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Little Richard: Rock de alto voltaje

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Video: Concord Music Group

Por Eduardo Rivero ///

Con mi hermano espiábamos los bailes que hacían nuestros primos mayores, Ana y Carlos, en el living de su amplia casa en la calle 21 de Setiembre. Los espiábamos porque eramos, según ellos, “unos borregos” –término muy al uso a fines de los años 50 para describir a los niños pequeños– y entonces no nos dejaban entrar, por lo que debíamos contentarnos con vichar por la rendija de una puerta no del todo cerrada.

Aquello era digno de verse. Las polleras acampanadas de las chiquilinas volaban por los aires cuando los pibes que vestían cardigans “amarillo patito” revoleaban a las chicas por encima de su espalda. Era la fiebre del primer rock and roll. Y el tocadiscos, puesto a todo volumen, tenía en su pincho enganchados una docena de simples 78 revoluciones por minuto, de aquellos que a la menor presión se quebraban irremediablemente.

Bailaban, por sobre todas las cosas, a Elvis Presley con Jailhouse Rock, Hound Dog o Tutti Frutti. Hasta que en uno de aquellos bailes volví a escuchar Tutti Frutti pero no por Elvis sino por la más increíble voz que yo hubiese escuchado hasta aquel momento. Una voz áspera como el papel de lija y al borde del grito animal.

No fue la única canción que me sacudiría ese día: también apreció el mismo cantante en una impresionante Long Tall Sally. Los pibes de cardigan y engominado jopo y las chicas de polleras acampanadas, zapatos chatitos y peinado de colita de caballo, empezaron ese día a nombrar una y otra vez a un tal “Ricardito” que resultó ser ese tipo de la voz que te sacudía como una descarga eléctrica. Es gracioso que al gran Little Richard mis primos le dijeran “Ricardito” el nombre de una conocida y uruguayísima golosina que aún no se había inventado.

Sin Elvis no hubiese existido el rock como música revolucionaria. Sin Little Richard, tampoco.
Richard Wayne Penniman nació en Macon, Georgia, EEUU, el 5 de diciembre de 1932 y a los 84 sigue vivo, habiendo dejado los escenarios hace apenas un par de años. Es natural, entonces, del mismo Estado que le dio al mundo al inmenso Ray Charles. La gente de Georgia puede sentirse legítimamente orgullosa.

Luego de una niñez donde, como tantos artistas negros, se formó cantando música gospel en una iglesia, allá por 1950 arrancó su carrera como cantante de rhythm and blues y, curiosamente, también como intérprete de saxo alto. Y digo curiosamente porque luego su instrumento sería el piano, al que convertiría en un instrumento netamente rockero.

El primer grupo que lo tuvo como voz solista fue Perry Welch and his Orchestra. Cuando su carrera empezaba a pintar bien, su padre fue muerto en una pelea a las puertas de un bar y entonces debió trabajar como limpiavidrios para la compañía de buses Greyhound. Finalmente logró regresar a la música con The Tempo Troopers, primer grupo junto al que logra grabar algunos temas en 1953. Por 1955 ya tenía su propia banda, The Upsetters. En febrero de ese año, a la luz de su increíble voz, logra un contrato de grabación con el sello Specialty Records. En setiembre de ese año, acompañado por los músicos habituales de otro grande de la música negra, Fats Domino, graba el tema que instantáneamente lo convertiría en un éxito mundial y en una leyenda del rock con más de un millón de discos vendidos: Tutti Frutti.

Little Richard en escena era todo un espectáculo, y no solo por su desempeño vocal impresionante. Tocaba el piano de pie, bajo luces de colores inéditas hasta entonces en la escena del rhythm and blues. Era impredecible, dinámico, desinhibido y algo andrógino, con sus camisas de colores y su notorio y espeso maquillaje. No importaban ni su renguera de nacimiento ni su gestualidad exagerada en una época en que ser gay era tabú: el público simplemente enloquecía.

Fue no sólo un fenómeno de popularidad; también un puente entre blancos y negros en una era fuertemente segregacionista, y factor esencial en el desenvolvimiento de nuevas corrientes musicales como el soul, el funky y el propio rock and roll.

Del mismo modo en que 1956 fue el año de la consolidación de Elvis, también fue un período clave para Little Richard con la aparición de nuevos temas de su autoría que se convirtieron en enormes hits como Slippin’ and Slidin’, Rip it Up, Ready Teddy, The Girl Can’t Help It y Lucille. A los éxitos de ese año inmediatamente la seguirían temas no menos memorables como Jenny Jenny y Good Golly Miss Molly.

No hubo artista de rock and roll que no hiciese covers de los temas Little Richard, entre ellos Bill Haley and His Comets, Pat Boone y el mismísimo Elvis. Para 1957 ya era millonario con una mansión en Los Angeles y un primer álbum, Here’s Little Richard, también editado por Speciality Records.

En la cumbre de su fama sorprendió al mundo anunciando que dejaba el rock volviendo a sus raíces de música Gospel y dedicándose a estudiar para sacerdote.

Esa suerte de fiebre religiosa le duraría hasta 1962, cuando volvería al rock, en un período en que el género ya estaba bastante en baja por su ausencia, sin dudas y por el largo servicio militar que Elvis había cumplido en Alemania. De todas maneras hizo exitosas giras por Europa, teniendo en sus filas como guitarrista a un pibe joven de increíble talento llamado Jimi Hendrix. La banda también incluia otra futura estrella: el virtuoso organista Billy Preston. En esas giras contó como teloneros a dos nuevas bandas británicas, The Beatles y The Rolling Stones. Paul McCartney, que siempre lo había imitado en su forma de cantar más salvaje se dio el lujo de recibir consejos vocales de su parte.

Hacia fines de los 60, con los cambios dramáticos provocados por The Beatles y demás bandas, fue telonero de gente como Janis Joplin, robándose el show según todos quienes vieron esos espectáculos. Un segundo gran período fue en los años 80, donde llegaría a grabar dúos con John Bon Jovi y Elton John. Viniendo mucho más hacia el presente, en la entrega de los Grammy de 2008 realizó un show antológico junto a otras dos leyendas del rock: Jerry Lee Lewis y John Fogerty.

En 2012 todavía realizaba giras incansablemente. Y lo que es mejor, todavía su voz era la misma de siempre, metálica, áspera como el papel de lija, emocionante y única.

Para aquilatar su legado, basta decir que Elvis Presley lo definió como “el más grande”, que John Lennon dijo que cuando en 1956 escuchó por primera vez Tutti Frutti quedó sin habla, que fue señalado como su principal influencia por James Brown, Otis Redding, Michael Jackson, Tina Turner y Rod Stewart, todos seguidores netos de su estilo vocal, que Jimi Hendrix dijo “quiero hacer con mi guitarra lo que Little Richard hace con su voz” y que Mick Jagger lo describió como “mi primer ídolo”. Y una más: cuando el padre de Paul McCartney vio a Little Richard en vivo dijo “ahora comprendo porque Paul canta como lo hace”.

No hubiese existido el rock como tal sin Little Richard. Y no existe la historia del rock sin un amplio capítulo dedicado a su figura insustituible y su voz milagrosa.

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.
 

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