En Primera Persona

¿Y si la FIFA tuvo razón al sancionar a Suárez?

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Por Emiliano Cotelo ///

El fútbol no figura entre las prioridades de la agenda periodística de En Perspectiva. Sin embargo, últimamente se ha vuelto cada vez más frecuente. ¿Por qué?

Ocurre que el fútbol ya no es solo un juego sino algo mucho más grande: un negocio millonario con un poder económico y político superior al de muchas naciones; un terreno fértil para tramas de corrupción cuyas dimensiones recién estamos empezando a conocer; un espectáculo de masas, dinamizador de las tecnologías de la comunicación y la información en el siglo XXI; un ambiente espeso donde se cuelan y combaten bandas de narcotraficantes y otros delincuentes pesados; y también un espejo de algunas de las características culturales más arraigadas de los pueblos que lo practican.

Todas esas dimensiones que hoy abarca el fútbol sí son materia prima relevante de este programa de radio. En ese contexto se explicaba el editorial de ayer, centrado en la sanción inexplicablemente blanda a Peñarol por los incidentes del último clásico. Y que me dejó pensando en esta otra pregunta:

¿Y si la FIFA tuvo razón al sancionar a Luis Suárez?

Aclaro: El año pasado yo defendí hasta el último momento a nuestro gran goleador. Pero con el tiempo, y a raíz de los hechos que hemos ido conociendo en los últimos meses, me puse a pensar en esa pregunta.

Es claro que la condena que se le aplicó a Suárez fue inusualmente severa. Como también es cierto que Luis, que ya tenía antecedentes, se equivocó feo dentro de la cancha esa tarde, en el partido contra Italia en el Mundial de Brasil.

Pero mi razonamiento viene por este lado… A aquel fallo en contra de Suárez, resuelto por una FIFA a la que le quedaban pocos meses antes de ser decapitada por el escándalo de corrupción que estalló el mes pasado, yo quiero verlo como el germen de la evolución del fútbol hacia un deporte más noble. Una especie de paradoja, que espero desate un espiral de corrección política para este deporte, y que quiero reivindicar.

Ustedes conocen bien el debate que se instaló la semana pasada, apenas las redes sociales comenzaron a divulgar la agresión impresentable del chileno Gonzalo Jara contra nuestro Edinson Cavani. Simplificando, las opiniones han estado divididas entre quienes sostenían que aquello fue una picardía propia del fútbol y, por lo tanto, Jara no debía ser sancionado, y las otras, las que reclamaban un castigo ejemplarizante para el defensor chileno, similar a la que todavía está padeciendo Luis Suárez.

Tiendo a estar del lado de estos últimos, aunque para eso debo reconocer que fue pertinente la condena terrible que recibió quien entonces era jugador del Liverpool de Inglaterra.

Sigo con mi razonamiento: ¿Tiene sentido que amparemos, durante los partidos, conductas que fuera del campo de juego son pasibles de sanción, incluso penal? ¿Cuál es el sentido último de expresiones como “lo que pasa en la cancha, se queda en la cancha”?

Estos comportamientos, que muchos defienden como parte del patrimonio del fútbol, no son otra cosa que erosiones a la institucionalidad: Murallas culturales donde –parece– están proscriptos el respeto por el otro y toda una serie de valores que reivindicamos en cualquier otro ámbito.

No hay ningún otro espacio fuera del fútbol donde lo que hizo Jara no deba ser considerado como violencia sexual.

Sé que muchos de ustedes piensan que mi visión es demasiado inquisidora, o que está cargada de mucha moralina para un deporte tan popular. Tal vez tengan razón. Pero creo que es necesario que la sociedad le exija determinado comportamiento al fútbol, antes de que el fútbol siga determinando, para mal, la retórica y las actitudes que expresa la sociedad.

Una muestra de lo que tenemos que evitar está en los calificativos que muchos uruguayos le dedicaron a la selección de Chile después del incidente Jara. Un despropósito, un exceso.

Repito. Quiero que la corrección política invada el fútbol. Bastante tarde llegaría. Son demasiados los problemas que ha sufrido este deporte por naturalizar y legitimar aquello que no es natural ni legítimo en el intercambio entre seres humanos.

Morder o manosear a un rival dentro de la cancha cuando el juez no puede vernos. Celebrar en la tribuna la muerte de un simpatizante del cuadro rival. Reivindicar los enfrentamientos con la Policía. O sobornar dirigentes y árbitros para arreglar partidos. Todo esto forma parte del llamado “mundo del fútbol” y es apenas una parte de las desviaciones que nos hemos acostumbrado a tolerar, y en algunos casos hasta celebrar, en nombre de un juego que no tiene nada que ver con eso porque, precisamente, es un juego.

Por todo eso, estoy convencido, uno de los lugares donde debemos comenzar a resignificar el fútbol es adentro de la cancha y que una herramienta más que válida para esto son las sanciones, severas sanciones, a los jugadores que se aparten de las reglas de juego. Así ocurrió con Suárez, así acaba de ocurrir con Neymar en esta Copa América y así pasó, aunque tal vez sin contundencia, con Jara. Así debe pasar con todos los deportistas que sean capturados por la pantalla en actitudes desleales, deshonestas o dañinas.

No hay excusas. El caso Suárez ya sentó la jurisprudencia. Contamos con las nuevas tecnologías como impulso y la idiosincrasia futbolera como freno.