Editorial

La innovación y el Estado esperanzador

Por

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Por Ricardo Pascale ///

El papel del Estado contemporáneo en una economía basada en innovaciones no debe limitarse a intervenciones macroeconómicas para solucionar fallas del mercado o a financiar de forma pasiva la I+D pública. El Estado debe ser un emprendedor que asuma riesgos calculados, fomente la innovación y cree mercados.

Cuando se organiza de forma efectiva, la mano del Estado es un socio clave del sector privado.

Un Estado innovador no solo disminuye o elimina riesgos del sector privado, sino que también visualiza el espacio de riesgo y opera de forma efectiva dentro de este para conseguir que las cosas ocurran.

Abundan las pruebas del papel primordial del Estado en la historia de la industria; tales son los casos de la informática, Internet, la industria farmacéutica-biotecnológica, la nanotecnología y el sector de la tecnología verde. El desarrollo de ellas en Estados Unidos (USA) es un producto directo del papel clave del gobierno en liderar y desarrollar una base de conocimiento. Mariana Mazzucato 1 hace un excelente análisis de este punto, que balancea méritos del sector privado y el público.

Es ingenuo esperar que el capital de riesgo se dirija a las etapas tempranas y más arriesgadas de muchos nuevos sectores económicos. En biotecnología, nanotecnología e Internet el capital de riesgo llegó de quince a veinte años después de fuertes inversiones del Estado.

Internet, por ejemplo, se desarrolló a partir de un pequeño proyecto del Departamento de Defensa (ARPANET) para crear una red que conectara una docena de páginas de investigación de USA.

Silicon Valley 2  se debe en su conformación actual a las pautas del gobierno, las estrategias empresariales, las relaciones industria – universidad y la innovación tecnológica conformada a partir de prioridades de la política de defensa de la guerra fría. El informe del Consejo Nacional de Investigaciones, de 1999, detalla el financiamiento de Silicon Valley. Quienes afirman que Silicon Valley es un ejemplo de venture capital deben revisarlo.

En Biotecnología el 75 % de las nuevas moléculas parten de una investigación que ha sido financiada por el Estado en laboratorios de los Institutos Naciones de Salud (NIH) de USA. Las grandes empresas farmacéuticas han preferido invertir en variaciones de fármacos existentes y aspectos comerciales (Angell, 2004).

El Estado fue fundamental en el desarrollo de la informática, a través de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada en Defensa (DARPA), creada en 1958 por Eisenhower, al año siguiente del lanzamiento del Sputnik. Va mucho más allá de la simple financiación de la ciencia básica: orienta los recursos; abre oportunidades; negocia las interacciones entre los agentes públicos y privados, incluyendo aquellas que se producen entre el capital riesgo de ellos; y facilita la comercialización.

En el área de la fabricación de chips para ordenadores, en los años 70 la DARPA financió el diseño de un prototipo en un laboratorio de la Universidad del Sur de California.

El Programa de Investigación para la Innovación en la Pequeña Empresa (SBIR), creado por Reagan en1982, aportó su financiación para la investigación, innovación de empresas pequeñas e independientes. El programa ayuda a start-up y promueve su desarrollo.

Similar ha sido el proceso de la nanotecnología. No derivó de iniciativas del sector privado, ni de las decisiones estratégicas de los funcionarios del gobierno. Fue el resultado de esfuerzos de un pequeño grupo de científicos de la Fundación Nacional para la Ciencia, y de Clinton a finales de 1999.

El Estado debe crear conocimiento indispensable, o quizá es más adecuado exponerlo como invertir en una nueva industria hasta que la incertidumbre se convierta en menor riesgo.

Viendo el papel del Estado de asumir riesgo, actuando de forma activa y no solo reduciendo el riesgo del sector privado y corregir fallas del mercado, permite definir mejor las políticas enfocadas a otros actores del ecosistema de innovación.

El gobierno no se puede limitar a crear las condiciones para la innovación, sino también debe financiar la investigación inicial y crear las redes necesarias entre las agencias del Estado y el sector privado que han facilitado el desarrollo. Es importante no solo financiar, sino también exigir que las empresas de esos sectores aumenten su propia inversión y compromiso con la innovación.

Comprender el papel del Estado en la toma de riesgos que caracteriza el mundo actual lleva a reconocer el carácter inclusivo de la innovación. No es solo I+D, sino instituciones que permiten que el nuevo conocimiento se difunda en la economía, donde las conexiones dinámicas entre ciencia e industria contribuyen.

Tal como Keynes señaló en “El fin del laissez-faire (1926, pág. 46), «lo importante para el gobierno no es hacer cosas que ya están haciendo los individuos, y hacerlas un poco mejor o un poco peor, sino hacer aquellas cosas que en la actualidad no se hacen en absoluto»”.

Crear un Estado innovador, proactivo, que sea capaz de asumir riesgos calculados, y crear un sistema de actores interconectado, que reúna lo mejor del sector privado de la sociedad, es un objetivo esperanzador.

Referencias:

1 – Mariana MAZZUCATO. El Estado emprendedor: mitos del sector público frente al privado. Barcelona: RBA Libros, 2014 en El Estado emprendedor.

2 – National Research Council ,1999, “Funding a Revolution: Government Support for Computing Research”, Washington DC.

***

Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 29.05.2019