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La Hora Global
T02P30
En este programa:
- Oriente Medio y Biden – opinión de María Ahmad
- El legado Trump
- Ecuador y la cuestión Correa
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ORIENTE MEDIO ESPERA A BIDEN
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MARIA AHMAD
Periodista que trabaja directamente en terrorismo y proxy wars entre Arabia Saudita, EEUU, Irán, Pakistán, India, etc. Trabaja en Naciones Unidas sobre temas como migración, cambios climáticos y derechos humanos.
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EL LEGADO DE TRUMP
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Donald Trump se enfrentó a su reelección. Según las encuestas, le esperaba una derrota, pero ya estamos viendo lo relativo de esa aseveración Las encuestas se han equivocado antes y es buena idea subestimar al actual presidente de Estados Unidos. Incluso si pierde. El actual mandato de Trump, que termina en enero de 2021, dejará un legado profundo al margen de quién gane las elecciones presidenciales. ¿Cuáles son sus aspectos más destacados?
Como en todo análisis, los puntos de partida suelen ser determinantes de las conclusiones finales, así que comenzaremos aclarando un aspecto que podría ser un pecado original en nuestra visión. Donald Trump fue un outsider, pero ya no lo es.
Así es, debemos ser precisos, por más que se le presente como un demagogo rupturista, el actual presidente se ha convertido en un político al uso del Partido Republicano. Gobierna con una pasmosa fidelidad a los preceptos de la derecha estadounidense, entre cuyas bases mantiene índices de apoyo por encima del 90%. Por eso, entre otras cosas, es una figura que se entiende mejor en términos de continuismo –con el Partido Republicano y la propia presidencia en tanto institución– que de ruptura con el pasado.
Acción exterior: inercia, impulsos y contención.
A Trump se le atribuye inaugurar una fase de confrontación directa entre EEUU y China, el gigante asiático, a través de choques comerciales, diplomáticos y tecnológicos. Pero las tensiones entre Pekín y Washington –así como en el propio vecindario de China, donde su expansión naval causa alarma– le anteceden. Fue Barack Obama quien intentó aislar a China mediante el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, al que se habían sumado gran parte de sus vecinos y que Trump canceló durante su primera semana en el cargo. La cuestión es si los bandazos unilaterales de Trump han sido más eficaces que el multilateralismo coordinado de su predecesor. La respuesta se sospecha poco simpática para los demócratas.
China es un caso particular, en la medida en que la política exterior de Trump parece rupturista. También peso mucho en las decisiones de su electorado: en lo que concierne a evitar nuevas intervenciones militares ha cumplido sus promesas electorales, no hay que negarlo
La costumbre de marcar perfil en decisiones de política exterior tampoco fue rupturista. Obama gustaba ignorar los asesoramientos profesionales en la materia, claro que sin llegar al destrato del republicano a su círculo íntimo de decisiones. Un cuerpo diplomático destrozado, los servicios de inteligencias tan desorientados como confusos a la hora de definir sus lealtades y think tanks en la vereda de enfrente, cualquier movimiento de Biden será música para muchos oídos.
Las alternativas propias de Trump están bajo revisión aun; la desvinculación de acuerdos comerciales o su reseteo (Nafta), climáticos (Paris) o militares (Irán) y su apoyo más allá de límites recomendables a un Netanyahu tanto en asentamientos tolerados como la militancia en el reconocimiento de Jerusalem como capital. Las preguntas sobre la solución de los dos Estados quedan flotando hasta que Biden las recoja y les dé sentido o las deje ir con el viento.
En cuanto a la economía, hay éxitos innegables, pero un análisis menos apurado deja poco lugar a la innovación. La ortodoxia republicana es lo que queda al descubierto al rascar la pintura fresca y la lógica se muda de un triunfalismo apresurado a reconocer que las medidas procíclicas en una economía en crecimiento da como resultado… más crecimiento.
