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Urquiza esq. Abbey Road
Vida, muerte y resurrección del vinilo (III)

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Por Eduardo Rivero ///

A fines de la década de los 80, los vinilos empezaron a perder pie a velocidad de vértigo ante la entrada al mercado de los discos compactos, que en un corto tiempo se convirtieron en el formato preferido.

El CD prometía practicidad, al tener una única cara y permitir la operación desde los controles remotos, cambiando de pista y programando la audición en un orden de tracks de acuerdo al gusto del usuario. Pero también prometía duración prácticamente ilimitada y calidad de sonido superior, al no existir el ruido a “fritura” producido por el roce de la púa contra el surco, ausencia de distorsion y mejor separación de canales en el paneo stereo. En el momento del surgimiento del CD, era inobjetable que el nuevo sistema iba a sonar mejor.

Presos en esa “modernidad”, no advertimos entonces, que los primeros CD no eran, en muchísimos casos, un dechado de calidad de audio, sino más bien lo contrario.

Recuerdo que la primera vez que se me encendió una luz de alarma al respecto, fue cuando en pleno proceso de reciclar mi colección de discos, compré un CD que amaba de la cantautora norteamericana Carly Simon llamado Playing Possum, comprobando con sorpresa que no sonaba ni de cerca como el long play que yo había disfrutado durante años.

Con el tiempo, el disco compacto se superó notoriamente al punto que hoy suena en forma excelente. Pero en el reinado indiscutido del CD el diablo metió la cola, y por los años del cambio de milenio, cuando se vendían más discos compactos que nunca, un formato de compresión de audio conocido como MP3, una aplicación llamada Napster y el incremento del ancho de banda disponible para los usuarios corrientes de internet se combinaron para marcar el inicio de una nueva era. Fue, a partir de allí, la crónica de una muerte anunciada. Más aún cuando empezaron a desarrollarse los sistema de streaming como Spotify y similares.

La bendita internet para el usuario resultó una maldición para la industria. Se calcula que hoy se vende 50 % menos de CD que en los años de auge, y que esa venta sigue bajando y bajando. En España, por ejemplo, hace diez años se vendían unos 40 millones de CD al año. Hoy esa cifra no llega a los 11 millones.

De pronto, en medio del nuevo reinado de Internet y sus fantásticas herramientas de acceso a la música-fantásticas aunque no del punto de vista de la calidad de audio, ya que el MP3, por ejemplo, deja muchísimo que desear-apareció un fenómeno curiosísimo: el regreso del vinilo. En las disquerías montevideanas, hasta hace unos años ofrecían apenas un montoncito de vinilos. Hoy, hay estantes y estantes de ellos. Desde el 2005 en adelante, comenzó a venderse una nueva “generación de vinilos”: los discos de "180 gramos". La nueva vanguardia de la vieja guardia. La demostración de que el vinilo vive, lucha y crece como lo indican determinadas datos.

La tienda virtual Amazon.com, señala al vinilo como “el formato de reproducción musical físico de crecimiento más rápido en el mundo”. Se asegura que en 2013 la venta de vinilos duplicó a la del año anterior, y sigue creciendo no menos de 25 % al año. Un crecimiento astronómico, aunque partiendo de la base de que se trata de un formato minoritario ya que, dado el poder de Internet y sus herramientas, sería utópico pensar de que un día recuperase el primer lugar que tuvo durante décadas. Pero la creciente venta de ejemplares y la aparición de nuevos modelos de bandejas tocadiscos de marcas legendarias como Technics, Marantz o Sony, son elocuente prueba de que el fenómeno llegó para quedarse.

¿Cuáles son las causas del nuevo auge del vinilo y del éxito de las carísimas ediciones en "180 gramos"?
Una teoría conspirativa, de esas que nunca faltan, indica que sería la propia industria musical la que volvió a apoyar el único formato que no puede copiarse y al que únicamente se accede pagando.

Otros, indican las propiedades del nuevo vinilo como causa de su éxito: el disco 180 gramos, más pesado que los de antaño, aseguraría mayor estabilidad y duración, y una mejor calidad de sonido producto de un proceso de fabricación más cuidadoso. Una tercera hipótesis habla de una simple moda, del impulso que le dio el consumidor “hipster” que lo ha convertido en un objeto de culto. La realidad bien pude tener algo de cada una de esas teorías.

