Editorial

Claudio Paolillo, según yo lo conocí

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Por Emiliano Cotelo1 ///

Claudio Paolillo era dos años menor que yo pero en el periodismo me llevaba cinco de ventaja.

Lo conocí en algún momento de 1983, cuando yo daba mis primeros pasos como informativista en CX30 La radio y coincidíamos con otros colegas en conferencias de prensa y movilizaciones contra la dictadura. Entonces él integraba la redacción del semanario Convicción2, vinculado al Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT, heredero de la vieja CNT, que se encontraba proscripta), que ese año había organizado el primer acto del 1º de Mayo autorizado por la dictadura. Claudio había debutado en esta profesión en 1978, en el diario El Día, donde antes se había destacado su padre, Dorbal Paolillo3.

Poco después, en agosto de 1984, en la campaña previa a las elecciones que marcarían el final del “proceso cívico militar”, trabajamos juntos por primera vez. Fue en Tiempo de Cambio, un diario creado por el Partido Socialista, que tuvo una vida muy breve, y al frente del cual estaba otro ex periodista de El Día, Enrique Alonso Fernández4.

En Perspectiva

Al año siguiente dejé CX30 y pasé a escribir en el semanario Jaque. A comienzos de junio Claudio Paolillo, Enrique Alonso Fernández y Carlos Núñez inauguraron el programa En Perspectiva, que iba por Emisora del Palacio (93.9 FM) de 11 a 13 hs. Unos días más tarde me invitaron a sumarme. Ellos tres venían de la prensa escrita y, si bien Claudio había hecho algo de radio en El Espectador entre 1979 y 1980, necesitaban a alguien más que tuviera experiencia en ese medio.

Tengo muy presente la sección Del Palacio al Palacio, en la que Claudio informaba sobre la actividad legislativa. Concurría diariamente al Parlamento, de donde traía primicias y también entrevistas grabadas en casetes.

Suplente y alumno

En aquellos años En Perspectiva era un proyecto prácticamente amateur. Quienes lo hacíamos -cuatro periodistas y una secretaria- teníamos otros empleos. Claudio, en particular, se desempeñaba en la Agencia France-Presse (AFP). Y desde ese lugar, me ofreció que lo cubriera durante su licencia en el verano de 1986. Así que puedo decir, con orgullo, que supe ser suplente de Claudio Paolillo, y gracias a aquel interinato, además, recibí un curso acelerado de corresponsal internacional. Por ejemplo, con Claudio aprendí qué noticias de Uruguay podían interesar afuera y cómo encararlas, pensando en un público lejano.

Una anécdota: gracias a aquella invitación de Claudio me topé por primera vez con un artefacto en el cual el teclado estaba conectado a una pantalla. Hasta ese momento yo solo manejaba las máquinas de escribir clásicas (Remington, Underwood, etc.). En cambio, en aquel escritorio de AFP tenía delante de mí una pantalla –grande además, parecida a la de los televisores más importantes de aquella época– de fondo negro, en la que, a medida que uno iba digitando, las letras aparecían en verde y algunas de ellas titilaban. ¡Una maravilla!

Sin partido

Con Claudio nos retiramos juntos del Partido Socialista. Este hecho se ha recordado esta semana en algunas semblanzas, mencionando una reunión que marcó nuestro alejamiento y que los dos pedimos al entonces secretario general, Reinaldo Gargano. Fue un largo intercambio que finalizó sin acuerdo.

Nuestra determinación tenía dos razones. Por un lado teníamos diferencias con el posicionamiento ideológico del partido5. Pero lo principal era que nos habíamos volcado ya, muy convencidos, al periodismo profesional e independiente, y para seguir en ese camino no podíamos militar ni en esa ni en ninguna otra organización política.

Hermes

Luego, a fines de la década de 1980, con Claudio y otros colegas creamos el Grupo Hermes, un espacio dedicado a reflexionar sobre la profesión periodística, sus desafíos éticos y la libertad de expresión. En aquella aventura, que no fue muy larga, participaban, además, Mónica Bottero, Tomás Linn y Jorge Burel.

El juicio

En el año 2000 nos encontramos otra vez. Federico Fasano, director de La República, le había iniciado a Claudio un juicio por difamación e injurias. Todo venía porque Claudio había acusado a Fasano de ejercer el periodismo de manera inmoral6.

