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Por el amor de dios… (segunda parte)

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Por David Altman ///

Antes que nada agradecer a las decenas de lectores que me escribieron.  A la luz de los comentarios que he recibido, siento que es necesario hacer alguna aclaración.  Me han acusado de ser un “jacobino” un “soberbio” y un “intolerante” que intenta imponer a los demás “la religión de los que escriben dios con minúscula”.  Nada más alejado de la realidad: nadie intenta imponer absolutamente nada a nadie. Simplemente apelé a mi libertad de compartir mi postura en escribir cualquiera de estas cosas (dios/Dios, Turismo/Santa) como queramos. ¿Por qué? Porque haciéndolo defiendo a este Estado laico que garantiza la libertad de expresión en el más amplio sentido, que incluye pero no se limita a la libertad de culto, donde —como dice un amigo— los ciudadanos seamos libres de manifestar y expresar nuestras ideas según nos dicte nuestra conciencia. Los argumentos ad hominem y el tono de un grupo importante de respuestas que recibí, no hace más que fortalecer mi postura sobre la pertinencia y necesidad en ejercitar esta laicidad de forma cotidiana.

Nadie discute el origen religioso de los feriados de la república y la superposición que estos tienen con las fechas del cristianismo (que a su vez, muchos tienen orígenes paganos—equinoccio de primavera, solsticio de invierno, la cosecha, etc). Tampoco desconozco la historia de la república y tampoco que el Pepe Batlle es producto de una larga concatenación de eventos que podemos fácilmente remontar a la época de la colonia (lo dice la nota explícitamente). Sin embargo, la gran sabiduría de aquellos que (simbólicamente) le cambiaron el nombre a esos feriados 100 años atrás fue justamente el que muchos podamos disfrutar de los mismos en igualdad de condiciones que los que son creyentes.

Cuando hablamos de Semana de Turismo no apelamos a ninguna diferencia religiosa, étnica, o racial: El 100 % de los habitantes tienen cabida en la misma.  Si hablamos de Semana “Santa”, pues solo un poco más de la mitad habitantes son incluidos. Mi punto es simplemente que cuando algunos medios masivos de comunicación (por ejemplo, El País, El Observador) optan por sistemáticamente tomar partido por el 55% y no por el 100%, pues están dejando de lado al otro 45 %. Obviamente estos medios están en su total derecho de llamar lo que quieran como quieran, pero quizás no son tan conscientes que dejan de lado a mucha gente (¿o quizás sí?). He ahí mi motivación: no quiero que se deje al 45 % de lado.

No apoyo, no pretendo, ni me gusta la idea de hacer un asado en frente a una iglesia el Viernes Santo, tampoco comer cerdo frente a una sinagoga, ni vestir de negro la noche de Iemanjá. Seré el primero de defender a cada uno de los que están leyendo estas palabras en su libertad de creer, vestir, comer, y tener la vida que quieran.  Pero el Estado es de todos y en igualdad de condiciones; temo que si no practicamos el laicismo, en un tiempo sea demasiado tarde. Ya lo decía el viejo Artigas: “llevaremos la libertad civil y religiosa a toda su extensión imaginable”.

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Por el amor de dios: ¡Sigamos escribiendo dios con minúscula!