Concurso de Cuentos

Cuentos con fantasmas: Conocé a los nominados por el jurado y votá por tu cuento favorito

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El Concurso de Cuentos de En Perspectiva te invita una vez más a ser parte del jurado y votar para definir el “premio de los oyentes”. Hoy desde las 10 hs están publicados en EnPerspectiva.net los “cuentos con fantasmas” nominados por el Jurado, y al final de la página el formulario para votar.

Tienen tiempo para elegir su favorito hasta el próximo jueves a las 11 hs. Al día siguiente, el viernes, en La Mesa conoceremos: los cuentos preferidos por cada uno de los cuatro tertulianos, los tres ganadores según el voto del jurado y el cuento elegido por la audiencia.

Concurso de Cuentos de En Perspectiva 2017

Edición: segundo llamado, mayo de 2017
Consigna: Cuentos con fantasmas
Jurado: Juan Grompone, Mauricio Rosencof, Alcides Abella, Ana Ribeiro y Gonzálo Pérez del Castillo

Cuentos nominados

Título: Cecilia
Seudónimo: Infel

La última vez que vi a Cecilia estaba tan enojado que mi abrazo de despedida fue desinteresado y sin amor.

Demasiado ron y ella que no dejaba de coquetear con todos. En especial con Javier que me irritaba con su solvencia, sus irresistibles ojos verdes, su humor preciso.

Luego del accidente no supe qué hacer ni qué sería de mi vida sin ella.

La soledad me perseguía y no podía olvidarla. Ni siquiera borracho lograba borrar su imagen alejándose para siempre.

Dos meses después de su muerte ocurrió su primera visita. Me asustó un poco pero de inmediato logró calmarme con su ternura habitual. Me preguntó por mi desinterés, mis celos excesivos y mi miopía absurda.

Habló tanto y tan claro que a partir de allí en lugar de perderme en tragos amargos para no morir, la espero sobrio, tranquilo e impaciente para que con su presencia me brinde cada noche un poquito de sol enamorado.

Ya no huele como antes. Ha perdido su condición de muchacha perfumada.

Curioso, pero desde entonces nos llevamos mejor.

***

Título: Miedo
Seudónimo: Luna

Nadie me lo creerá, pero yo no estaba tranquila. Para nada tranquila. Siempre tuve miedo. Miedo de manejar el auto sola, de noche. Sentía que del asiento de atrás surgía un monje encapuchado, que era la misma muerte. Su respiración sobre mi nuca y su proximidad me impulsaban a mirar hacia atrás. Quería comprobar que todo era producto de mi imaginación, de mi miedo. Que mi fantasía me estaba jugando una mala pasada, que no era cierto.

—No, no me voy a distraer. Aumentaré la velocidad para llegar antes a la seguridad de mi casa. Pero… finalmente no me pude resistir y lo hice… me di vuelta.

El impacto del coche fue brutal. Desde el umbral de mi conciencia pude sentir las sirenas, la aglomeración de los curiosos, y un último comentario.

—Pobre, falleció al instante. Dicen que iba sola, pero yo vi un acompañante en el asiento de atrás. Para mí, eran dos.

***

Título: Condenado
Seudónimo: Odín

Sucio y aterrado se apretuja contra los muros de piedra. Se encienden los faroles. La hora en que llegan sus fantasmas. Esos que salen de su pasado. No fue una su víctima, sino ocho, diez. Ni él mismo recuerda cuántas. Únicamente sabe que le gustaba verlas morir entre gritos y sollozos mientras él las apuñalaba. Pero ahora ellas vuelven, como cada larga noche insomne de su vida. Y él las mira a través de las rejas de su celda, mientras bailan hasta hacerlo aullar y revolcarse pidiéndoles compasión. No lo escuchan, sólo bailan. Hoy él siente que quieren llevárselo. Se acorrala contra un rincón pero ellas fatalmente avanzan. Y avanzan hasta tocarlo, hasta atraparlo, y él grita rogándoles piedad. Los carceleros le ordenan que se calle aunque él insiste en suplicar. Y por fin sus fantasmas le estallan en el corazón dejándolo arrodillado, salpicado con el cebo de las velas del farol, con los ojos espantosamente abiertos y las manos entrelazadas como pidiéndoles perdón.