Aquella fue una parada importante; no solo Claudio se encontraba en peligro; había valores fundamentales en juego.

Claudio convocó a varios periodistas, políticos y empresarios que habían sido víctimas de andanadas de Fasano a través de sus medios para que expusieran a propósito de esas prácticas. Yo fui una de ellos, ya que me había tocado padecer aquellos escraches en un par de ocasiones. Iba bien preparado pero finalmente no llegué a declarar porque el juicio se suspendió cuando, después de los primeros testimonios, Fasano desistió de su planteo.

La tertulia

Nos reencontramos con Claudio pocos meses después… y nada menos que para volver a trabajar juntos en radio, cuando yo lo invité a integrar el equipo con el que en abril de 2001 inauguramos La tertulia, que significó un verdadero sacudón en la estructura de En Perspectiva en El Espectador.

Él aceptó de inmediato y funcionó muy bien en ese ámbito de opinión y debate, una de las facetas de su carrera en las que sobresaldría de manera singular con sus columnas en el semanario Búsqueda. La radio permitía percibir en toda su dimensión su temperamento: la energía y la pasión que ponía a la hora de comprometerse con los valores que defendía, en particular la libertad.

El nuevo formato estaba todavía “en ablande” cuando debió enfrentar un reto mayúsculo: le cayeron encima los atentados del 11 de setiembre de 2001. La situación estalló, justamente, en la mesa de los martes, que Claudio integraba, y que se vio obligada a comentar “en caliente” un hecho que cambiaría el mundo. Aquel análisis fue muy complicado porque los ataques ocurrieron mientras La tertulia estaba al aire, los datos disponibles eran pocos y confusos, y, por si eso fuera poco, una acción terrorista como aquella carecía de antecedentes.

A distancia, a las órdenes

Si mi memoria no anda mal, Claudio permaneció en las tertulias un par de años.

Después ya no trabajamos juntos otra vez, pero cada tanto nos veíamos o hablábamos; el afecto y el respeto que nos unían afloraban cuando era necesario. Recuerdo que sus correos o mensajes de WhatsApp empezaban con “Querido Emiliano” o “Mi querido Emiliano”.

Claudio siempre estuvo a disposición para apoyar, desde la dirección de Búsqueda, las diferentes etapas del proyecto En Perspectiva; por ejemplo, allí estuvo en 2014 y 2015 cuando yo dejé El Espectador y, con un grupo de socios y amigos, pusimos en marcha En Perspectiva Producciones. Y, de mi lado, más de una vez tuve la satisfacción de recibirlo en el programa, por ejemplo a raíz de sus dos libros de investigación: Con los días contados (2004), un reportaje formidable sobre la crisis financiera de los años 2002 y 2003, vista, especialmente, desde adentro del sistema político; y La cacería del caballero (2006) sobre la búsqueda en el exterior del principal del grupo Peirano, Juan Peirano Basso, prófugo desde la intervención de los bancos Montevideo y Caja Obrera.

La lucha contra el doblete

Las dos últimas entrevistas ya tuvieron un tono mucho más delicado.

A Claudio, que había superado un cáncer de próstata en 2012, le apareció en 2016 lo que él llamaba “doblete”: cáncer de hígado y de páncreas. Sus amigos sabíamos que esta vez la cosa venía muy difícil y él era consciente de lo que tenía por delante. En las conversaciones mano a mano o por teléfono no eludía el tema y se mostraba firme. Hablaba de “batallas” cuando aludía a las sesiones de quimioterapia, reconocía que esa lucha iba a ser más dura que la anterior pero aseguraba que iba a darla “hasta el final.”

Pese a todo, nunca dejó de tener planes. Y en especial llevó a cabo dos iniciativas que permitieron otros tantos reencuentros en el programa.

Luego del fallecimiento del Jorge Batlle, a fines de 2016, y como en esos meses se había hablado mucho de la forma cómo el ex presidente se plantó frente a la crisis del 2002, Claudio y la editorial Fin de Siglo decidieron volver a publicar el libro Con los días contados. Charlamos con él por teléfono En Perspectiva sobre el significado de aquella reedición en aquel contexto.

