas con tanta naturalidad, como si fuera una escena de una película de ficción.

Otro vino con los comentarios del subsecretario del Interior, Jorge Vázquez. No habló en una rueda de prensa preparada con cuidado, como la del jueves previo, sino que improvisó frente a los micrófonos en Melo, a donde había viajado para una sesión del Consejo de Ministros abierto. Empezó lamentando el crimen y acompañando el dolor de la familia de la víctima. Hasta ahí iba bien. Pero casi de inmediato puntualizó que en esa madrugada el cabo Coronel estaba contratado por el empresario al margen de lo dispuesto en la ley, y recordó que desde 2010 solo se permite a los policías desempeñarse en tareas de seguridad en sus cargos o en horas extra en el servicio 222, que es coordinado por el Ministerio del Interior (MI). La aclaración era necesaria, sin duda; en algún momento había que hacerla. Pero yo creo que el jerarca se equivocó, en la forma y en el momento, cuando el foco debió haber estado puesto en el reconocimiento a la trayectoria del funcionario, la solidaridad con la familia y la condena al salvajismo del homicida.

Para complicar más las cosas, a continuación, y preguntado por un periodista, explicó que los deudos de Coronel recibirían las compensaciones correspondientes a un funcionario en actividad, pero no otras, de carácter especial, previstas para el caso del agente que fallece en un acto de servicio.

Este manejo del tema provocó la reacción indignada de sindicalistas de los gremios policiales y desató, paralelamente, una gran polémica política. Los principales líderes de la oposición cuestionaron a Jorge Vázquez tildándolo, como mínimo, de insensible. Y dirigentes del Frente Amplio replicaron denunciando que se estaba lucrando con una tragedia.

Completando el cuadro triste, la viuda del policía decidió publicar en Facebook una carta. Dominada, explicablemente, por el dolor y la ira, lloró la muerte del policía y denunció el futuro económico sombrío que les esperaba a ella y a sus hijos, pero lo hizo incurriendo en todo tipo de excesos.

Lo que soslayamos

Las dos noticias tienen como telón de fondo la inseguridad y la violencia que nos rodean, pese a la baja que vienen mostrando en el último año varios delitos. Pero el contraste entre los ambas y sus derivaciones no pudo ser más fuerte.

La primera puso de manifiesto todo lo que la Policía ha mejorado. La segunda expuso todo lo que falta por hacer. En particular, desnudó lo que todos sabemos pero tendemos a soslayar: Los agentes, esos empleados públicos de quienes depende nuestra seguridad y que incluso se juegan la vida por defendernos, ganan mal, y muchos de ellos viven mal y hasta muy mal.

Es cierto que su profesión viene dignificándose en varios sentidos. Por ejemplo, en la calidad de sus uniformes y de sus armas. También es cierto que desde el año 2011, mientras se iba limitando la cantidad de horas extra a realizar mediante el servicio 222, se iba aumentando los salarios. Y sí, es cierto, que desde entonces los sueldos han mejorado de manera importante. El MI destacaba ayer en un comunicado que un agente de segunda tiene hoy un salario nominal de $ 32.072, lo que significa un incremento real de 87 % con respecto al del año 2000 (*). Pero igual, eso es poco teniendo en cuenta la responsabilidad que asumen y los riesgos que corren. Y además, como advertían los dirigentes sindicales, muchos de ellos arrastran deudas pesadas de los años previos, lo que hace que su ingreso líquido resulte muy inferior. Por ejemplo, el martes la viuda llevó al cementerio el recibo de Coronel, que probaba que al bolsillo solo le llegaban $ 16.000. Un chiste de mal gusto. En esas condiciones, el multiempleo se impone. Y si no hay más remedio la opción será “de manera irregular”, como en la pizzería de Pocitos, con lo cual, llegado el caso, el agente tendrá que enfrentar al eventual asaltante solo, sin ningún apoyo de la Policía, pero además autolimitándose en el accionar por la propia condición ilegal de la tarea, como aparentemente ocurrió en este episodio. Y por último, lo más obvio, buscará esos pesos adicionales retaceando horas al descanso, lo que derivará en que sus reflejos no sean los mejores y en que, para terminar, se afecte su rendimiento cuando vuelva al horario en que ejerce como policía formal.

Otra vez, el gasto público

¿Cómo se hace para seguir mejorando, y rápido, las retribuciones de los policías? ¿Cómo se hace cuando al mismo tiempo, como hablamos hace dos semanas, también es necesario invertir más en las cárceles, donde hoy el Estado no solo viola los derechos humanos sino que, al mismo tiempo, fabrica resentimiento y nueva delincuencia?

¿Cómo se hace cuando hay otros funcionarios públicos que también ganan poco, por ejemplo en otro sector muy sensible como la educación? ¿Cómo se hace cuando ya tenemos un gasto público altísimo y no es posible pensar en seguir agregando más impuestos? ¿Dónde elegiremos recortar? ¿Cuál es el orden de prioridades?

Este es un debate de fondo que queda otra vez abierto después de la tragedia de esta semana, que cayó justo en medio de la discusión del proyecto de ley de Rendición de Cuentas.

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(*) El comunicado del MI explica que el sueldo de este funcionario en el año 2000 era $ 4.301 que, actualizado por IPC, sería hoy de $ 17.102. Por lo tanto, el salario actual (de $ 32.072) implica un aumento real de 87 % con respecto a aquella retribución de hace 17 años.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 14.07.2017, hora 08.10