Los nuevos vinilos 180 gramos cuestan en origen, en promedio, algo más de US$ 20, prácticamente el doble que un CD o una descarga digital legal. En Uruguay, el promedio está más cerca de de los US$ 40, aunque se pueden encontrar títulos interesantes por debajo de ese precio. Suenan increíblemente bien –como lo he comprobado personalmente– y son inmensamente atractivos como objeto.

Este último aspecto no debe ignorarse. El vinilo "180 gramos", flamante, trae su carátula como auténtica pieza de arte, y le da al usuario, más allá de la incomodidad de no ser portátil y que debe levantarse de su sofá a las pocas canciones para dar vuelta el disco, una relación “física” con la música incomparable. (Por las dudas, algunas de estas ediciones traen un código para descargar desde la web la versión digital de forma gratuita).

El CD no se ve girar, no muestra sus surcos. La música en MP3 parte de un soporte aún más invisible mientras suena. La ceremonia de sacar al disco de vinilo de su carátula, colocarlo en el plato y poner el brazo con su púa sobre el primer surco, sigue siendo algo único y encantador.

Existen muchos vinilos 180 gramos de nuevos artistas y nuevos títulos, pero los vendedores de discos saben que el “vintage rock” es el que más vende. The Beatles, The Rolling Stones, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Deep Purple, Pink Floyd o AC/DC están entre los preferidos. En Uruguay la tendencia se mantiene, estando disponibles nuevas versiones de eternos clásicos de Eduardo Mateo, Psiglo o Días de Blues entre otros.

Desde que el nuevo y creciente auge del vinilo es un hecho la discusión de la superioridad del vinilo o el CD se ha hecho interminable.

Por supuesto que la tencología indica que el sonido digital es superior al analógico. Pero a veces la tenología no alcanza para explicar el amor por determinada forma de escuchar música.

Tengo la discografía casi completa de The Beatles en los nuevos vinilos "180 gramos", que lucen espectaculares y suenan extraordinariamente. Usando un amplificador Onkyo TX-8020 alta fidelidad, una bandeja de vinilos Neumark TTUSB, una compactera Marantz CD 5005, un par de maravillosos auriculares austríacos AKG K-240 de los que se utilizaron por décadas en estudios de grabación uruguayos, y unos baffles de tres vías Yamaha NS 50-F, he escuchado por ejemplo la versión en Compact Disc remasterizada en 2009 del Beatles for Sale de The Beatles, y el nuevo vinilo 180 gramos del mismo álbum y en mi modesta y falible opinión, el vinilo gana claramente.

Por supuesto, utilicé un vinilo flamante, sin ruido a púa de tan nuevo y no uno de aquellos discos que destrozábamos cuando pibes con tocadiscos horrorosos cuyo brazo pesaba una tonelada; que dejábamos fuera del sobre en los bailes y que prestábamos a amigos menos cuidadosos que uno.

Los que saben, en los foros de discusión, dicen que el vinilo es la reproducción directa de una fuente de audio, en tanto el disco compacto convierte esa fuente a archivos numéricos binarios, recortando determinadas zonas del espectro sonoro.

Repito: más allá de lo tecnológico, en mi caso y seguramente en el de millones, operan elementos de alta subjetividad que no se deben desconocer. Yo adoro los CD y los sigo disfrutando –y comprando– como siempre.

El nuevo vinilo me ha dado un regalo increíble y especialmente emocionante: Hace algunas semanas compré a un precio elevadísimo, obsceno, el White Album de "180 gramos". Un dineral que sin embargo me devolvió la sensación que no tiene precio de volver a descubrir, flamantes, el poster y las cuatro fotos del mismo tamaño que cuando los vi por primera vez, en 1968, a mis 16 años. Y a propósito: también me dio un sonido increíble, más cálido y “real” que el del CD, que es perfecto pero por eso mucho más rígido. Larga vida al vinilo y la sensación maravillosa de la púa al posarse sobre el disco y emitir un leve ruidito que anticipa el inicio de la fiesta.

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.

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Foto: Disco de vinilo sobre una bandeja. Crédito: s/d de autor/pexels.com