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¿Qué tan rentable es para un país organizar un mundial de Fútbol? Análisis de Mathías Consolandich (Exante)

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Foto: Jewel Samad / AFP

EMILIANO COTELO (EC): Con el inicio del mundial, la revista británica The Economist publicó un artículo este fin de semana sobre que tan redituable es llevar adelante la competición para el país organizador.

Según el artículo titulado Es la copa del mundo un desperdicio de dinero, Catar gastó más de 300 mil millones de dólares en los últimos 12 años desde que ganó la candidatura de la copa del mundo, mientras que se espera que el retorno para su economía sea de solo 17 mil millones.

¿Cuánto cuesta organizar un mundial de fútbol? ¿Cuál es el balance para el país anfitrión del evento? ¿Es rentable llevar adelante un mundial? Les proponemos conversar sobre este tema con Mathías Consolandich, de la firma Exante.

ROMINA ANDRIOLI (RA): El artículo al que hacía referencia Emiliano hace un análisis sobre los costos e ingresos monetarios de realizar un mundial, ¿verdad?

MATHÍAS CONSOLANDICH (MC): Si, adéjame hacer una primera aclaración. Además de los costos o ingresos económicos directos (como puede ser el costo de construir un estadio o lo que se recibe por las entradas de los partidos) hay también efectos indirectos que derraman sobre la economía. Y por fuera de esto, existen otros potenciales beneficios para un país que organiza un mundial que exceden un estudio de impacto económico. El artículo que mencionas se aproxima a este análisis desde el punto de vista meramente económico.

RA: Queda claro. Empecemos entonces por el lado de los costos. Catar gastó 300 mil millones de dólares. ¿Así de caro es armar un mundial?

MC: A ver, probablemente la respuesta es que no. Hoy es muy difícil de estimar de forma más o menos certera el gasto que se realizó para este mundial y que está considerado en ese número. De todas formas, hay pocas dudas de que el costo fue muy grande y que fue mucho mayor que en instancias anteriores.

El artículo de The Economist levanta un trabajo en el que se estimó que en los últimos tres mundiales, es decir el de Rusia en 2018, Brasil 2014 y Sudáfrica 2010, los gastos para el anfitrión fueron de alrededor de 5 mil millones de dólares en cada uno (siempre hablando a precios de 2018). En el mundial de Alemania de 2006 se gastó algo menos de 4 mil millones, mientras que el en el de Corea y Japón en 2002 algo más de 7 mil millones entre los dos países. Si nos vamos más atrás, en los mundiales de Francia 98, Estados Unidos 94 e Italia 90 se gastaron entre mil y 2 mil millones de dólares. En ningún caso son cifras comparables con las que mencionabas.

Ahora, estos números contemplan solo los gastos en la construcción de estadios y en la organización del evento, no suman otras inversiones en proyectos de infraestructura de otros tipos que se suman en la cifra de Catar.

Pero si nos centramos en los primeros gastos que mencionaba, de estadios y organización, podemos sacar algunas conclusiones. La primera, es que bajo esa métrica y con lo que se sabe el gasto para este mundial parece ser extraordinariamente alto. La segunda, que incluso si excluyéramos el mundial de Catar, el costo para los anfitriones viene creciendo fuertemente.

RA: ¿Y a que obedeció este aumento en los costos?

MC: En gran parte a la necesidad de construir estadios nuevos o reacondicionar los que existen. En los mundiales anteriores no se construían tantos estadios de cero. También aumentaron los costos organizativos, pero a menor ritmo. Según se estima, en promedio en los últimos cuatro mundiales alrededor del 60% de los costos totales correspondió a gastos en estadios y el 40% a gastos organizativos. La gran parte de estos gastos los incurre el país organizador, porque la FIFA cubre solo algunos costos operacionales, que en proporción son muy bajos.

RA: Vayamos por el lado de los ingresos ahora, ¿qué tan grande es la recaudación que se genera en los mundiales?