***

Título: Las pequeñas venganzas de Simón, el fantasma
Seudónimo: Ópera 2

Esa mañana estaba retrasado. Salté de la cama. Bajé de a dos los escalones de la escalera. No quise hacer ruido para no despertar a mis hijos, pero ellos y mi mujer ya estaban desayunando en la terraza. Los saludé con un «buen día», «cómo están», «nos vemos luego», y salí corriendo. Ninguno me respondió. Todavía no me había acostumbrado a ese trato, pero esa mañana no había tiempo para conversar con ellos y explicarles. Tenía que llegar a la oficina antes que Eugenio. Llegué justo a las nueve. Entré y avancé hasta el despacho. Él ya estaba sentado en mi sillón, como de costumbre. Lo miré fijamente, tal como lo hacía todos los días desde que usurpara mi puesto en la empresa, dos años atrás. Entonces, hacía lo que más deseaba en el día, molestarlo con mis pequeñas venganzas. Le abría un cajón, le cambiaba de lugar alguna carpeta, le escondía la pipa y, en ocasiones, hasta dejaba caer descuidadamente una gota de tinta sobre alguna de sus firmas.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Canopus

La guardia estaba complicada, sobre todo por la situación crítica de Mariana. Llevaba días internada en la unidad de cuidados intensivos, una moto la atropelló al salir de la escuela. Había hablado largamente con sus padres, una y otra vez, aquella noche ambos la acompañaban. El cansancio me estaba venciendo y me recosté un rato. No se cuanto tiempo dormí. Bruscamente desperté y la vi sentada a los pies de mi cama. Me miraba fijamente, en su boca se dibujaba una sonrisa. Sentí miedo, cerré los ojos un instante, cuando volví a abrirlos, ya no estaba. Me levanté rápidamente, encendí la luz que estaba junto a la puerta y corrí hacia la unidad de la que me separaban pocos pasos. El corazón de Mariana había dejado de latir.

***

Título: Pequeños detalles
Seudónimo: Chance

Me senté como siempre, en el banco de siempre, frente a la casa misteriosa. Esa mañana nublada noté que el portón estaba abierto. En la ventana superior, una cortina vieja apenas se movió. No era el viento. Las telarañas en la puerta y en las ventanas no delataban intrusos.

“Qué raro” dijo mi vecino de banco, que recién entonces noté. “¿Vio esa cortina?”

No sé cuando apareció, pero se ve que conocía el lugar.

“Si, claro”, le dije.” Hace mucho que vengo acá y nunca vi un signo de vida en esa casa”.

“Los fantasmas son así” me dijo. “Apenas se muestran en los detalles”.

El sol apareció con todo su esplendor y ya calentaba fuerte en el banco. Mi sombra intensa me lo decía.

La de mi vecino nunca apareció.

***

Título: Yo también me quiero hamacar
Seudónimo: Bastona

Otrora, edificio del hogar de niños del pueblo. Actualmente, placita de juegos.

Estaba desierta cuando ellas llegaron aquella mañana invernal.

En ese tiempo, mi hija apenas sobrepasaba los dos años.

Eligió jugar en las hamacas. Eran cuatro, de esas pequeñas, bastante despegadas del piso y con pasador de seguridad.

Generalmente, jugaba en todas. Esa mañana, el circuito arrancó por la de color verde.

En lo mejor del vaivén, la hamaca contigua, de color rojo, comenzó a moverse muy despacio.

Estaba vacía. Nadie la empujaba. No soplaba ni la más leve brisa.

A pesar de ello, el ímpetu fue aumentando y la hamaca roja se elevó al cielo, ante los estupefactos ojos de mi hija y su niñera.

Seguramente, hastiada del solitario balanceo, fue bajando el ritmo con parsimonia, hasta detenerse por completo.

Quizás, reprimidas ansias de un tiempo lejano.

La placita de juegos continuaba desierta.

Mi hija no cesaba de repetir: “hamaca roja, hamaca sola”.

***

Título: Aquel jazmín
Seudónimo: Nostálgico

Nos conocimos un verano y en la primera cita le regalé un jazmín.

De allí en más, en nuestro medio siglo de convivencia, el aroma a jazmín nos hacía revivir en cada diciembre aquel momento de mágico encanto.

Este invierno, ella partió para siempre, y yo quedé sumido en la tristeza propia de la soledad.

Anoche, me visitó en un sueño fantástico; pude sentir el calor de su piel, ver el brillo de sus ojos, oír el candor de su risa y hasta percibir el aroma de un jazmín que traía entre sus manos.

Cuando en el lecho vacío, mis ojos llenos de lágrimas, despertaron por la mañana, grande fue mi sorpresa al encontrar un jazmín junto a su retrato sobre mi mesa de luz.

***

Título: Belquis, a las cinco en punto de la tarde
Seudónimo: Escoba del 15

Los terceros viernes de cada mes, a las cinco en punto de la tarde, Carmencita tiene el té pronto, la mesa servida, los escones tibios, las cucharitas de plata que la abuela trajo de Bolivia perfectamente alineadas y el juego inglés de porcelana del casamiento reluciente. Y al lado, la mesita de paño verde con la baraja y el frasco de caracoles para contar los tantos.

A las cinco en punto aparece Belquis, pálida y puntual, y se sienta en la mesa a tomar el té y jugar la partida de cartas como desde hace diecinueve años.

