A. Económico

La inflación subió a 8,1% en junio

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El Instituto Nacional de Estadística informó ayer que el IPC subió 1% en junio. Con este nuevo dato, la inflación medida en doce meses subió a 8,1%.

Emiliano Cotelo (EC): ¿Cuál fue la incidencia del aumento del tipo de cambio en este nuevo incremento de la inflación? ¿Cómo impactará el aumento de las naftas que se dispuso esta semana? ¿Debemos esperar que la inflación siga subiendo? De esos temas les proponemos conversar con la economista Tamara Schandy, de la consultora Deloitte.

Romina Andrioli (RA): Tamara, ¿Qué lectura hacen del dato de ayer? ¿Estuvo en línea con lo esperado?

Tamara Schandy (TS): Estábamos esperando un dato relativamente alto, pero fue ligeramente mayor a nuestra proyección. Concretamente, nosotros teníamos pronosticado un aumento del IPC de 0,8% y que la inflación subiera de 7,2% a 7,9%… Como decía Emiliano, el dato finalmente terminó confirmando un incremento del IPC de 1% y una inflación medida en doce meses de 8,1%.

El desvío estuvo mayormente dado por los precios de las frutas y verduras, que como siempre comentamos son muy volátiles… Los precios de las verduras, en particular, subieron 14% en promedio en el mes.

Pero más allá de ese elemento, reitero, igual fue un mes de inflación alta. La medición de inflación subyacente fue de 0,7% en el mes y de 7,8% en años móviles, muy en línea con lo que proyectaban nuestros modelos y recogiendo en forma clara el impacto de la suba del dólar que vimos en mayo.

RA: – ¿Podemos repasar el comportamiento por rubros?

TS: – Decía que la mayor inflación refleja en forma clara el impacto de la suba del dólar porque volvimos a ver (igual que en mayo) un incremento importante de precios en lo que llamamos rubros “transables” (esto es, bienes importados o que tienen en los precios de exportación una referencia importante, lo que hace que el tipo de cambio sea un elemento clave para la formación de precios).

Concretamente, la inflación transable había sido de 1,6% en mayo y fue de 1,1% en junio. Con esos dos datos, pasamos de una inflación transable de 4,7% en los doce meses a abril a una de 7,3% en el año móvil a junio. En particular, se están viendo incrementos muy fuertes (de más 8%-10% en solo dos meses) en productos que se comercializan en dólares, como son los automóviles, los electrodomésticos o los pasajes aéreos… por mencionar algunos ejemplos.

RA – ¿Y qué pasó a nivel del resto de los componentes de la canasta?

TS – En el resto hubo subas de precios muy inferiores. La inflación a nivel de los bienes y servicios no transables se ubicó en 0,4% en junio y permaneció un poco arriba de 8% en la medición anual.

En los precios administrados no hubo grandes destaques. La inflación allí está en torno de 6% anual.

En definitiva, Romina, hasta ahora el repunte de la inflación viene sobre todo por el comportamiento de las frutas y verduras y de la mano de la parte “transable” de la canasta, pero nuestros modelos de proyección indican que en los próximos meses seguramente iremos viendo algún incremento adicional también en los otros rubros.

RA – Justamente te iba a consultar por las perspectivas… ¿Cómo están viendo el panorama hacia delante? ¿Qué incidencia tendrá, por ejemplo, el reciente incremento del precio de la nafta?

TS – El aumento de 9% en el precio de la nafta tiene una incidencia de aproximadamente 1 décima sobre la inflación de julio. Ahora, no es algo que nos eleve las proyecciones porque en nuestros modelos ya veníamos suponiendo un incremento este mes. Preveíamos que fuera de una magnitud menor y tanto en el gasoil como en las naftas… Terminó siendo mayor y solo en nafta, pero el impacto en el IPC termina siendo similar.

Dejando de lado ese elemento puntual, la perspectiva inflacionaria tiene mucho que ver con la evolución esperada del dólar. Nosotros en Deloitte estamos trabajando sobre la base de que ya vimos buena parte del ajuste cambiario y que no vamos a ver incrementos del dólar tan fuertes como tuvimos en mayo. Suponiendo un tipo de cambio en torno de $32 en diciembre, nuestros modelos de proyección marcan que la inflación cerraría el año en torno de 8%… De todos modos, la perspectiva de corto plazo es de inflación mayor. Depende mucho del comportamiento de los salarios, pero estamos manejando un pronóstico arriba de 8,5% para el mes que viene.