Y el año pasado puso en marcha un viejo sueño que él tenía, la Escuela de Periodismo de Búsqueda, una experiencia destinada a un público amplio que no solo abarcaba a los periodistas o estudiantes de periodismo, sino también a lectores, oyentes y televidentes interesados en conocer por dentro las claves de esta profesión. Claudio redactó el programa y dictó el mismo las clases, con la colaboración de otros colegas del semanario, y llegó a entregar los diplomas a la primera generación de 65 egresados. A mediados de 2016, cuando estaba preparando el lanzamiento de la escuela, lo entrevistamos. Su voz lo mostró una vez más tal como era, lleno de entusiasmo y hasta “calentón”. Pero la nota tuvo su lado delicado desde el punto de vista emotivo porque aceptó hablar al aire de la enfermedad que estaba enfrentando y además en la emisión en video muchos oyentes pudieron observar su rostro ya notoriamente castigado.

El último abrazo

El último abrazo nos lo dimos hace poco más de un mes, el 13 diciembre. Y podría decirse que fue una sorpresa para los dos.

Crédito: Adrián Echeverriaga Ampliar (+)

Esa noche, en la sala de actos del Teatro Solís, la Cámara Uruguaya del Libro daba a conocer los “Libros de Oro” que reconocen a los trabajos más exitosos del año en diferentes categorías. Alicia Guglielmo, directora de la cámara y de Fin de Siglo, me había invitado para que entregara una de las estatuillas. Yo estaba muy complicado en ese último mes del año y no acepté de primera. Sin embargo, Alicia insistió y me dijo algo así como: “Vas a ver que no te vas a arrepentir”. Por suerte aflojé y confirmé mi asistencia.

A pesar de mi fama de hiperorganizado, llegué al acto sin haber preguntado en cuál de los premios debería intervenir.

Estábamos en la misma fila con Claudio y su esposa, Adriana, la “leona” que lo respaldó con un temple y un amor increíbles en estos meses críticos. Nos separaba apenas un metro. Pero recién sobre el final de la ceremonia me enteré del misterio: desde el escenario me llamaron para que le diera el Libro de Oro a Claudio Paolillo, por Con los días contados, el texto de no ficción más vendido de 2017.

Afortunadamente hay fotos de aquel momento. Adrián Echeverriaga logró dos muy buenas. Galería publicó una de ellas y después me acercó la otra, la que se incluye en esta página, que muestra el instante más intenso de aquel abrazo, lleno de sentimientos.

Crédito: Cámara Uruguaya del Libro. Ampliar (+)

En esos segundos no pude decirle nada, ni siquiera una broma o una frase de compromiso breve, de esas que se comentan al oído. Luego, cuando había terminado la actividad, ya más distendido, le mencioné a Claudio ese bloqueo por el que había pasado y él respondió: “¿Qué importa? El hecho de que fueras vos le dio un valor doble a este premio”. Ahí sí pude reaccionar y le dije que era un exagerado, aunque por dentro me conmovía haber escuchado semejante cosa. Por suerte se acercó Adriana y entonces terminé metido en una “discusión” que ellos mantenían en esos días. Allí estaban, otra vez, los planes de Claudio, pese a todo. Según Adriana, en su casa ya no había más lugar para poner libros pero él estaba decidido a llevar para allá varios –“demasiados”, decía ella– que tenía todavía en su oficina de Búsqueda.

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Notas

1. En este texto retomo y amplío comentarios que realicé en La Mesa de homenaje del lunes 21 de enero aquí, En Perspectiva, pero también incluyo otros apuntes que no tuve tiempo de mencionar en aquella ocasión.

2. Convicción era dirigida por Ernesto de los Campos, Víctor Vaillant y Ruben Caggiani.

3. Claudio tenía 17 años cuando las autoridades de El Día le ofrecieron que se iniciara en el periodismo “en honor a la memoria” de su padre. Según él mismo contó, Dorbal “fue una victima indirecta de la dictadura” porque estuvo preso y fue proscripto. De esa manera “le arruinaron la vida desde el punto de vista de su salud y su estado de ánimo, y se murió, se dejó morir” (Montevideo Portal, 26 julio de 2017)

4. El director político de Tiempo de Cambio era Ernesto de los Campos.

5. No tiene sentido entrar en detalles sobre aquellas discrepancias. En síntesis, se referían a temas que, de algún modo, han marcado un “corte” que se mantiene hasta el día de hoy entre los socialistas uruguayos.

6. De hecho, le cuestionaba lo que era un secreto a voces y nadie se había atrevido a señalar públicamente: la costumbre de extorsionar a personas o instituciones mediante denuncias y/o campañas de enchastre.

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