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Pregoneros digitales I – De los pregoneros a Internet  

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Por David Torrejón ///

Estamos en el siglo IV AC. Al puerto de Emporion (Ampuries), una colonia griega situada la costa catalana, llega un bajel capitaneado por un íbero helenizado llamado Basped. Lleva mercancía desde Massalia (Marsella) por encargo de un comerciante llamado Calixto. No sabemos qué contiene su bodega porque la carta de plomo que se desenterrará 24 siglos después y nos dará noticia de este acuerdo entre partes no lo reseña. Pero sí sabemos que, con toda probabilidad, al poco de atracar en puerto, la población de Emporion ya estaba enterada de ese detalle que nos falta y eso en un tiempo en el que no existían ni la radio, ni los mensajes de móvil.

¿Cómo lo supieron? No es ningún secreto: unos personajes llamados kerux por los griegos y praecos (pregoneros) por los romanos, voceaban estas y otras novedades por la colonia, convenientemente pagados por los mercaderes. No creo que fuera muy arriesgado apostar porque, además de informar de los productos, los kerux recibían alguna propina por adornarlos con algún adjetivo superlativo, por ejemplo “los mejores papiros egipcios o las más preciosas telas de Massalia para las damas más elegantes”. Y es que la publicidad es tan antigua como el comercio y, podríamos decir, como la cultura dado que no se conoce un solo proceso de expansión cultural pacífico que no venga impulsado por el deseo de comerciar.

Los propios griegos tenían incluso sus propios formatos de publicidad exterior en vía pública: Axon y Kyrbo. Sin duda el medio publicitario más democrático, aquel al que cualquiera puede acceder simplemente disponiendo del sentido de la vista, tenía que ser un invento griego. Así que la publicidad va unida de manera indisoluble a la cultura occidental, lo que no quita que su superabundancia la haya convertido en una molestia, como se demuestra en cualquier encuesta en cualquier país.

La publicidad nos invade, nos interrumpe pero, al tiempo, financia los contenidos que consumimos y nos informa de productos que nos interesan. En ocasiones, si está bien realizada, es una parte fundamental de un medio: ¿sería igual de interesante una revista femenina sin avisos de moda o cosmética?, ¿y una de motocicletas sin anuncios de vehículos y complementos?). Y si está extraordinariamente bien hecha, puede incluso llegar a ser buscada y reenviada activamente por los propios consumidores: cada año, hay varios anuncios entre los vídeos más populares de Internet y, se dice, la famosa Superbowl debe su fama más a los anuncios que estrenan las grandes marcas que al propio evento deportivo.

Así que, al tiempo, amamos y odiamos a la publicidad. Una publicidad que se ha servido siempre de los medios de comunicación y que por tanto, ha evolucionado al ritmo que estos en este siglo XXI de la comunicación digital.

De esta evolución y de las nuevas formas en que la publicidad nos alcanza e intenta seducirnos tratará este blog. Si tienes sugerencias, procuraré atenderlas. Por ahora te anticipo que en la próxima entrada intentaré explicarte por qué cuando has visitado una página web de moda, o de autos, o de banca, no paras de encontrarte anuncios de banca, autos y moda en tu navegación.

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Continúa en…
Pregoneros digitales II – La relevancia de la relevancia