Editorial

Taxi libre

Por

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Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi

Un taxi, una tarde, un viaje, en el que al cabo de un par de minutos el sonido traspasa la mampara hacia el asiento trasero: “sobre tus mesas que nunca preguntan, lloré una tarde el primer desengaño, nací a las penas, bebí mis años, y me entregué sin luchar”. Discépolo, Cafetín de Buenos Aires. La versión no es mala, aunque en principio no me entusiasma. Pero más allá de gustos, el asunto es que no la conozco, y la ignorancia, como siempre, azuza la curiosidad. Me inclino hacia adelante, como un pez rojo resignado a besar el mundo desde una frontera de vidrio, y pregunto, alzando la voz: “¿Quién canta?” El taxista, gorro de lana y lentes oscuros, me informa ladeando un poco la cabeza hacia la derecha: “Baglietto”. Y agrega: “¿le gusta?” Sí, no sé… más o menos, respondo, y me arriesgo a continuar la conversación, so pena de perder algún diente con una frenada en seco: me gusta el tango y nunca había escuchado esto, por eso le pregunto. Es cierto, Baglietto no tiene mucha voz de tango, asiente el taxista, pero se le dio por sacar algunas versiones que no están mal, tiene cosas interesantes.

Acepto el matiz. Pausa. Alejo prudentemente mi cara de la mampara, y cuando me disponía a completar el trayecto mirando lloviznar a través de la ventanilla, el hombre me agradece. ¿Gracias? ¿Por qué? Porque así da gusto, hablar de música sin que a uno lo insulten. No pierdo tiempo en explicarle que soy incapaz de hablar de música, que mi pobre cultura en la materia se detiene en las fronteras del tango. Eso no tiene ninguna importancia, lo que cuenta en su frase es lo de los insultos.

Otra vez a empañar la mampara con la respiración: no entiendo, ¿cómo insultos? Usted no sabe las cosas que me han dicho. ¿Qué cosas? Gente que sube y te ladra, sacá eso, no tengo ganas de escuchar esa mierda, así como lo oye, gente bien vestida y todo, en cualquier barrio, mire que yo ando por toda la ciudad, y a uno no le piden que baje el volumen, o que apague, incluso. Si me lo piden, yo lo hago, no tengo problema. Pero no, te relajan, te dan órdenes. Mire, yo escucho un grupo que hace canto gregoriano, y una vez una mujer se puso a dar piñazos contra la mampara gritándome que sacara esa porquería, con eso le digo todo.

Bueno, cada quien tiene su gusto, sobre gustos no hay nada escrito, digo, sintiéndome un profundo imbécil en el momento mismo de amueblar el intercambio con una sandez semejante, comparable a “lo que mata es la humedad”. No, mi amigo, me corrige el taxista, no todo es igual. Por ejemplo: a mí me gusta el rock y me gusta la salsa, también, pero cosas buenas, Rubén Blades toca con veinte músicos que son veinte maestros, no es un rejunte cualquiera. Ahora eso sí, si usted pone a diez tipos pegándole como pueden a los instrumentos en una cumbia de cuarta, que ni siquiera es cumbia, la gente no se le queja.

No todo vale lo mismo, no todo es indiferente, una letrina no es un bebedero. Y como si estuviera programado, allende la mampara Juan Carlos Baglietto ahora canta, no es broma, otro tango de Discépolo: “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”. Cambalache, 1934, la vidriera irrespetuosa, que nunca habría podido imaginar tan parecida a la mampara de ese taxi, donde a lo largo de las horas y los días había ido a estrellarse la metralla del vaciamiento cultural, prepotente y zafio por añadidura, increpando malamente y para colmo con desprecio a ese señor como si de un lunático insolente se tratara.

“No afloje”, le digo al bajarme, soltando una vez más una pobre frase de circunstancia. “No, yo resisto”, me lanza desde adentro, mientras guarda la plata del pago, pone primera y se va. Me queda una pregunta, que bajo la llovizna de las seis de la tarde trato de responder con honestidad, sin estar del todo convencido de lograrlo. ¿Y yo, cuánto resisto?

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 13.08.2018

Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.