A las siete y cuarto de cada viernes penúltimo, luego de la previsible derrota, Belquis pregunta una vez más:

—¿Me vas a dejar ganar algún día?

—No —dice Carmencita, cruel como siempre.

—Me voy, estoy cansada —dice Belquis flotando malhumorada y desaparece llevándose consigo el olor dulzón de los junquillos.

Carmencita la ve irse y piensa que su mejor amiga es también la última.

***

Título: Camino al balneario
Seudónimo: Playero

¡Ooooopa! Este grito fue lo que me salió en ese momento. Es que la moto se me venía encima y me asustó. De hecho ya venía nervioso caminando por la banquina de la carretera, tomando en cuenta que la noche estaba muy oscura y me generaba cierta aprensión. No había visto ni un alma en todo el recorrido de casi dos quilómetros que había hecho y de golpe se me apareció la moto, sin luces y que se venía derecho hacia mí. Me pasó por el costado, casi rozándome. El conductor se reía y me miraba. En ese momento fui consciente de que no hacía ningún ruido, ninguno, silencio absoluto. Cuando me di vuelta me seguía mirando y riendo. Empecé a correr y no paré hasta llegar al balneario. Luego supe que quien se burló de mi tan cruelmente fue Roberto. Roberto había fallecido en un accidente con su moto hacía dos años exactamente en el lugar donde se me presentó.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Sin Sábanas

Un ruido me despertó. Quise encender la luz en un acto automático, pero hacía tiempo que la habían cortado por falta de pago. La luz de la noche que entraba por la ventana me ayudaba a desplazarme por el dormitorio sin golpearme, además, conocía muy bien los espacios. Afuera, el fuerte viento se sentía entre los árboles. Los postigos sueltos de la casa se golpeaban. A la casa le hacía falta mantenimiento y yo no podía con todo. Es una casa muy grande para una sola persona. Me dirigí a la cocina que estaba en la planta baja. Los escalones chirriaban bajo mis pies. Las puertas se quejaban por la falta de aceite en sus bisagras.

Yo ya no tenía miedo, hacía mucho tiempo que vivía acá, en las mismas condiciones. Las visitas no duraban, lo cual me alegraba.

Encontré un candelabro en la mesada de la cocina, encendí la vela y vi mi reflejo en la ventana, pálido, cadavérico, transparente. Ya hacía más de un siglo de mi asesinato y aun no me acostumbro a mi imagen, a mi nueva vieja imagen.

***

Título: Es mi madre que regresa
Seudónimo: Uriel

Sí, ella ha regresado. Volvió con su mismo andar, con su voz clara, con su sonrisa buena. La que alegraba todas mis mañanas. La que traía luz a cada día.

Esta noche volvió. Aquí está, conmigo.

De estos años que pasaron, le cuento lo mejor. Para que crea que estoy bien. Que es cierto que tuve algunas penas, pero ya se fueron. Ahora estoy bien. Y más con ella, aquí a mi lado.

No le digo toda la verdad. Es que no quiero verla triste. Mi sueño es que sonría otra vez, como en aquellas mañanas de mi infancia.

Tanto deseo verla así que, si es necesario, seré de nuevo un niño pequeño en su regazo. Y tardaré en dormirme todo el tiempo que pueda, mientras me arrulla con aquella canción en la que decía mi nombre y me llamaba su pedazo de cielo.

Que nadie venga ahora a decirme que no es cierto. Que ella no está. No, yo sé que sí.

¿Y si es solo un fantasma? Así también la quiero. Y no pido más.

¿Acaso no me entienden? ¿Por qué no me entienden?

Con ella mis penas ya no son las mismas.

***

Título: Madre
Seudónimo: Zeta

Caminaba por la playa cuando escuchó los gritos desesperados de la mujer: “Mi hijito, mi hijito… salven a mi hijito!”. Se la veía de un azul morado, frío y transparente.

El joven distinguió un bulto adentrándose en el río y, a poco de la orilla del arroyo, uno pequeño que giraba a capricho de la corriente delatando dos manitos que procuraban aferrarse al aire.

Sin dudarlo, pese a saber que el Solís Chico es implacable allí donde besa al río, el muchacho se lanzó al agua desafiando remolinos y arenas movedizas. En dos zancadas sobrehumanas alcanzó el cuerpecito y, envolviéndolo entre sus brazos, regresó a la orilla para depositarlo sobre la arena. Estaba vivo.

Recuperado el aliento, volteó en busca de la madre. La playa estaba desierta.

***

La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 25.05.2017 a las 12.13 hs. El viernes 26.05.2017, durante La Mesa de los Viernes de En Perspectiva, daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

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Enlace relacionado
Concurso de Cuentos de En Perspectiva, llamados anteriores

Crédito imagen: Rachel Titiriga