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En el día de ayer, las plataformas del grupo Facebook colapsaron en todo el mundo durante más de siete horas, a partir de las 12.40 hora de Uruguay.
El problema implicó que quedaron fuera de servicio Facebook, Instagram, WhatsApp y Messenger. Pero además, con el correr de las horas se vieron afectadas también otros servicios ajenos a Facebook, por ejemplo Telegram o TikTok.
La crisis provocó enormes y múltiples inconvenientes en la vida cotidiana de millones de personas, empresas e instituciones, en todos lados, aquí y allá.
Por ejemplo, aquí, En Perspectiva y Radiomundo buena parte del trabajo de producción periodística se realiza a través de grupos de Whatsapp en los participan distintos integrantes del equipo. Esa dinámica se vio fuertemente alterada. Y sin duda, por mencionar otro rubro de actividad, se distorsionó la tarea de gobierno. Y sí… Hoy usan Whatsapp habitualmente los ministros para sus gestiones dentro del país y hasta los cancilleres para el intercambio con sus colegas de la región o más lejos todavía. Todo eso, ayer después del mediodía, se desacomodó.
Una hora después de que empezara el apagón tecnológico me encontré con el encargado de administración de una empresa. Estaba cruzado de brazos y de mal humor. Le pregunté por qué. Me respondió: “No puedo hacer nada, todo el intercambio para coordinar el cobro de facturas o pagarle a proveedores lo hago últimamente por Whatsapp”. Volví a preguntarle: “¿No podés trasladar esa comunicación a mensajes de texto (SMS)?” Me contestó, con un brillo repentino en los ojos: “Ah, sí, podría intentarlo”. Pero, agregó, “no sé si servirá para algo, nadie usa los SMS”.
Nosotros nos dedicamos al periodismo, así que, Internet mediante, no demoramos mucho en verificar que había una falla general de Facebook y sus otras empresas. Pero no todos los usuarios de estas redes tenían dónde informarse rápidamente sobre el fenómeno que estaba en desarrollo. Eso explica la escenas que se vivieron en las tiendas de reparación de celulares, por ejemplo las ubicadas por acá cerca, en el Centro. En ellas permanentemente entraban personas desorientadas y confundidas que consultaban, casi suplicaban: “Por favor, ¿puede revisar mi teléfono? No logro mandar ni un mensaje de Whatsapp”. Y agregaban: “Además no recibo mensajes de nadie. ¿Se me habrá roto el aparato? ¿Me habré quedado sin saldo en la cuenta de Datos? No puede ser, estamos recién al principio de mes. Pero, ¿y entonces…?”
Mientras tanto, cantidad de comercios sufrían las circunstancias tan singulares que aquejaban a buena parte del planeta. Por ejemplo, un verdulero que reparte a familias y almacenes a partir de los pedidos que recibe a lo largo del día por Whatsapp. Estos pequeños comerciantes, perdieron casi un día de trabajo y facturación. Otro tanto pasó con miles de artesanos y/o emprendedores que viven de las ventas que realizan a través de Instagram, toda una tendencia en los últimos tiempos.
En medio de esa gigantesca confusión, surgía el impulso de buscar alternativas. Fue entonces que muchos recordaron que había otras aplicaciones de mensajería instantánea, por ejemplo Telegram o Signal. Y entonces se produjo la corrida hacia esas otras plataformas. Millones de personas en el mundo resolvieron repentinamente abrir cuentas de ese tipo. Quienes tenemos cuenta Telegram, por mencionar un caso, veíamos en el teléfono el goteo de notificaciones referidas a nuestros contactos: “¡Fulano de tal se unió a Telegram!” (entre signos de admiración). Y así uno atrás del otro. Muy entretenido, claro. Era como sentarse en la rambla a ver si reconocemos a quienes pasan caminando. Pero al mismo tiempo un dolor de cabeza más. ¿Por qué? Unos minutos después, cuando uno quería, realmente, usar Telegram como vía de comunicación salvadora, se encontraba con que también esa red andaba mal o directamente se bloqueaba, incapaz de digerir semejante cantidad de nuevos usuarios que le llovían de Este a Oeste y de Norte a Sur.
Así que también estuvieron a la orden del día ese otro tipo de percances. Y, por lo tanto, solo fueron quedando, como último recurso, los canales más antiguos y casi abandonados, como el SMS, que ya mencioné, o el viejo y querido correo electrónico, o –más vieja todavía– la exótica llamada de teléfono tradicional, ya sea a un celular o, más extravagante todavía, a una línea fija, esa que se atiende con ese aparato que ya casi nadie registra pero sigue estando allí, ignorado, en un costado, en el borde de la mesa o en el aparador del comedor…y resulta que funciona y permite conversar…
Para entender mejor qué sucedió conversamos En Perspectiva con el periodista especializado en TIC´s y nuestro colaborador, Gustavo Gallino.