Editorial

Comcar, del horror a la esperanza

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Por Emiliano Cotelo ///

Esta semana viví una experiencia poco frecuente. Visité el futuro. Concretamente, estuve en el futuro del sistema carcelario de nuestro país.

Lo que encontré no era un modelo armado en base a puertas automáticas, videovigilancia, pantallas HD, software sofisticado. No había nada de esos elementos típicos de la ciencia ficción. Más bien todo lo contrario. El lugar estaba lleno de máquinas viejas, algunas rezagadas 30 o 40 años en la carrera tecnológica, pero recicladas y puestas en valor (todo un símbolo). Se podría decir que ese futuro del sistema carcelario uruguayo está construido en base a muy poca cosa: esfuerzo, dignidad y sentido común.

Estoy hablando del Polo Industrial que funciona dentro del Comcar (Complejo Carcelario de Santiago Vázquez) y que tratamos de mostrarles en el programa especial de En Perspectiva En Movimiento que realizamos en directo desde allí.

A pocos metros de ese lugar, en los módulos 8, 10 y 11 el Estado viola los derechos humanos de las personas privadas de libertad con la misma impunidad que lo viene haciendo desde hace décadas. Los detalles son espeluznantes, como describió la semana pasada el comisionado parlamentario para el sistema carcelario, Juan Miguel Petit.

Sin embargo, en este otro predio –muy cerca de ese horror– hay lugar para la esperanza.

Un sueño en acción

Los 400 presos que a diario acuden al Polo Industrial no reciben nada del otro mundo. Un desayuno y un almuerzo normales servidos en mesas de un comedor, ocho horas diarias en qué ocupar el tiempo sintiéndose útiles, un espacio prolijo en el cual encontrarse con su familia y posibilidades de hacer deportes y participar de actividades artísticas, celdas austeras pero cómodas y, además, un grupo de referentes que se encuentra genuinamente preocupado por su dignidad.

¿Cómo puede ser que algo así suene tan extraordinario? ¿Cuándo fue que el sistema se volvió tan absurdo?

Hay un portón, el “portón 22”, que divide en dos el predio del Comcar y separa la zona de influencia del Polo Industrial de la zona de los módulos más complicados. Simbólicamente, ese portón se ha vuelto una frontera de la dignidad humana. Espero que, al menos, también esté marcando un cambio de época, entre el pasado y el futuro de las cárceles uruguayas.

Es que lo que vimos esta semana allí tira abajo varias de las peores facetas de nuestros institutos penales. Fíjense. El Polo Industrial del Comcar prepara a los privados de libertad para “el afuera”, promoviendo la cultura del trabajo y formándolos en distintos oficios; mejora su relación con los edificios donde están alojados porque son ellos mismos los encargados de construir y reparar esas infraestructuras; les da un lugar completamente diferente dentro de su familia ya que quienes trabajan no solo exhiben señales de superación sino que también ayudan en la economía doméstica (y si se desempeñan en las empresas privadas instaladas allí, como están en planilla, además les habilitan a sus parejas e hijos los beneficios del Fonasa, etc.); promueve el contacto y la reconciliación de poblaciones antagónicas en la sociedad, ya que algunas de las obras que han hecho desde el Polo Industrial han tenido como beneficiarios a víctimas de la delincuencia e incluso a familiares de policías.

Y la lista podría ser todavía más larga.

Ganar / Ganar

En esta fórmula todo es beneficio. Beneficio para las personas privadas de libertad, que cometieron delitos y están pagando por ello pero al mismo tiempo están mejorando como seres humanos, bien alejados de la escuela del crimen que es generalmente una cárcel uruguaya. Beneficio para la sociedad a mediano plazo, ya que cuando estos hombres cumplan su pena estarán preparados e incentivados para reintegrarse de manera civilizada. Pero también beneficio para la sociedad ahora mismo, por ejemplo cuando una cuadrilla de estos presos viaja a San Gregorio de Polanco para hacerse cargo de la refacción de la escuela y el liceo deteriorados cuyos alumnos reclamaron hace pocos días ante el Consejo de Ministros.

El sentido común

Todos deberíamos empujar para que este sistema alternativo se extendiera cuanto antes, en primer lugar en el propio Comcar, que alberga a 3.500 presos en total, pero también en el conjunto del sistema carcelario.

No es posible seguir haciéndonos los distraídos con la situación de deterioro humanitario que se padece en esos establecimientos. Pero además, ahora el equipo que dirige el Polo Industrial nos ha mostrado el camino. Seguirlo es una cuestión de sentido común. El mismo sentido común al que apela Jaime Saavedra, uno de los responsables del polo, cuando conversa con las personas privadas de libertad sobre el futuro.

(Audio Jaime Saavedra)

"Yo siempre les digo en las reuniones colectivas: ¿qué es lo que indica el sentido común, que tu madre te venga a visitar al Comcar o que tú los domingos almuerces en tu casa con tu madre? Todo el mundo sabe la respuesta, vos tenés que estar almorzando con tu madre los domingos, con tu familia. ¿Tus hijos tienen que visitarte acá, o vos tenés que estar con tus hijos en tu casa haciéndoles todos los mimos que puedas? La respuesta la sabe todo el mundo. Eso es lo que queremos cultivar acá adentro, el sentido común.

(Fin audio)

También nos contó Saavedra que hace pocos días, cuando recibió para su primera jornada de trabajo a un grupo de 70 reclusos de los módulos 10 y 11 –los mismos que se han vuelto célebres por sus niveles de violencia–, él se tomó un rato largo para darles la mano uno por uno, presentarse y conocer sus nombres.

Parece una anécdota trivial. Sin embargo, encierra un mensaje poderoso.

A esos presos, después de muchos meses, o seguramente muchos años, alguien los miró a los ojos con calidez y les dijo que todavía tienen una oportunidad.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 15.07.2016, hora 08.05