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Rada y sus amigos

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Por Eduardo Rivero ///

La tarde del lunes 10 de octubre de 2016 sonó el teléfono en mi casa y pude escuchar del otro de la línea la voz inconfundible de Diane Denoir.

—Tenés que venir al lanzamiento del disco. No podés faltar. Te dejo dos invitaciones en boletería.

Diane era la productora del lanzamiento de The Rada’s Old Boys en la Sala Zavala Muniz del Teatro Solís. Ya tenía el disco y ya lo había disfrutado inmensamente y, por supuesto, no podía faltar a la cita.

Tres viejos amigos y compinches musicales del gran Ruben Rada acababan de editar para el sello Ayuí un disco en homenaje a una de las voces que definen al Uruguay. Pero no un homenaje cualquiera, apelando al candombe, antes que nada, tal como la figura de Rada parecería pedir, sino en clave de jazz, armando una suerte de power trio realmente fantástico.

Habría que recordar el viejo amor de Rada por el jazz; su vinculación con la histórica generación del Hot Club de Montevideo, su integración, siendo un adolescente, a la banda The Hot Blowers donde tocaban figuras esenciales de esa corriente como Hugo y Osvaldo Fattoruso, el saxofonista Tomás “Chocho” Paolini o el trompetista Daniel “Bachicha” Lencina, entre otros, y su siempre confesada adoración por Ray Charles.

Por supuesto, también dentro de su riquísima historia se encuentra el candombe en el que se inició en el grupo Cubanacán de Pedro Ferreira, y continuó en bandas históricas como El Kinto, Tótem y OPA y una enorme discografía solista donde el más típico ritmo montevideano es la sangre que fluye en las venas de cada track.

Con el divertido título The Rada’s Old Boys, tres viejos amigos armaron este homenaje que, antes que nombrar sus enormes méritos musicales, es preciso elogiar por aquello tan viejo y tan sabio de que los homenajes deberían siempre ser hechos en vida del homenajeado.

El contrabajista Daniel Lagarde fue compañero de Rada a comienzos de los años 70 nada menos que en las bandas Tótem –todo un referente histórico y en su tiempo, un tremendo éxito masivo– y Gula Matari, un buen intento posterior al Tótem también muy recordado.

El virtuoso tecladista Ricardo Nolé –hijo del veteranísimo y siempre vigente pianista “Panchito” Nolé– fue parte de la gran banda que Rada tuvo en su “época de oro” en Buenos Aires a comienzos de los años 80, en la que también tocaban Urbano Moraes en bajo, el argentino Ricardo Lew en guitarra y nada menos que Osvaldo Fattoruso en batería.

Lagarde y Nolé contaron además con el actual baterista de Rada, Nelson Cedrez, que lleva más de veinte años en su banda, para completar este trío que grabó un repertorio típicamente “radístico” que es, básicamente, un “grandes éxitos” del cantante aunque, como era de esperarse, en versiones que poco tienen que ver con las originales.

Al llegar a la sala Zavala Muniz del Solís, pequeña y acogedora, que lucía repleta, encontré a Diane Denoir feliz por un lado y tremendamente dolorida por un fractura en un pie por el otro. Una lesión que, por supuesto, no le impidió comandar la organización de ese evento poniendo toda su dedicación y el amor por la música de ese viejo amigo suyo junto al que integró la legendaria generación de los “Conciertos Beat” de fines de los 60, donde también encontrábamos nombres como Eduardo Mateo, Urbano Moraes o Gastón Ciarlo “Dino”.

Al empezar el espectáuclo, frente por frente a mi ubicación, en esa platea en forma de “u”, veía a Rada sentado junto a su hija Julieta, calladito, disfrutando la relectura de su música hecha por estos instrumentistas de jazz junto a quienes había compartido tantos años de música.

El show discurría entre cerrados aplausos y Rada siempre allí, sentadito como uno más. Hasta que ocurrió lo que, por cierto, para nada era impensable: fue invitado a bajar al escenario y unirse al trío en algunos temas. Fue como encender la luz. El trío venía tocando en forma virtuosa pero reconcentrada, en un clima como de club nocturno. Y entonces el inmenso carisma de Rada convirtió el espectáculo en terrible bailongo candombero.

No hay nadie en este país capaz de generar lo que Rada genera, con esa voz impresionante que, veterano y todo, mantiene potente y efectiva, y ese carisma para dirigirse al público, meter el chiste justo en el momento preciso y ser una suerte de irresistible angelito negro no en el cielo sino en el suelo de Montevideo, ciudad donde nació, y a quien retrata como muy pocos.

El disco –y el recital– no es simplemente una aproximación de jazz instrumental a la música de Rada. En algunos temas canta –y muy bien, con una voz chiquita pero de enorme buen gusto– Daniel Lagarde. Es el caso de Biafra y Dedos, temas originales del primer álbum de Tótem de 1971. En el caso de Dedos es toda una idea el hacer una referencia al clásico So What? del trompetista Miles Davis incluido en su histórico álbum Kind of Blue de 1959, en una interpretación donde el teclado de Nolé abre el libro.

Son destacables también la versiones de Botija de mi país, uno de los grandes clásicos del cantante con gran labor del baterista Cedrez; Terapia de Murga en lectura mitad blues, mitad gospel; el súper clásico Ayer te vi, que pese a ser un sencillo candombe tiene aquí numerosas sorpresas armónicas como si estuviese siendo interpretado por el trío de Bill Evans; Upa nega, del disco Radeces de comienzos de los 70 y Chinga Chilinga, tema originalmente estrenado por Rada cantando como invitado en uno de los discos de la Camerata del Tango que dirigía entonces su creador, el pianista Manolo Guardia.

Pero si hay un momento particularmente memorable de The Rada’s Old Boys es cuando aparece el propio Ruben para cantar Negro, tema que abría una de las caras del segundo álbum de Tótem, en 1972. La vocalización de Rada y el acompañamiento de este excelente trío logran un momento único. Asombra lo que todavía puede hacer Rada con su voz, por momentos aterciopelada, por momentos metálica, por momentos ceñida a la línea de canto más convencional, por momentos volando como un pájaro por el cielo de la interpretación más libre.

Hace muchos años, mientras estaba sentado en un banco del Central Park, en Nueva York, un fan se le acercó al gran humorista Groucho Marx y simplemente le dijo:

—¿Usted es Groucho, no? Bueno, por favor, no se muera nunca.

Yo siento exactamente eso respecto a Rada. Que nunca debería morir. Porque que el día en que eso ocurra, Montevideo ya no será la ciudad que es.

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.