MC: Bueno, en el caso del mundial de Rusia se estima que los ingresos totalizaron casi 5 mil quinientos millones de dólares, en Brasil fue algo menos de 5 mil millones. En los casos de Sudáfrica 2010, Alemania 2006 y Corea y Japón 2002 fueron de alrededor de 2 mil quinientos millones. Acá estamos hablando de ingresos por derechos televisivos, por sponsors y por la venta de entradas en los estadios. En los últimos veinte años, el mayor porcentaje de ingresos provino de los derechos televisivos, que fue también el rubro que ha ido ganando mayor peso. En el mundial de Rusia, del total de los ingresos que se generaron, 55% correspondían a derechos televisivos, 35% a patrocinadores y 10% a la venta de entradas en estadios. En el mundial de Brasil la composición era bastante parecida. Pero esto no son los ingresos que se lleva el país anfitrión, de hecho la FIFA se lleva gran parte de los derechos televisivos y de los patrocinios.

RA: Desde esta mirada parece bastante claro que el balance para el país anfitrión de organizar un mundial es negativo, ¿no?

MC: Si, desde esta óptica sin duda y es a lo que apunta el artículo. En casi todos los casos esta ecuación no cierra. La única excepción parece ser la del mundial de Rusia, donde los ingresos por derechos televisivos fueron extraordinariamente altos, pero como decía eso es si la vemos en términos globales. La ecuación del anfitrión es mucho peor, incluso en los casos donde ya contaban con una mejor infraestructura para estos eventos.

Y por esto es que no sorprende que cada vez haya menos candidaturas de países a organizar este tipo de eventos deportivos, o que vayan con candidaturas conjuntas como la que ganó el próximo mundial de Estados Unidos, Canadá y México o la que pretende impulsar Uruguay. Tampoco sorprende, y lo marcaba otro artículo que se publico en estos días, que vayan ganando lugar los regímenes autoritarios como sede de estos eventos, que encuentran menos resistencias a la hora de justificar estos gastos.

RA: Ahora, también decías que hay otros beneficios que se deberían de incorporar al análisis de impacto económico, ¿verdad?

MC: Sí, cuantificar correctamente los potenciales beneficios y costos que tiene asociado un evento de esta magnitud es complejo. Esto es porque además de los costos e ingresos directos que vimos también tenemos efectos indirectos, de segunda vuelta sobre la economía (como puede ser el gasto que generaron los turistas en el país organizador, los empleos que se derivan de la construcción de infraestructura, entre otros). Algunos son efectos transitorios, otros son efectos más duraderos, en muchos casos son efectos difíciles de estimar.

Hay mucha literatura referida a estos temas, hace algunos meses en la diaria salió una nota que escribió Agustín Bergengruen que le recomiendo a los oyentes interesados que la lean y que se titulaba Uruguay-Argentina 2030: ¿utopía o realidad? Es un muy buen resumen respecto a varios estudios que tratan de cuantificar los impactos económicos de eventos deportivos.

En términos generales, podríamos decir que no son muy alentadores los estudios. En la gran mayoría de los casos en la literatura no se observaron impactos relevantes de corto plazo sobre el nivel de empleo o de ingresos. Estos resultados pueden tener algunos matices sectoriales, como por ejemplo en favor del turismo, aunque tampoco resulta ser tan claro como se puede esperar en un principio. Tampoco parecen registrarse efectos positivos de largo plazo sobre la actividad.

RA: Entonces, ¿se puede justificar desde un punto de vista económico la candidatura de Uruguay para el mundial de 2030?

MC: Bueno, se debería de hacer un estudio de impacto con los cálculos específicos, pero en principio por lo que mencionaba antes parece difícil justificar desde un punto de vista solamente económico la candidatura única de cualquier país. El país organizador tiene que incurrir en un gasto muy grande, con potenciales beneficios muy inciertos que a priori parecerían ser muy pequeños o inexistentes y con costos de oportunidad muy tangibles. Esto es particularmente cierto para economías emergentes como la nuestra, donde se desvían recursos de otras áreas que son más prioritarias y donde la inversión tiene asociada una retribución social que a nuestro juicio es más alta.

Ahora la propuesta de Uruguay sería de una candidatura conjunta, con Argentina, Chile y Paraguay y eso de por sí debería reducir sensiblemente los costos y hacer la candidatura más viable, en especial si quedamos con un número reducido de sedes.