El director de Programa de Lechería del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, habló sobre el tambo robot que se puso en funcionamiento a mediados de abril.
EN PERSPECTIVA
Miércoles 02.05.2018, hora 8.00
EMILIANO COTELO (EC) —Imaginen un tambo en el que ni una persona participa en el proceso de ordeñe. Las vacas entran por sí solas, son ordeñadas por una máquina automática y salen luego a comer. Cuando los trabajadores se despiertan, la leche fresca ya está en los tanques. Parece de ciencia ficción, pero nos vamos acercando: hoy, ya, en el departamento de Colonia puede verse uno de estos tambos robotizados.
“Sistema voluntario de ordeñe automatizado”, ese es el nombre completo de esta tecnología, que en Uruguay viene probando el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA). Este tambo futurista quedó instalado en setiembre del año pasado en la estación experimental La Estanzuela, sobre la ruta 1, a pocos kilómetros de Colonia del Sacramento. Desde entonces se trabajó en formato de prueba piloto, y el mes pasado se terminó el entrenamiento de las vacas y el sistema quedó funcionando de manera normal.
¿En qué consiste esta innovación? ¿Qué impacto puede tener en el sector lechero nacional?
Vamos a conversarlo con el ingeniero agrónomo Santiago Fariña, director del programa de Lechería del INIA.
Una aclaración al principio: el INIA no inventó el tambo robotizado. Este sistema ya existe desde hace años en otros países del mundo, y en Uruguay mismo tenemos por lo menos dos en el sector privado.
SANTIAGO FARIÑA (SF) —Seguro, este es un sistema que de hecho hace más de 30 años que existe en el mundo.
EC —¡Más de 30 años! Es impresionante.
SF —Sí, 30 años desde que apareció el primero, y hoy hay cerca de 30.000 robots que ordeñan vacas en el mundo.
EC —¿De dónde surge entonces este proyecto, de dónde surge el interés del INIA por instalar un sistema uruguayo de ordeñe robotizado?
SF —Hace dos años yo empezaba mi trabajo en el programa y se discutió con productores y con técnicos del sector cuáles deberían ser las prioridades para la investigación en lechería. Surgieron tres prioridades, y el sector nos marcó claramente que una de ellas era investigar sistemas de producción que fueran más atractivos para las personas y en particular para las nuevas generaciones.
EC —¿Cómo es eso? ¿Por qué el ángulo viene por ahí?
SF —Porque estos robots en el mundo se imponen o entran en los sectores lecheros no por una cuestión de ahorro de mano de obra o de mayor rentabilidad o de mayor calidad de leche, sino buscando mejores condiciones laborales para las personas que trabajan en los tambos. En general se habla de poder llegar a un trabajo de 8 a 17 horas, que sea competitivo con el trabajo en la ciudad. Quizás todos saben o se imaginan que en el tambo el ordeñe es de las tareas más sacrificadas y que tiene que ser muchas veces desde las 4, 5 de la mañana, todos los días del año, Navidad, 1.º de Mayo. Entonces se busca reemplazar ese trabajo, y el otro trabajo sacrificado, que es el acarreo de vacas, traer las vacas desde el potrero, con barro, con lluvia, por un tambo robotizado.
EC —O sea que este proyecto de investigación en buena medida busca generar condiciones de trabajo en el sector lechero que resulten más amigables, más atractivas para el personal. Se parte de la base de que hay un inconveniente en esa materia, de que hoy el tambo no resulta una opción para muchos jóvenes.
SF —Totalmente. Por suerte todavía existe, creo que en Uruguay hay una cultura tambera bastante importante, hay gente joven interesada, pero cada vez es menos atractivo, especialmente para las nuevas generaciones, para los llamados millennials, la generación e, que tienen un abanico mucho más amplio de opciones o buscan opciones más amplias. El tambo, con el sacrificio que significa, especialmente esas tareas, se hace cada vez menos atractivo y es más difícil conseguir gente con ganas y motivada para trabajar.
EC —¿El motivo es ese, no la situación por la que está pasando el sector lechero nacional, que en estos últimos años atraviesa inconvenientes en materia de competitividad, etcétera?
SF —No es ese el motivo. Buscamos que esto sea en paralelo, tenemos bien claro que esto no va a ser para reemplazar los tambos de todo el país en un par de años, porque no es así, no se dio así tampoco en otros lugares del mundo. Lo que hace INIA es investigar en estas tecnologías que son un poco de futuro, se habla de que puedan ser más predominantes dentro de 15, 20 años, adelantarse y ver cómo se adaptan a las condiciones de Uruguay. Porque hay 30.000 en el mundo, pero solamente un 1 % están en países con condiciones parecidas a las de Uruguay, donde las vacas pastorean a cielo abierto. En el resto los animales están en situaciones confinamiento, en galpones, que es lo que se ve en la mayor parte de Estados Unidos, en el norte de Europa, etcétera.
EC —Se trata entonces de un proyecto de investigación, de adaptación de esa tecnología al caso concreto de Uruguay y su lechería. Tanto es así que el equipamiento que están probando no lo crearon ustedes, lo importaron directamente.
SF —Sí, el robot en sí lo único que hace es ordeñar, captar una serie de información y dar alarmas que nos permiten “hacer hablar” a la vaca. En general en los tambos convencionales siempre hay una persona que coloca el aparato de ordeñe, espera que la vaca se ordeñe, la puede observar y ver si tiene por ejemplo una inflamación. En este caso no está la persona haciendo ese trabajo, entonces el robot captura cierta información. Estos robots se compraron a la empresa Gea, pero existen varias empresas que los ofrecen. No fue un desarrollo de INIA.
EC —Desde hace más de un año ustedes vienen trabajando en este proyecto, que demandó una inversión de unos US$ 600.000. ¿En qué consistió el trabajo previo, antes de la inauguración del tambo a principios de abril?
SF —Uno de los puntos más importantes de nuestro trabajo está más mirando las vacas que mirando el robot. Imaginate que no hay personas y las vacas van a ordeñarse cuando ellas quieran, a veces a las 10 de la noche, a las 2 y 3 de la mañana. Entonces tenemos que lograr que ellas quieran venir por sí solas al tambo. Por lo tanto se generan una serie de incentivos, decimos que si la vaca tiene comida, agua y sombra se queda en el potrero, no va a venir, entonces hay que darle una asignación parcial de esos elementos, del alimento, para que quiera venir al tambo a ordeñarse. Por lo tanto el trabajo ha sido diseñar el sistema de callejones para que sean lo más cómodos posible para las vacas. El bienestar para las vacas tiene que ser 100 %, si no, no logramos que ellas se muevan naturalmente en el sistema.
EC —En eso estuvieron trabajando entonces, en el diseño de esa ruta y de esos incentivos. Y también en el entrenamiento de las vacas; ¿hay que entrenarlas?
SF —Sí, esa fue una tarea interesante y bastante innovadora en lo que se viene haciendo. Generamos un grupo de lo que llamamos vacas maestras, un grupo de cerca de 20 vacas a las que les enseñamos a entrar por sí solas al robot y a sentirse cómodas ahí, a moverse. Y ahora estamos sumando, todas las semanas sumamos 10 vacas para ver hasta dónde va el sistema, y esas vacas nuevas aprenden de las vacas ya entrenadas, las vacas maestras.
EC —Las vacas maestras… Tiene hasta alguna connotación graciosa, me hace acordar de canciones como la de María Elena Walsh.