No hay pues milagros pero sí la precisión de que Trump tuvo la decisión de atacar los impuestos a las grandes corporaciones y obtuvo el caudal financiero que regó la economía y volvió fértil el campo industrial. Las bolsas bailaron al compás y los republicanos tuvieron en blanco y negro una confirmación de éxito con un indicador fuerte y popular cada tardecita en Wall Street.
Si agregamos las políticas desreguladoras, no parece nada muy diferente de lo que veríamos en los 80 con Reagan.
Si es marca de fábrica de Trump un decisivo impulso proteccionista que obviamente desconcertó a aliados y adversarios comerciales pero que a río revuelto fue un paso ventajoso con múltiples ganancias a corto plazo.
Trump ha asignado en torno a 200 cargos vitalicios a juristas jóvenes de derecha, la mayor parte de ellos pertenecientes a la Sociedad Federalista, agrupación conservadora que trabaja estrechamente con el Partido Republicano. Un número de nombramientos sin precedentes cercanos durante un solo mandato, que condicionará rígidamente la acción de sus predecesores. La piedra de toque no está , entonces, en dos o tres nombramientos en la Corte Suprema sino en toda un reconfiguración del aparato judicial que lo ha perfilado por décadas detrás de los principios religiosos, políticos y morales de un republicano medio, mas allá de quién gane las próximas tres o cuatro elecciones.
Ciertos análisis indican, con razón, que nace una realidad incómoda para la derecha estadounidense. El Partido Republicano hace frente a un futuro en el que la demografía no le es favorable, al depender excesivamente de votantes blancos que pasarán a ser una pluralidad en vez de una mayoría de la sociedad estadounidense. La simple caída de las hojas del calendario arrinconara su ideología si esta no muestra la capacidad de adaptación a generaciones desencantadas y afines a ideales de sociedades inclusivas , variopintas y de moral mas flexible… y parece no adaptarse.
La oposición, por otra parte, es capaz de sobrellevar esta dinámica. El Partido Demócrata puede decir que contra Trump se vive bien. Es un presidente impopular que genera una profunda aversión, por lo que se le puede vencer en las urnas con un candidato moderado que no satisfaga las demandas del ala izquierda del partido. Como señala algun analista, entre las consecuencias positivas de un descalabro del trumpismo se cuenta el fin del antitrumpismo: un estilo político basado en “la terapia grupal, la gesticulación vacía y una épica de resistencia artificial”.
Nada indica que este choque entre las Américas demócrata y republicana vaya a cambiar si Trump es derrotado. Los números, aunque no conocidos si dan muestras de una sociedad partida al medio. No lo olvidemos: Trump voto mejor que en 2016.
Los movimientos extremistas que han crecido al calor de su presidencia (supremacistas blancos, conspiracionistas) no se sentirán cómodos en un mundo post Trump. El aparentemente largo proceso entre el 3 de noviembre y el 20 de enero se presenta como un campo de minas para la democracia estadounidense. Especialmente si un Trump derrotado decide llevar el resultado electoral a los tribunales.
Otro legado entonces: la política no es un juego de caballeros. Pero se puede ir más lejos… ni siquiera es necesario que lo parezca y eso sí es disruptivo.
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ECUADOR Y LA CUESTIÓN CORREA
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La Hora Global: 60 minutos para comprender el nuevo desorden mundial
Este nuevo programa de Radiomundo busca analizar los hechos internacionales, no solo las noticias. Es un momento de profundos cambios de índole social, político y económico en todo el planeta, que incluyen desde la presidencia de Donald Trump en EEUU, el Brexit y la crisis de los refugiados en Europa y el viraje ideológico en América Latina, hasta una China protagonista como potencia mundial. Nada surge de la nada: la objetividad y un enfoque descriptivo serán en este programa buenas herramientas para llegar a conclusiones, entendiendo causas y consecuencias.
Conduce: Gustavo Calvo. Con Leo Harari y Carolina Rico
Emisión: Martes y jueves de 15 a 16 hs
Escuchar también…
La Hora Global: Archivo de programas anteriores
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Foto en Home: oriente medio (pixabay)