Editorial

Donaciones por la vida

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Por Alejandro Sciarra ///

Hebert tenía 39 años, necesitaba un cardiodesfibrilador y no tenía los $ 300.000 que costaba. El desesperado pedido de Hebert no tuvo eco en el Fondo Nacional de Recursos. Sus hijas se aprestaron ante el Consultorio Jurídico de la Facultad de Derecho, pero el recurso de amparo no logró llegar a tiempo.

A fines de julio, el ministro Basso firmó la resolución que otorgaría a Hugo su tan esperado medicamento contra el cáncer de próstata. Dolorosamente, había fallecido en junio.

Esta situación se repitió al menos cuatro veces este año.

Desde el Ministerio de Salud Pública se repite una y otra vez, que los recursos son finitos.

Pero aún resignándonos ante la idea de la finiquitud de los recursos, no podemos bajo ningún concepto permitir la solución que presentó el gobierno. Se trata de un no tan inocente artículo que silenciosamente casi se cuela en la ley de Rendición de Cuentas, y que directa y disimuladamente bloqueaba el acceso a la Justicia para reclamar por un medicamento mediante un recurso de amparo. No solo atenta contra la Constitución de manera flagrante sino que resulta moralmente censurable para cualquiera que aprecie la democracia. Por lo que ante la inmediata presión social y los llamados de atención de sendos profesionales, esta norma volvió a Comisión para su estudio. Y esperemos, para su sepultura.

Así y todo, con la misma creatividad legislativa, con el mismo deseo de encontrar una solución, pero quizá y sólo quizá, con mayor interés por la protección de la vida, el diputado Martín Lema propuso una solución que parecería más que atendible.

Recordarán ustedes aquella ley que permite a los privados realizar donaciones a ciertas instituciones, a cambio de un beneficio fiscal. Sin ir más lejos, es la ley que permite el financiamiento de instituciones educativas de primerísimo nivel para los que menos tienen.

Dicha norma enumera aquellas instituciones autorizadas expresamente para recibir estas denominadas “donaciones especiales”.

Pues el diputado Lema propuso incluir en aquel artículo al Fondo Nacional de Recursos, con la exclusiva finalidad de financiar medicamentos de alto costo no cubiertos hasta hoy.

Así, tal como instituciones educativas reciben dinero de privados que a cambio verán reducidos sus impuestos, tantos Hugo, o tantos Hebert, podrían recibir en tiempo y forma su medicamento sin necesidad de litigar contra el Estado.

Un privado donaría el dinero para el medicamento y a cambio obtendría un beneficio tributario.

Al parecer, la propuesta naufragó sin demasiados argumentos.

La solidaridad ajena parece mal vista desde ciertas filas oficialistas. Se hace difícil comprenderlo de otra manera.

Es cierto que los recursos son finitos, aunque a veces no lo parezca. La cobertura universal es un sueño seguramente compartido por todos los gobernantes, sean del partido que sean. Sean oficialismo u oposición.

Todos comparten también la conciencia del desafío enorme que la ciencia le está planteando al Estado. Nuevos medicamentos surgen para enfermedades que eran hace quizá solo un año, asegurada condena de muerte. Nuevos medicamentos, que hace un año no existían, surgen hoy para quienes estaban destinados al sufrimiento en sus últimos días o meses de vida. Nuevos medicamentos surgen como pequeñas llamas de esperanza a la que pacientes y familiares buscan abrazarse con todas sus fuerzas.

Pero el silencio ensordecedor, o la negativa helada de la burocracia suenan como una sentencia de condena. El Estado al que quizá Hugo o Hebert aportaron toda su vida con su trabajo, se transforma en juez y verdugo por ausencia del dios billete.

Entonces a todos nos duele y nos llena de rabia. Y la necesidad de buscar soluciones no admite necedades. Ni egoísmos, ni politiquerías. Ni mucho menos admite demoras.

Entonces quizá y sólo quizá, no importa tanto de dónde viene la solución, o a quién se le ocurrió, si puede reavivar un poquito esa llama de esperanza.

Todavía estamos a tiempo.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 22.08.2018

Sobre el autor
Alejandro Sciarra es abogado de formación, pero a los 30 años dio un giro hacia la psicología positiva aplicada al ámbito educativo y empresarial. Desde los 18 años participa en política, integró en más de una oportunidad La Tertulia de En Perspectiva, es colaborador del Semanario Voces y en Radio Oriental. Desde hace un año está radicado en Italia con su esposa, desde donde sigue de cerca la realidad política y social uruguaya y europea.