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Los 50 del Álbum Blanco

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Por Eduardo Rivero ///

¡Qué lejos está 1968! Y qué cerca que está el Álbum Blanco de The Beatles. El disco perfecto si hubiera que ir a una isla desierta con un solo disco, porque son The Beatles y porque, como es doble, quien lo lleve tendría más música.

Lo curioso del Álbum Blanco -que en realidad se llama The Beatles– es que se trata del primero de los discos de la banda grabados ya en un proceso de descomposición del grupo, pero que pese a ello es una obra maestra de una impresionante grandeza, una obra de proporciones épicas con muchos temas a la altura de los mejores de su carrera.

Para entender a fondo al Álbum Blanco, hay que comprender el momento de la banda. En febrero de 1968 The Beatles viajaron a la India para dedicarse a la meditación en el santuario que el Maharishi Maheshi Yogui, un maestro a quien habían conocido el año anterior en Gran Bretaña, tenía en Rishikesh en la falda del Himalaya. Una barra de lo más variopinta se dio cita allí para compartir su experiencia junto a The Beatles y sus parejas: estaban también el entonces exitoso cantautor Donovan, Mike Love, integrante de la banda norteamericana The Beach Boys y la actriz Mia Farrow y su hermana Prudence, por nombrar apenas algunos de los 60 participantes de ese seminario.

Ringo Starr se volvió a Inglaterra apenas diez días después de comenzar la meditación, ya que no soportaba la comida que se servía en el lugar. McCartney permaneció un mes. Lennon y Harrison estuvieron allí seis semanas, hasta que, descontentos con el Maharishi, quien mostró además de una inesperada superficialidad, un interés nada espiritual y si absolutamente carnal por las hermanas Farrow. La cosa, desde el punto de vista místico no terminó bien, pero la estadía en India provocaría el nacimiento del grueso de los 30 temas que dan forma al Álbum Blanco. Algunas de las canciones escritas allí no integrarían el disco, otras aparecerían en el Abbey Road y algunas en la discografía solista de los ex Beatles a comienzos de los años 70.

En mayo de 1968, ya de regreso en Inglaterra, los cuatro Beatles se reunirían en la mansión de George Harrison en Esher para grabar los demos de la mayor parte de las canciones que le darían su forma. Durante décadas esos demos circularon en forma de disco pirata, hasta que en octubre de 1996, varios fueron incluidos en el compilado de rarezas The Beatles Anthology 3.

El que sería el noveno disco de estudio de The Beatles se grabó en los estudios Abbey Road de la EMI y en Trident Studios de Londres entre el 30 de mayo y el 14 de octubre, para ser editado a toda velocidad el 22 de noviembre de 1968. También en esa fecha apareció en Uruguay, marcando un hecho histórico ya que hasta entonces los discos de la banda llegaban con enorme retraso. En ese lapso, también se grabarían las dos canciones del nuevo simple: Hey Jude y Revolution.

A pesar del viaje en grupo a la India, al empezar las grabaciones el clima entre los cuatro Beatles empezó a deteriorarse aceleradamente. Las discusiones eran constantes, lo que hizo que en determinados temas algunos de ellos no tocaran y que Ringo Starr se fuera del estudio precipitadamente a mitad de una sesión el 22 de agosto para regresar recién el 5 de setiembre, lo que provocaría que la batería en Back in the U.S.S.R y Dear Prudence fueran tocadas por Paul McCartney.

Nadie en el mundo lo sabía pero Los Beatles ya habían dado lo mejor de sí y a nivel individual necesitaban empezar a vivir su propia vida y respirar su propio aire. Como si no bastase con eso, apareció en las propias sesiones de grabación, que siempre habían sido una suerte de “Club de Tobi” impenetrable, una extraña artista plástica japonesa que no dejaba a Lennon solo con sus compañeros un solo segundo, para exasperación e incredulidad general. De todos modos, con o sin Yoko Ono, este disco enorme en todo sentido, sería el principio del fin, por más que aún quedarían por delante el pulido y ultra producido Abbey Road y el tan desprolijo como fascinante Let it Be.

John, Paul, George y Ringo actuaron más como músicos de sesión de los otros tres que como la banda de férrea y mágica cohesión que habían sido hasta entonces. Igualmente la música generada, aún con determinados temas flojos, fue tan genial como lo había sido en discos anteriores.

El Álbum Blanco es el primer disco editado por la banda bajo la nueva etiqueta Apple Records, una empresa propia pero que de hecho no dejaba de ser, como editora discográfica, una subsidiaria del enorme pool empresarial de la EMI.

He vivido lo suficiente como para haber presenciado el lanzamiento del Álbum Blanco en Uruguay y recuerdo el impacto causado por el bellísimo logotipo de la manzanita entera de un lado y cortada al medio del otro. El logotipo que fue creado por el artista plástico Gene Mahon. La tapa, absolutamente blanca, que contrastaba con el barroquismo del disco anterior, Sgt.Pepper’s Lonely Hearts Club Band, fue realizada por el diseñador Richard Hamilton, las cuatro hermosas fotos individuales incluidas en el encarte son obra del fotógrafo John Kelly y el poster con un collage fotográfico de un lado y las letras del otro fue concebido en conjunto por Hamilton y Paul McCartney.

El Álbum Blanco es el primero en el que la mezcla estéreo se realizó con tanto cuidado como la mono. Es última sería muy poco difundida, pero en 2009 con la aparición de las nuevas remasterizaciones, se pudo advertir que la mezcla mono tenía sutiles pero palpables diferencias con la más conocida versión stereo. Por ejemplo, la mezcla mono no tiene el clásico grito de Ringo Starr “I’ve got blisters on my fingers!” (“¡Tengo ampollas en los dedos!”) al final de Helter Skelter.

Este “Álbum Doble”, como también se le decía en Uruguay, tiene en sus dos vinilos un fantástico mosaico estilístico que deleita y deslumbra.

Todo parece ser posible allí; todas las músicas imaginables parecen haberse aposentado en esos dos discos fantásticos: el rock surfista a la Beach Boys de Back in the U.S.S.R., la locura heavy metal de Helter Skelter, el pop de corte añejo al estilo de When I’m Sixty-Four de Mc Cartney en Honey Pie y Martha My Dear, el encanto bluesero de Yer Blues, la balada acústica en Blackbird, las hermosas melodías con el sello McCartney como I Will o Mother Nature’s Son, las baladas lennonianas increíbles como Sexy Sadie, Dear Prudence o Cry Baby Cry, una loca fantasía anti-establishment de Harrison titulada Piggies, la tremenda balada de Harrison While My Guitar Gently Weeps con un solo de guitarra eléctrica magistral de un Eric Clapton insólitamente invitado a participar, el casi reggae ultra bailable Ob-La-Di-Ob-La-Da, temas inclasificables especialmente memorables como la inquietante Happiness is a Warm Gun de Lennon o Savoy Truffle de Harrison, y hasta un collage de sonidos bastante cacofónico y totalmente inesperado, Revolution 9, donde Lennon exhibe la clara influencia del arte de vanguardia de Yoko Ono y la inesperada canción de cuna Good Night que Ringo canta con particular candor sobre una almibarada orquesta de cuerdas para cerrar el álbum.

Escuchando el Álbum Blanco en 1968 todo parecía posible, entonces.

Hasta divinar que medio siglo después seguiría siendo un enorme pilar para seguir sosteniendo en alto al mito musical más merecido de la historia: The Beatles.

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.

Video: The Beatles