RA – ¿Por qué ese énfasis de que depende de los salarios?

TS – Porque julio suele ser un mes de ajuste salarial y generalmente eso pasa a precios. Es un efecto particularmente relevante en la inflación “no transable”… En principio veníamos estimando que julio iba a ser un mes de inflación relativamente alta por ese motivo (recordemos que en junio de este año vencieron además muchísimos convenios colectivos y en algunos pueden corresponder ajustes al cierre)… Pero lo que sucede es que la negociación de los nuevos acuerdos salariales viene demorada… Y cuando ha sucedido eso en el pasado, en general se ve que el efecto en el IPC se va diluyendo a lo largo de varios meses, porque las empresas van ajustando salarios y pasando el impacto a precios en forma más espaciada.

Estamos aún afinando los modelos con el dato de ayer, pero estamos previendo que la inflación vuelva a subir en la medición doce meses el mes que viene. Suponiendo que el impacto de los ajustes salariales se da escalonado en varios meses, nuestro escenario base para julio es de inflación en torno de 8,6%… Si el impacto de los ajustes salariales fuera más concentrado, podría ser algo mayor… y por supuesto hay margen de error amplio por las frutas y verduras, que vienen teniendo variaciones grandes y pueden gravitar en uno u otro sentido de manera importante en un solo mes.

RA – En definitiva, Tamara, manejan un escenario en el que la inflación seguiría subiendo el mes que viene, pero la ven lejos del umbral de 10%.

TS – En el escenario base, sí… Pero eso sujeto a un dólar relativamente estable… y la incertidumbre en torno a ese elemento es significativa, sobre todo por el contexto regional en el que está inmerso Uruguay. Ayer teníamos el dólar en Argentina en 28.8, 3% más alto que una semana atrás y casi 40% más arriba que a fines de abril. En Brasil también podemos ver una depreciación adicional de la moneda si se siguen acercando las elecciones y el panorama político se mantiene muy incierto…

De alguna manera, Romina, ingresamos en el escenario sobre el que advertíamos en el pasado, cuando decíamos que el partido contra la inflación no estaba ganado, porque el hecho de que la inflación se mantuviera dentro del rango meta dependía de modo crucial de que el dólar siquiera sin subir… Ya vimos un primer escalón… En la medida en que el tipo de cambio tenga un comportamiento más suave en el futuro, podemos quedarnos con niveles de inflación fuera del rango pero en torno a los actuales… Ahora, si el dólar vuelve a subir de manera intensa, podríamos ir a niveles de inflación más altos…

RA – Con la inflación ya en 8%, ¿cómo queda la perspectiva salarial? ¿Será necesario modificar las pautas que dispuso el gobierno para la ronda de negociación colectiva que está en curso?

TS – Estamos en un escenario de inflación más alta de la que se preveía cuando se elaboraron las pautas. Eso ciertamente puede alentar más presión desde el frente sindical, para ir a aumentos nominales más importantes. En nuestro escenario base, estamos suponiendo que el gobierno no va a ceder a esas presiones y va a mantenerse firme en la pauta. Las autoridades han dicho en varias ocasiones (y la exposición de motivos de la rendición de cuentas que se conoció el fin de semana lo reafirma explícitamente), que la política salarial tiene un rol clave para jugar como ancla de la inflación… Si hubiese revisión al alza de los incrementos salariales, el riesgo de inflación más cercana a 10% sería bastante mayor… Y por otro lado está la situación del mercado de trabajo. Hemos comentado muchísimas veces en este espacio que los indicadores de empleo se siguen deteriorando. Desde esa perspectiva, ir a pautas de más aumento salarial sería a nuestro juicio una jugada peligrosa, arriesgando que se profundice la caída de los niveles de ocupación que venimos observando en Uruguay de manera casi sistemática desde hace aproximadamente 3 años.