Editorial

Esto acá no pasa

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Por José Rilla ///

El barrio anda mal, muy mal. Brasil y Argentina, vecinos inevitables y entrañables de nuestra larga historia viven sus peores momentos desde que volvió la democracia a la región. Y es bueno saber que las nubes negras que se ven en el horizonte no conocen fronteras.

Las economías vecinas están postradas y son una calamidad sin fondo. Estos países tienen todo para ser ricos y equilibrados, y producen pobreza y desigualdad; viven entre ajustes y desbarajustes, la moneda es una hoja al viento y los precios internos castigan a los más pobres y a quienes viven de sus salarios y pensiones. La insolvencia, la morosidad, la irresponsabilidad fiscal encarecen aún más el crédito, y llevan la confianza internacional a niveles insignificantes.

La calidad de las instituciones políticas de nuestros vecinos es ínfima. La corrupción sin límite, que asocia impúdicamente a empresarios y políticos, ha hecho de los gobiernos asociaciones delictivas con retórica justiciera. Esta no es la explicación del desastre, es algo que hay que explicar y entender con urgencia.
Brasil se desfondó, el presidente del “hambre cero” está preso y su competidor electoral más cercano es un neofascista. Argentina vive un delirio cotidiano, dramático y espectacular (en el sentido literal). Es la hora de los jueces y fiscales, de los periodistas valientes (también de los otros), de la ciudadanía impávida y lastimosamente descreída. La ex presidenta no está presa, por ahora. Puede ir a la cárcel…o ser reelecta para el Sillón de Rivadavia.

Una visión ingenua, peligrosa, es la que ve al Uruguay a salvo de esta tormenta. Aquí seguimos acumulando déficits, conocemos la corrupción y el despilfarro a nuestra medida, el trabajo y la producción pierden competitividad global, la educación está mucho peor que la de los vecinos. Aunque como afirman los responsables de la economía Uruguay tiene reserva y margen de maniobra, nada autoriza a pensar que un temporal en el tipo de cambio o en el comercio nos dejará ilesos, en el mejor de los mundos.

Permítanme cerrar un triángulo. Argentina y Brasil, aún en medio del desastre económico e institucional tienen una enorme capacidad productiva, social y cultural, tienen un resorte en el fondo del pozo. Uruguay está en la cola, en espera: rechaza con entusiasmo cualquier riesgo, incluso el que podría tomar si se resolviera a encarar otra forma de inserción internacional. No, todos acampan aquí frente al Estado, en espera de la Rendición de Cuentas. Es este un país en el que el ciudadano medio cree con sobrecogedor infantilismo que la economía es lo mismo que el presupuesto estatal.

Sin embargo, esta república que tanto nos costó tiene un capital valioso y escaso, en la región y en el mundo: su calidad institucional, su sistema político, su estabilidad, su confiabilidad, sus corporaciones a prudente distancia del gobierno, sus niveles relativos de integración social, su convivencia “de cercanías” que alguna vez describió con cierta melancolía el profesor Carlos Real de Azúa.

Todo puede perderse, si es que ya no perdimos algunos de estos rasgos en los que nos gusta complacernos cuando miramos el barrio con soberbia.

Esto no pasa acá…¿esto acá no pasa? Me recuerda a una broma conocida en el Viejo Mundo, que no sé si es insular o continental: tormenta feroz en el Canal de la Mancha; “pobre Europa!”, dicen los británicos.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, viernes 31.08.2018

Sobre el autor
José Rilla es profesor de Historia egresado del IPA, doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires. Profesor Titular en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República y Decano de la Facultad de la Cultura de la Universidad CLAEH. Investigador del Sistema Nacional de Investigadores, ANII.